Logo historia
HARI SELDON — … Nació el año 11988 de la Era Galáctica;
falleció en
12069. Las fechas suelen expresarse en términos de la Era
Fundacional en curso,
como –79 del año 1 E. F. Nacido en el seno de una familia de
clase media en
Helicón, sector de Arturo (donde su padre, según una leyenda
de dudosa
autenticidad, fue cultivador de tabaco en las plantas
hidropónicas del planeta),
pronto demostró una sorprendente capacidad para las
matemáticas. Las anécdotas
sobre su inteligencia son innumerables, y algunas
contradictorias. Se dice que a la
edad de dos años… … Indudablemente sus contribuciones más
importantes
pertenecen al campo de la psicohistoria, indudablemente para
aquellos que no cono cieron la logo historia. Seldon conoció la logo historia después
de conocer la psicohistoria, en su búsqueda por establecer la enciclopedia galáctica
llego al planeta tierra y participo de la integración del cielo y la tierra en
ese planeta explicar esto es un poco difícil veamos los niveles de investigación científica:
El Nivel de
Investigación Exploratorio.
Se plantea cuando se observa un fenómeno, hecho o
acontecimiento, que debe ser analizado, puede perfectamente nacer de la
anécdota, aquí no hay preguntas que conduzcan a problemas precisos, se explora
para conocer hechos, definirlos, interpretarlos y finalmente establecer reglas
para reconocerlos.
El nivel exploratorio es
fenomenológico porque apelando a la experiencia intuitiva o evidente por parte
del observador, se plantea identificar nuevos problemas, hechos, fenómenos o
acontecimientos, pueden ser nuevas enfermedades o nuevas situaciones que
afecten a una población y que tendrán que ser analizadas para una posterior
solución.
El nivel exploratorio es
constructivista porque busca definir o conceptualizar a un nuevo problema, o a una
enfermedad mediante un lenguaje refinado, en un sentido amplio, considerando la
evolución del mismo, con consenso y de aceptación en el mundo globalizado, con
la finalidad de dar inicio a
una nueva línea de investigación.
El nivel exploratorio es hermenéutico, porque busca
interpretar empíricamente el constructo, concepto o problema; busca dar una
apreciación por parte del experto o especialista, para construir una teoría
como un conjunto organizado de ideas que esclarezcan un fenómeno, deducidas a
partir de la observación, la experiencia y el razonamiento lógico.
El nivel exploratorio es heurístico, porque establece
reglas, protocolos, lineamientos, normas, para determinar la presencia del
fenómeno en estudio, de modo que, cualquier investigador debidamente capacitado
pueda repetir estos pasos, para verificar o diagnosticar la presencia del
fenómeno, hecho o acontecimiento cuando esté frente al mismo.
Bien pues el nivel de investigación en la logo historia es
noumenológico como el logos ya se ha revelado su integración con la voluntad estalograda y se puede manejar la inversión del
logos en voluntad y la conversión del a voluntad en logos, esto quiere decir que
la palabra se hace materia y la materia se hace palabra , conseguir este estado
de integración es muy difícil porque realmente es muy simple se trata de amar
pero sin que ningún pensamiento bloque ese amor ni ninguna represión bloquee el
instinto.
Es redeconstructivo devela todo el proceso del logos el
dasein va al resein en una levedad del ser superando el sombra sein y luego va
al sinsein superando el dasman logrando
la total construcción y la total destrucción.
Es revelado quiere decir que supera toda interpretación
porque se logra la sintransferencia entre idea y materia la idea platónica siempre
ha sido real, no es una representación es una presencia, se logra gracias a la síntesis
ente la fenomenología y el psicoanálisis.
Es iluminador porque lo real se devela como luz luego de
entrar en una oscuridad enorme.
La clave está en el
logos
Patentemente es ante todo Heráclito el primer pensador del
lógos en la filosofía occidental, el que pensó el arjé como lógos. Se
reconocerían en su pensamiento tres niveles del lógos: Primer nivel: hay un
cosmos que está regido por el lógos, es decir, por una legalidad
lógico-matemática, de la que nada se sustrae. Agreguemos que si hay un aforismo
que el Oscuro de Éfeso nunca escribió, pero está a la base de todos sus
aforismos, es que el cosmos es íntegramente lógos. Cabe aducir que este lógos
heraclíteo es sui generis, ya que no expresa una armonía puramente formal, sino
que es capaz de aunar los contrarios. En él, el día y la noche son uno, lo
mismo vida y muerte, como también incluso bien y mal, justicia e injusticia.
Ateniéndonos a la traducción de Conrado Eggers de la Edición Gredos, el
aforismo 50 dice: «Cuando se escucha, no a mí, sino a la Razón, es sabio
convenir en que todas las cosas son una» (Lfp, B 50).2 Lo que se expresa en
este Fragmento vale a la vez como definitorio de la filosofía: ante todo se
trata de escuchar al lógos. Así lo entiende también Heidegger, citándolo e interpretándolo
tanto en el artículo Logos de Vortrâge und Aufsâtze (Conferencias y artículos)
como en ¿Qué significa pensar? (II Parte) que, junto con Der Satz vom Grund (La
proposición del fundamento) y 1 Nestle, Wilhelm, Vom Mythos zum Logos (Del mito
al lógos), , Stuttgart: Kröner, 1942, «Einleitung» (Introducción»). 2 Los
filósofos presocráticos, Introducciones, traducciones y notas de Conrado Eggers
Lan y Victoria E. Julia, Madrid: Gredos, 1986, vol. 12. La concepción
heideggeriana del logos de Heráclito 195 Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) su
Lección final, la Lección XIII, constituyen los principales referentes de los
alcances del logos en el pensamiento heideggeriano. Esto uno (el lógos) reúne
los contrarios: «Guerra es padre de todos, rey de todos: a unos ha acreditado
como dioses, a otros como hombres: a unos ha hecho esclavos, a otros libres»
(Lfd, B 53). «El camino hacia arriba y hacia abajo es uno y el mismo» (Lfd, B
60). Y así como prematuramente en el inicio mismo de la filosofía occidental se
observan rasgos teológico-negativos, a saber, ya en el propio Jenófanes de
Colofón, así también en el Fragmento 32 en atención a la justificación de
llamar y no llamar a lo Uno (el lógos) con el nombre de Zeus: «Uno, lo único
sabio, quiere y no quiere ser llamado con el nombre de Zeus» (Lfp, B 32). El
segundo nivel corresponde al logos cósmico universal y que equivale a su
manifestación física. Esta corresponde al fuego (pyr) como el que hay en el sol
y las estrellas. «Este mundo, él mismo para todos, ninguno de los dioses ni de
los hombres lo ha hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto
fuego siempre vivo, encendiéndose con medida y con medida apagándose» (Lfp, B
30). El tercer nivel refleja como ese lógos nos determina a nosotros como seres
humanos, ya que justamente lo que nos define es que somos esencialmente
racionales. Como observamos, somos poseedores de lógos en la medida en que
estamos determinados por el lógos cósmico universal. En ello se manifiesta el
cosmocentrismo que, en general, es característico de la filosofía griega. Pero
¿somos poseedores de lógos, como reza el zoón lógon éjon aristotélico, o
estamos más bien poseídos por el lógos, como sería probablemente en Heráclito?
Con Aristóteles, la vista sería el órgano de los sentidos más abarcante.
Consideremos todas las diferencias que hacemos a través de la vista. Teniendo
presente la Biología, y más precisamente la Oftalmología, podríamos decir, que
en todo momento están activadas en la visión más de mil funciones. La vista,
aparte de su función más propia (ver) tiene además relación con el dominio,
incluso diríamos un dominio territorial del entorno en que se mueve el animal
depredador con la focalización de su mirada, dominio que, a su vez, se expresa
en mandatos, en órdenes que suele dar el amo, el señor o la autoridad nada más
que con la mirada. El oído, en cambio, está directamente ligado a la capacidad
196 CRISTÓBAL HOLZAPFEL Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) de hablar, y por
consiguiente al lenguaje, y junto con ello, a la música, y la cultura en su más
amplio alcance.3 II En la mencionada Lección XIII de la obra de Heidegger sobre
el principio de razón suficiente, basado en un seminario dictado en la
Universidad de Friburgo en 1956, sostiene que el griego lógon didonai dice algo
muy distinto de que el latino reddere rationem, traducido usualmente como ‘dar
cuenta de algo’, y que está directamente relacionado con los alcances del
principium rationis sufficientis de Leibniz en plena modernidad. El lógon
didonai Heidegger lo entiende más bien en el sentido de un traer a la
presencia, de un sacar a luz el fundamento, y junto con ello, el ser de algo.
Ello nos muestra que desde antiguo ser y fundamento van juntos, están en una
identidad inseparable. Dice Heidegger a propósito de esto: «En tanto cada ente
está determinado por el ser, esto es, por el fundamentar, el ser es cada vez
algo fundamentante y fundamentado, y esto de acuerdo a los distintos modos,
cuya multiplicidad y origen no pueden ser abordados aquí».4 Y agrega más
adelante: «Como lógos es el ser lo primero, desde dónde lo presente se
presenta, en griego to próton ozen. «Lo primero desde dónde» es aquello, desde
dónde cada cosa, que es, se inicia /anfângt/, y desde dónde permanece como lo
inicial dominante; iniciar mienta en griego arjéin. El lógos se despliega así
como proton ozen, vale decir, como arjé, dicho de modo latino-romano, como
principium». Tengamos en cuenta que lógos, y en su traducción latina, ratio,
admite, entre otros, dos posibilidades de traducción: como razón y como
fundamento, diciéndose este último en alemán: Grund, y por eso la expresión del
principium rationis sufficientis, en este idioma es: Der Satz vom Grund. Sin
embargo, en la modernidad asistimos a un divorcio entre entre ser y lógos, y
más precisamente, entre ser y ratio, entre ser y fundamento (Grund). Desde la
perspectiva heideggeriana, en la modernidad se ha acentuado máximamente el
olvido del ser, asistimos a una separación del ámbito representacional de lo
que debería ser su origen, esto es, el ser. 3 Al respecto, Rivera, Jorge
Eduardo, Itinerarium cordis, Santiago: Brickle Ediciones, 2006, IV «La riqueza
del sentir». 4 Heidegger, Martin, Der Satz vom Grund, Pfullingen: Neske, 1971.
Éste y demás textos citados son todos de la «Lección XIII», y la traducciones
son mías. / Ed. cast.: La proposición del fundamento, trad. de Felix Duque y
Jorge Pérez de Tudela, Barcelona: Serbal-Guitard, 1991. La concepción
heideggeriana del logos de Heráclito 197 Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) En
ello se muestra cierta coincidencia con el pensamiento de Michel Foucault de
Las palabras y la cosas, y que concierne a lo que se considera ahí como la
segunda episteme en su «arqueología del saber», vale decir, la que tiene que
ver con la instauración de un espacio representacional, en el cual se
establecen las condiciones para que, en cierto modo, algo tenga «derecho a
ser», como espacio-tiempo, aceleración, velocidad, masa, volumen, etc.,
teniendo en cuenta ciertas variables de la Física moderna.5 Recordemos que en
la episteme anterior, llamada «prosa del mundo», los signos estaban más bien
alojados en las cosas, razón por la cual había que sumergirse en ellas para
poder descifrarlas, incluyendo ello también, la posibilidad de desentrañar
ciertos mensajes ocultos, como lo hacían en aquella era la mántica, la cábala,
la videncia, la adivinanza, el vaticinio, la interpretación de vuelos o trinos
de aves, y otros. Expresado esto mismo con Heidegger: «Cuando modernamente el
ser es determinado trascendentalmente como objetualidad /Gegenständigkeit/ y
ésta como condición de posibilidad del objeto, entonces desaparece a la par el
ser en favor de aquello que se llama condición de posibilidad y que es de la
naturaleza del fundamento racional y del fundamentar». Pues bien, si el lógos heraclíteo,
aunque sea siguiendo el derrotero del olvido del ser, va a replantearse en el
principio de razón suficiente de Leibniz, en el siglo XVII, partamos ahora por
ver los alcances de este principio. En una de sus tantas expresiones en la obra
de Leibniz, leemos en la Teodicea, I Parte, parágrafo 44: «/.../ principio de
razón suficiente: que nunca acontece algo sin una causa o siquiera una razón
determinada, esto es, sin una cierta razón a priori, por qué existe algo y no
más bien no existe y por qué existe más bien de éste que de ningún otro modo.
Este importante principio vale para todos los acontecimientos, y no se deja
aducir ninguna prueba contraria».6 II Distinguimos tres estadios del principio
de razón suficiente: 1. Estadio ontológico, de acuerdo al cual todas las cosas,
el universo íntegro, se comporta como se comporta de acuerdo a este principio.
Supongamos un huracán que se forma, cómo se agranda, su desplazamiento, hay
razones 5 Foucault, Las palabras y las cosas, trad. de Cecilia Frost, Madrid:
Siglo XXI, 1989, capítulo «Representar». 6 Leibniz, Theodizee, Edit. Insel,
Frankfurt am Main, 1986, I Parte, # 44, trad.m./ Ed. cast.: Teodicea, # 44, en:
Obras, Tomo V, trad. de Patricio Azcárate, Casa Editorial de Medina, s/a. 198
CRISTÓBAL HOLZAPFEL Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) para ello, dadas por las
presiones, la temperatura, la época del año, la región geográfica, y demás. Y
lo mismo todo cuanto sucede. En este estadio el principio, la ratio, el
fundamentum, está en las cosas mismas al modo del lógos o razón que determinan
que ellas sean como son. 2.Estadio epistemológico, de acuerdo al cual el
principio determina el saber, el conocimiento y la ciencia, en cuanto a un
volver a dar la razón suficiente o fundamento a lo que de por sí lo tiene en ello
mismo. Si un científico explica que las fases de la luna se deben a su cambio
de posición con respecto a la tierra y el sol, le vuelve a dar la razón - al
menos suficiente - a ese fenómeno que, de por sí, la tiene de antemano. En
otras palabras, no porque el científico de con esa razón suficiente la está
creando, sino que la luna está desde tiempos inmemoriales mostrándose en
distintas fases. Si en el estadio ontológico el principio actúa como fundamento
que está en las cosas mismas y su entorno (el agua que se desplaza como se
desplaza, el sonido que se comporta como se comporta, la luminosidad que es la
tiene que haber en cualquier lugar y momento del Planeta o del universo en
plenitud), el estadio epistemológico es más bien el de la fundamentación (cómo
fundamenta el ser humano que la luminosidad es la que tiene que haber aquí o
acullá, etc.). La mencionada fundamentación, en relación con el estadio
ontológico del principio de razón suficiente, es en rigor un volver a dar el
fundamento a lo que de por sí lo tiene en ello mismo. Por ejemplo, tales y
cuales son las razones de acuerdo a las cuales hay aquí y en este momento la
presión que hay, y por supuesto habría que señalar exactamente esas razones:
frente frío o caliente en el Océano, vientos que van en tal dirección y de tal
velocidad, etc. 3.Estadio existencial. Si decidimos, si hacemos, si evitamos
algo, si nos interesa, nos motiva, nos inquieta, nos gusta o nos disgusta algo,
en todo ello nos regimos por razones que deberían ser suficientes para ello.
Aquí sólo relativamente hay un fundamento previo en las cosas, en cuanto a que,
por ejemplo, evaluando cierta situación dada, tomamos una decisión. Éste es el
motivo por el cual no hay aquí tampoco un volver a dar el fundamento, sino un
simple dar el fundamento. Y agreguemos que sólo podemos dar propiamente el
fundamento o razón, sobre la base de la libertad. ¿O no será al revés? Que,
justamente somos libres porque podemos dar el fundamento a lo que sea y,
digamos además, de modo variado, y hasta por capricho, antojo, porfía. Si fuera
así, el estadio existencial constituiría a la vez una definición de la libertad
del ser humano de hacer esto o lo otro. Pero, por decirlo así, y de modo
capcioso, así como el color rojo no es rojo, así tampoco la libertad es libre.
Al ser ella expresión también del principio de razón suficiente en su estadio
existencial, ella requiere precisamente de principios, de razones, de
fundamentos para validar lo que decidimos, pensamos e incluso recordamos,
imaginamos y sentimos. La concepción heideggeriana del logos de Heráclito 199
Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) IV En el pensamiento de Heidegger detectamos al
menos dos teorías del poder – que asunto aparte, habría que ver cómo con se
concilian y complementan o no, una con otra: la primera la encontramos en Ser y
tiempo y tiene el alcance de que el «se», el «man», el «se dice lo que se
dice», «se hace lo que se hace», y otros, que rige sobre la cotidianidad. En
cierto modo, el poder está aquí despersonalizado, porque es «todos», pero «nadie»
a la vez; es simplemente el «se». Éste «prescribe la intepretación próxima del
mundo y del ser-en-el mundo». 7 La segunda teoría remite a La proposición del
fundamento, ya que el poder es aquí el del propio principio de razón suficiente
que está detrás de toda forma particular de poder. Y este «poder» se explaya
más precisamente como zustellen, ‘emplazar’. El principio, en cierto modo,
«esgrimido» por cada cual, permite demandar de cada ente por qué es como es y
se comporta como se comporta. Pero, agreguemos, habría otra forma, más radical
y ontológicamente primaria de poder, y que es la propia del estadio ontológico
del principio de razón suficiente, y que, por supuesto, el autor de este
principio es la que más subraya, a saber, que el poder es el lógos mismo «en
las cosas», como que éstas en todo lo que hacen, cómo cambian, cómo se mueven,
se transforman, y otros, todo ello está enteramente regido por el lógos.
Advirtamos que esto nos permite advertir el carácter absoluto del lógos. Los
entes, las cosas, el mundo, todo lo que acontece, es lo que es, debido a él,
siendo cada cosa en cierto modo su resultado, en buenas cuentas, el resultado
de su determinación. Si el lógos sería de este modo «omnipotente», en ello
radica también la explicación de su divinización, que ya se encontraría en el
Evangelio de San Juan, y más tarde en distintos momentos de la filosofía
medieval. Pero, con toda la omnipotencia del ser en tanto fundamento, ratio,
lógos, y así se presenta en el pensamiento leibniciano, para Heidegger más bien
se trata de que es propio del ser retirarse (sich entziehen). El ser supone no
sólo revelación (Offenbarung), sino a la vez retiro (Entzug), y esto atañe por
supuesto tanto al ser mismo, al ser de la plenitud, como al ser de cada cosa.
Tanto de una persona como de una naranja, podemos decir que a la vez que se nos
revelan, se nos ocultan, siendo el ser de ellas pues también retiro, y ello no
como algo deliberado (como podría ser en el caso de una persona, porque es
tímida, inhibida o introvertida, por ejemplo), sino porque el ser es siempre
retiro. Heidegger: 7 Heidegger, Martin, Sein und Zeit, Tübingen: Niemeyer,
1977, parágrafo 27, p. 129. / Ed. cast.: Ser y tiempo, trad. de José Gaos,
México: FCE, 1962. Tb.: Ser y tiempo, trad. de Jorge E. Rivera, Santiago:
Universitaria, 1997. 200 CRISTÓBAL HOLZAPFEL Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017)
«Ocasionalmente en lo que nos condujo a decir claramente lo que quiere decir la
historia del ser como la historia del destino del ser /Seinsgeschick/, se
apuntó a que el ser en tanto se nos destina /uns zuschickt/y esplende /lichtet/
al mismo tiempo, se retira. El discurso del retiro permaneció oscuro y sonó
para algún oído como una afirmación mística, no apoyada en nada concreto. Ahora
podemos escuchar más claramente la palabra del retiro del ser. La palabra dice:
el ser se oculta /verbirgt/ como ser, a saber, en su inicial /anfänglich/
copertenencia con el fundamento como lógos». El aludido retiro del ser como
fundamento, podríamos decir que lo desfonda, lo deja sin fundamento. Con
Heidegger se trata de que si todo tiene fundamento para ser lo que es y
comportarse como se comporta, menos el propio fundamento. El fundamento es sin
fundamento, es abismo. Con ello se descubre el abismo del ser /Abgrund des
Seins/. Heidegger: «En tanto el ser se esencia /west/ como fundamento, él mismo
carece de fundamento. Y esto, sin embargo, no porque se fundamente a sí mismo,
sino porque cada fundamentación, también y precisamente aquella por sí mismo,
no se le ajusta al ser como fundamento. Cada fundamentación, y cada apariencia
de fundamentabilidad rebajaría al ser a algo ente. El ser queda como ser
sin-fundamento /grund-los/. Del ser queda el fundamento, esto es, como un
fundamento recién fundamentante, fuera y aparte /weg und ab/. Ser: el a-bismo
/Ab-grund/». Digamos finalmente que mucho más en concordancia con la concepción
del ser humano como «pastor del ser», el que cuida el ser, y que no está más
empeñado en el dominio («El hombre no es más el Señor de la Tierra, sino el pastor
del ser»), como lo expresa el pensador de la Selva Negra en la Carta sobre el
«humanismo», está el alcance del ser como abismo y al mismo tiempo la escucha
del lógos del aforismo 50 de Heráclito.
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Es sabio
confesar que todas las cosas son uno
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Sino
al logos
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No escuchándome a mí
Al final lo que hay
es un metagrama pocos escucharon a Heidegger cuando dijo que ya no somos los
que dominamos sobre la tierra sino más bien estamos llamados a ser pastores del
ser pero los que escucharon, escucharon al logos e inventaron este lenguaje
meta musical donde solo hay intuiciones piensa en esas rayas como tus 7 chakras
pues
bien el logos los esta tocando, así aprendió a comunicarse Seldon desde la
eternidad a donde se retira el logos y desde ahí a alterar todos los sistemas Gaal
Dornick, que, en su juventud, conoció a Seldon dos años antes de la muerte del
gran matemático. También aprendió la meta música y entonces ya no hubo
necesidad de una enciclopedia galáctica sino que lo se construyo fue un
biotejido es decir un entrelazamiento espiritual como el que ahora estamos
cosntruyendo contigo que lees este texto.
Biotejido
Se llamaba Gaal Dornick y no era más que un campesino que
nunca había
visto Trántor.
Es decir, no realmente. Lo había visto muchas veces en el
hipervídeo, y
ocasionalmente en enormes noticieros tridimensionales que
informaban sobre una
coronación imperial o la apertura de un consejo galáctico. A
pesar de haber vivido
siempre en el mundo de Synnax, que giraba alrededor de una
estrella al borde del
Cúmulo Azul, no estaba desconectado de la civilización. En
aquel tiempo, ningún
lugar de la Galaxia lo estaba.
Por aquel entonces, había cerca de veinticinco millones de
planetas
habitados en la Galaxia, y absolutamente todos eran leales
al imperio, con sede en
Trántor. Fueron los últimos cincuenta años en que pudo
decirse tal cosa.
Para Gaal, aquel viaje era el punto culminante de su
juventud y de su vida
estudiantil. Ya había salido al espacio con anterioridad, de
modo que el viaje, en sí
mismo, no significaba gran cosa para él. En realidad, hasta
entonces, sólo había ido
al único satélite de Synnax para obtener unos datos sobre la
mecánica de los
desplazamientos meteóricos que necesitaba para una disertación;
pero los viajes
espaciales eran exactamente iguales tanto si se recorría
medio millón de kilómetros
como la misma cantidad de años luz.
Se había preparado un poco para el salto a través del
hiperespacio, un
fenómeno que no se experimentaba en simples viajes
interplanetarios. El salto
seguía siendo, y probablemente lo sería siempre, el único
método práctico para
viajar a las estrellas. Los viajes a través del espacio
ordinario no podían realizarse a
una velocidad superior a la de la luz ordinaria (un
conocimiento científico que
formaba parte de las pocas cosas serias desde el olvidado
amanecer de la historia
humana), y esto hubiera significado años de viaje para
llegar incluso al sistema
habitado más cercano. A través del hiperespacio, esa
inimaginable región que no
era ni espacio ni tiempo, ni materia ni energía, ni algo ni
nada, se podía atravesar
2
Todas las referencias
a la Enciclopedia Galáctica. aquí reproducidas proceden de la 116° edición
publicada en 1020 E. F. por la compañía editora de la
Enciclopedia Galáctica., Términus, con
autorización de los editores.
12
la Galaxia en toda su longitud en el intervalo comprendido
entre dos instantes de
tiempo.
Gaal había esperado el primero de estos saltos con el temor
contraído en la
boca del estómago, y no resultó ser más que una
insignificante sacudida, una
conmoción interna sin importancia que cesó un instante antes
de que pudiera darse
cuenta de haberla sentido. Eso fue todo.
Y después de eso, sólo quedó la nave, grande y brillante; la
fría producción
de 12.000 años de progreso imperial; y él mismo, con su
doctorado de
matemáticas recién obtenido y una invitación del gran Hari
Seldon para ir a Trántor
y unirse al vasto y algo misterioso Proyecto Seldon.
Lo que Gaal aguardaba después de la decepción del salto era
contemplar
Trántor por primera vez. No dejaba de entrar en el mirador.
Las láminas de acero
se enrollaban en determinados momentos y él siempre estaba
allí, contemplando el
frío brillo de las estrellas, admirando el increíble
enjambre nebuloso de un racimo
de estrellas, como una conglomeración gigante de luciérnagas
sorprendidas en
pleno vuelo y detenidas para siempre. En cierta ocasión vio
« el frío humo de color
blanco azulado de una nebulosa a 10 cinco años luz de la
nave, que se extendía
sobre la ventanilla como una mancha de leche distante,
llenaba la habitación de un
matiz helado, y desaparecía de la vista dos horas después,
tras un nuevo salto.
La primera visión del sol de Trántor fue la de una mota dura
y blanca,
perdida completamente en una miríada de otras iguales, y
sólo reconocible porque
estaba señalada en la guía de la nave. Las estrellas eran
numerosas allí, en el
centro de la Galaxia. Pero a cada salto, su brillo se
incrementaba, haciendo que el
resto se apagara, se enrareciera y empalideciera.
Un oficial se acercó diciendo:
— El mirador estará cerrado durante el resto del viaje.
Prepárense para
aterrizar.
Gaal le siguió, y agarró la manga del uniforme blanco con el
distintivo de la
nave espacial y el sol del imperio.
Preguntó :
— ¿No podrían dejarme? Me gustaría ver Trántor.
El oficial sonrió y Gaal se sonrojó ligeramente. Se le
ocurrió pensar que
hablaba como un provinciano.
El oficial dijo:
— Aterrizaremos en Trántor mañana por la mañana.
— Me refería a que quiero verlo desde el espacio.
— Oh, lo siento, muchacho. Si esto fuera una nave de recreo
no habría
inconveniente, pero estamos bajando en picado, de cara al sol.
Seguramente no te
gustaría quedarte ciego, quemado y afectado por la radiación
todo al mismo
tiempo, ¿verdad?
Gaal se alejó de él.
El oficial siguió hablando:
— De todos modos, Trántor no sería más que una mancha gris,
muchacho.
¿Por qué no haces un viaje espacial turístico cuando llegues
a Trántor? Son baratos.
Gaal miró hacia atrás.
— Muchísimas gracias.
13
Era infantil sentirse decepcionado; pero el infantilismo
afecta casi con la
misma facilidad a un hombre que a un niño, y Gaal tenía un
nudo en la garganta.
Nunca había visto Trántor extendido ante él en toda su
magnitud, tan grande como
la vida, y no había creído tener que aguardar aún más.
2
La nave aterrizó en medio de numerosos ruidos. Hubo el
lejano silbido de la
atmósfera hendida, que se deslizaba a lo largo del metal de
la nave. Hubo el
monótono zumbido de los acondicionadores que luchaban contra
el calor de la
fricción, y el rugido más amortiguado de los motores que
aminoraban la velocidad.
Hubo el sonido humano de hombres y mujeres que se
amontonaban en las salas de
desembarco y el crujido de grúas que levantaban el equipaje,
el correo y el
cargamento hasta el gran eje de la nave, desde donde, más
tarde, serían
trasladados a las plataformas de descarga.
Gaal experimentó una ligera sacudida indicadora de que la
nave había
dejado de moverse con independencia propia. La gravedad de
la nave hacía horas
que daba paso a la gravedad planetaria. Miles de pasajeros
habían estado
pacientemente sentados en las salas de desembarco, que se
balanceaban con
suavidad a impulsos de campos de fuerza para acomodar su
orientación a la
dirección cambiante de las fuerzas gravitacionales.
Ahora descendían lentamente por las rampas que les llevarían
a las grandes
y abiertas compuertas.
El equipaje de Gaal era mínimo. Permaneció junto al
mostrador, mientras lo
examinaban rápida y expertamente, y lo ordenaban de nuevo.
Su visado fue
inspeccionado y sellado. Él no prestó atención a nada.
¡Aquello era Trántor! El aire parecía un poco más denso y la
gravedad algo
mayor que en su planeta de Synnax, pero ya se acostumbraría.
Se preguntó si
llegaría a habituarse a la inmensidad.
El edificio de desembarco era enorme. El techo se perdía en
las alturas. Gaal
pensó que las nubes casi podían formarse debajo de su
inmensidad. No vio ninguna
pared; sólo hombres y mostradores y el suelo convergente que
desaparecía a lo
lejos.
El hombre del mostrador habló de nuevo. Parecía molesto.
Dijo:
— Siga adelante, Dornick.
Tuvo que abrir el visado y volver a mirarlo, para acordarse
del nombre.
Gaal preguntó :
— ¿Dónde… dónde… ?
El hombre del mostrador señaló con el pulgar.
— Los taxis a la derecha y la tercera a la izquierda.
Gaal avanzó, y vio los brillantes rizos de aire suspendidos
en la nada, que
decían:
TAXIS A TODAS DIRECCIONES.
Una figura surgió del anonimato y se detuvo frente al
mostrador cuando
Gaal se iba. El hombre del mostrador alzó la mirada y
asintió brevemente. La figura
asintió a su vez y siguió al recién llegado.
14
Llegó a tiempo de oír el destino de Gaal.
Gaal se encontró pegado a una barandilla.
Un pequeño letrero decía: SUPERVISOR. El hombre a quien se
refería el
letrero no levantó la vista. Dijo:
— ¿Adónde?
Gaal no estaba seguro, pero incluso unos segundos de
vacilación
significarían una cola de varios hombres detrás de él.
El supervisor levantó la mirada.
— ¿Adónde?
Los ahorros de Gaal eran escasos, pero sólo sería una noche
y después
tendría un empleo. Trató de aparentar indiferencia.
— A un buen hotel, por favor.
El supervisor no se impresionó.
— Todos son buenos. Nómbreme uno.
Gaal dijo, desesperado:
— El que esté más cerca, por favor.
El supervisor apretó un botón. Una delgada línea de luz se
formó en el suelo,
retorciéndose entre otras que brillaban y se apagaban, en
diferentes colores e
intensidades. Gaal se encontró con un billete en las manos.
Brillaba débilmente.
El supervisor dijo:
— Uno con doce.
Gaal rebuscó unas monedas. Dijo:
— ¿Por dónde he de ir?
— Siga la luz. El billete no dejará de brillar mientras vaya
en la dirección
correcta.
Gaal levantó la vista y empezó a andar. Había centenares de
personas que
se deslizaban por el vasto suelo, siguiendo su camino
individual, esforzándose en
los puntos de intersección para llegar a sus respectivos
destinos.
Su propio camino se terminó. Un hombre con un deslumbrante
uniforme
azul y amarillo, hecho de plastrotextil a prueba de manchas,
se hizo cargo de sus
dos bolsas.
— Línea directa al Luxor — dijo.
El hombre que seguía a Gaal lo oyó. También oyó que Gaal
decía: «
Estupendo», y le vio entrar en el vehículo de proa achatada.
El taxi se elevó en línea recta. Gaal miró por la ventanilla
curvada y
transparente, maravillado ante la sensación de volar dentro
de una estructura
cerrada y asiéndose instintivamente al respaldo del asiento
del conductor. La
inmensidad se contrajo y las personas se convirtieron en
hormigas distribuidas
caprichosamente. El panorama se redujo aún más y empezó a
deslizarse hacia
atrás.
Enfrente había una pared. Empezaba a gran altura y se alzaba
hasta
perderse de vista. Estaba llena de agujeros, como bocas de
túneles. El taxi de Gaal
se dirigió a uno y entró en él. Por un momento, Gaal se
preguntó cómo podría su
conductor escoger uno en particular entre tantos otros.
15
Ahora sólo había oscuridad, sin otra cosa que la
intermitencia de las señales
luminosas de colores para atenuar la penumbra. El aire
vibraba con un ruido de
velocidad.
Entonces Gaal fue lanzado hacia adelante por la disminución
de velocidad y
el taxi salió del túnel y descendió una vez más a nivel del
suelo.
— El hotel Luxor — dijo el conductor, innecesariamente.
Ayudó a Gaal a bajar el equipaje, aceptó una propina de un
décimo de
crédito con naturalidad, recogió a un pasajero que le
esperaba, y volvió a elevarse.
Hasta entonces, desde el momento de desembarcar, no había
divisado el
cielo.
3
TRÁNTOR — … Al comienzo del decimotercer milenio, esta
tendencia alcanzó
su punto culminante. Como centro del Gobierno imperial
durante ininterrumpidos
centenares de generaciones, y localizado, como estaba, en
las regiones centrales
de la Galaxia, entre los mundos más densamente poblados e
industrialmente
avanzados del sistema, no pudo dejar de ser el grupo humano
más denso y rico
que la raza había visto jamás.
Su urbanización, en progreso continuo, había alcanzado el
punto máximo.
Toda la superficie de Trántor, 1.200 millones de kilómetros
cuadrados de extensión,
era una sola ciudad. La población, en su punto máximo,
sobrepasaba los cuarenta
mil millones. Esta enorme población se dedicaba casi
enteramente a las
necesidades administrativas del imperio, y eran pocos para
las complicaciones de
dicha tarea. (Debe recordarse que la imposibilidad de una
administración adecuada
del imperio galáctico bajo la poca inspirada dirección de
los últimos emperadores
fue un considerable factor en la Caída.) Diariamente, flotas
de decenas de miles de
naves llevaban el producto de veinte mundos agrícolas a las
mesas de Trántor… Su
dependencia de los mundos exteriores en cuanto a alimentos,
y, en realidad, todas
las necesidades de la vida, hicieron a Trántor cada vez más
vulnerable a la
conquista por el bloqueo. Durante el último milenio del
imperio, las numerosas y
hasta monótonas, revueltas hicieron conscientes de ello a un
emperador tras otro,
y la política imperial se convirtió en poco más que la
protección de la delicada
yugular de Trántor…
Enciclopedia Galáctica.
Gaal no estaba seguro de que el sol brillara ni, por lo
tanto, de si era de día
o de noche. Le daba vergüenza preguntarlo. Todo el planeta
parecía vivir bajo
metal. La comida que acababa de ingerir había sido
calificada de almuerzo, pero
había muchos planetas que se regían por una escala temporal
que no tomaba en
cuenta la alternancia quizá inconveniente del día y la
noche. Las velocidades de
rotación planetarias diferían, y él no sabía cuál era la de
Trántor.
Al principio, había seguido ansiosamente las indicaciones
hacia el
«Solárium», no encontrando más que una cámara para tomar el
sol bajo
16
radiaciones artificiales. No permaneció allí más que un
momento, y después volvió
al vestíbulo principal del Luxor.
Se dirigió hacia el conserje.
— ¿Dónde puedo comprar un billete para un viaje turístico
planetario?
— Aquí mismo.
— ¿A qué hora empieza?
— Acaba de perderlo. Mañana habrá otro. Compre el billete
ahora y le
reservaremos una plaza.
Oh. Al día siguiente ya sería demasiado tarde. Al día
siguiente tenía que
estar en la universidad. Preguntó : — ¿No hay una torre de
observación… o algo
parecido? Quiero decir, al aire libre.
— ¡ Naturalmente! Puedo venderle un billete, si quiere. Será
mejor que
compruebe si llueve o no. — Cerró un contacto a la altura
del hombro y leyó las
letras que aparecieron en una pantalla esmerilada. Gaal las
leyó con él.
El conserje dijo:
— Buen tiempo. Ahora que lo pienso, me parece que estamos en
la estación
seca.
— Añadió, locuazmente—: Yo no me preocupo del exterior. La
última vez
que salí al aire libre fue hace tres años. Lo ves una vez,
sabes cómo es y eso es
todo. Aquí tiene su billete. Hay un ascensor especial en la
parte posterior. Tiene un
letrero que dice: « A la torre». Tómelo.
El ascensor era uno de los que funcionaban por repulsión
gravitatoria. Gaal
entró y otros se amontonaron detrás de él. El ascensorista
cerró un contacto. Por
un momento, Gaal se sintió suspendido en el espacio cuando
la gravedad llegó a
cero, v después recobró algo de su peso a medida que el
ascensor aceleraba hacia
arriba. Siguió un repentino descenso de la velocidad y sus
pies se alzaron del suelo.
Dejó escapar un grito contra su voluntad.
El ascensorista le dijo:
— Ponga los pies debajo de la barandilla. ¿No ve el letrero?
Los otros lo habían hecho así. Le miraban sonriendo mientras
él trataba
frené tica y vanamente de descender por la pared. Sus
zapatos se apretaban contra
la parte superior de las barandillas de cromo que se
extendían por el suelo en
hileras paralelas separadas ligeramente entre sí. Al entrar
se había fijado en ellas y
las había ignorado.
Entonces alguien alzó una mano y le estiró hacia abajo.
Logró articular las gracias al tiempo que el ascensor se
detenía.
Salió a una terraza abierta bañada por un brillo blanco que
le hirió la vista.
El hombre que le había ayudado en el ascensor estaba
inmediatamente detrás de
él. Dijo, con amabilidad:
— Hay muchos asientos.
Gaal cerró la boca — la tenía abierta— y dijo:
— Así parece. — Se dirigió automáticamente hacia ellos y
entonces se
detuvo.
Dijo:
— Si no le importa, me quedaré un momento junto a la
barandilla. Quiero…
quiero mirar un poco.
17
El hombre le hizo una seña de asentimiento, con afabilidad,
y Gaal se apoyó
sobre la barandilla, que le llegaba a la altura del hombro,
y se sumió en el
panorama.
No pudo ver el suelo. Estaba perdido en las complejidades
cada vez mayores
de las estructuras hechas por el hombre. No pudo ver otro
horizonte más que el del
metal contra el cielo, que se extendía en la lejanía con un
color gris casi uniforme,
y comprendió que así era en toda la superficie del planeta.
Apenas se podía ver
ningún movimiento — unas cuantas naves de placer se
recortaban contra el cielo—,
aparte del activo tráfico de los miles de millones de
hombres que se movían bajo la
piel metálica del mundo.
No se podía ver ningún espacio verde; nada de verde, nada de
tierra,
ninguna otra vida más que la humana. En alguna parte de
aquel mundo, pensó
vagamente, estaría el palacio del emperador enclavado en
medio de ciento
cincuenta kilómetros de tierra natural, llena de árboles
verdes y adornada de flores.
Era un pequeño islote en un océano de acero, pero no se veía
desde donde él
estaba. Debía de hallarse a quince mil kilómetros de
distancia. No lo sabía.
¡No podía esperar demasiado a hacer aquel viaje turístico!
Suspiró haciendo ruido; y se dio realmente cuenta de que al
fin estaba en
Trántor; en el planeta que era el centro de toda la Galaxia
y el núcleo de la raza
humana. No vio ninguna de sus debilidades. No vio aterrizar
ninguna nave de
comida. No estaba enterado de la yugular que conectaba con
delicadeza a los
cuarenta mil millones de Trántor con el resto de la Galaxia.
Sólo era consciente de
la extrema proeza del hombre; la conquista completa y casi
desdeñosamente final
de un mundo.
Se retiró de la barandilla con los ojos llenos de asombro.
Su amigo del
ascensor le indicaba un asiento junto al suyo y Gaal lo
ocupó.
El hombre sonrió.
— Me llamo Jerril. ¿Es la primera vez que visita Trántor?
— Sí, señor Jerril.
— Eso me había parecido. Jerril es mi nombre de pila.
Trántor le gustará si
tiene un temperamento poético. Sin embargo, los trantorianos
nunca suben aquí.
No les gusta; les pone nerviosos.
— ¡ Nerviosos! Por cierto, yo me llamo Gaal. ¿Por qué los
pone nerviosos? Es
formidable.
— Es cuestión de opiniones, Gaal. Si has nacido en un
cubículo y crecido en
un pasillo, y trabajado en una celda, y pasado tus
vacaciones en una habitación
solar llena de gente, es lógico que la salida al aire libre
y el panorama del cielo por
encima de tu cabeza te ponga nervioso. Obligan a los niños a
subir aquí una vez al
año, desde que cumplen los cinco. No sé si les hace algún
bien. En realidad; no
disfrutan mucho de ello y las primeras veces gritan como
histéricos. Tendrían que
empezar en cuanto aprenden a andar y venir aquí una vez por
semana.
Prosiguió:
— Claro que, en realidad, no importa. ¿Y si nunca en su vida
salen al
exterior? Son felices ahí abajo y administran el imperio. ¿A
qué altura cree que
estamos?
— ¿A mil quinientos metros? — Se preguntó si habría sido un
ingenuo.
Debió serlo, pues Jerril se echó a reír. Dijo:
— No. Sólo a ciento cincuenta.
— ¿Qué ? Pero el ascensor tardó unos…
18
— Lo sé. Pero ha empleado la mayor parte del tiempo en
llegar al nivel del
suelo.
Trántor está excavado a más de dos mil metros de
profundidad. Es como un
iceberg.
Nueve dé cimas partes están ocultas. Incluso se extiende por
terreno
suboceánico, al borde de la playa. De hecho, estamos tan
abajo que podemos hacer
uso de la diferencia de temperatura entre el nivel del suelo
y un par de kilómetros
más abajo para abastecernos de toda la energía que
necesitamos. ¿Lo sabía?
— No. Pensaba que utilizaban generadores ató micos.
— Lo hacíamos, pero esto es más barato.
— Me lo imagino.
— ¿Qué le parece? — Por un momento, la afabilidad del hombre
se
transformó en astucia. Parecía casi ladino.
Gaal titubeó.
— Formidable — repitió.
— ¿Está aquí de vacaciones? ¿De viaje? ¿De visita a los
lugares de interés?
— No exactamente. Por lo menos, siempre había deseado venir
a Trántor,
pero mi razón principal para este viaje es hacerme cargo de
un empleo.
— ¿De verdad?
Gaal se vio obligado a dar más explicaciones.
— Un empleo en el proyecto del doctor Seldon, en la
Universidad de Trántor.
— ¿Cuervo Seldon?
— No, no. Yo me refiero a Hari Seldon; el psicohistoriador
Seldon. No
conozco a ningún Cuervo Seldon.
— Hari es el que yo quiero decir. Le llaman Cuervo. Es una
especie de jerga,
¿sabe? No deja de predecir el desastre.
— ¿De verdad? — Gaal estaba literalmente asombrado.
— Seguramente, usted debe saberlo. Jerril no sonreía—. Ha
venido para
trabajar con él, ¿no?
— Bueno, sí, soy matemático. ¿Por qué predice el desastre?
¿Qué clase de
desastre?
— Y a usted, ¿qué le parece?
— No tengo ni la menor idea. He leído los documentos
publicados por el
doctor Seldon y su grupo. Versan sobre teoría matemática.
— Los que publican, sí.
Gaal se sintió molesto. Dijo:
— Bien, vuelvo a mi cuarto. He estado encantado de
conocerle.
Jerril alzó la mano indiferentemente en señal de despedida.
Gaal encontró a un hombre aguardándole en su habitación. Por
un
momento, la sorpresa le impidió pronunciar el inevitable: «
¿qué hace usted aquí?»,
que acudió a sus labios.
El hombre se levantó. Era viejo y casi calvo y cojeaba
ligeramente, pero
tenía los ojos penetrantes y azules.
19
— Soy Hari Seldon — dijo un instante antes de que el
perplejo cerebro de
Gaal recordara su rostro por las muchas veces que lo había
visto en fotografías.
4
PSICOHISTORIA — … Gaal Dornick, utilizando conceptos no
matemáticos, ha
definido la psicohistoria como la rama de las matemáticas
que trata sobre las
reacciones de conglomeraciones humanas ante determinados
estímulos sociales y
económicos… Implícita en todas estas definiciones está la
suposición de que el
número de humanos es suficientemente grande para un
tratamiento estadístico
válido. El tamaño necesario de tal número puede ser
determinado por el primer
teorema de Seldon, que… Otra suposición necesaria es que el
conjunto humano
debe desconocer el análisis psicohistórico a fin de que su
reacción sea
verdaderamente casual… La base de toda psicohistoria válida
reside en el desarrollo
de las funciones Seldon, que exponen propiedades congruentes
a las de tales
fuerzas sociales y económicas como…
Enciclopedia Galáctica.
— Buenas tardes, señor — dijo Gaal—. Yo… yo…
— Usted no creía que fuéramos a vernos antes de mañana,
¿verdad?
Normalmente, así hubiera tenido que ser. La cuestión es que,
si vamos a utilizar
sus servicios, hemos de actuar con rapidez. Cada vez es más
difícil obtener ayuda.
— No le comprendo, señor.
— Ha estado hablando con un hombre en la torre de
observación, ¿verdad?
— Sí. Su nombre de pila es Jerril. No sé nada más de él.
— Su nombre no significa nada. Es agente de la Comisión de
Seguridad
Pública.
Le ha seguido desde el puerto espacial.
— Pero ¿por qué? No comprendo nada.
— ¿Le ha dicho el hombre de la torre algo sobre mí?
Gaal vaciló.
— Se refirió a usted como a Cuervo Seldon.
— ¿Le ha dicho por qué ?
— Ha dicho que predice el desastre.
— Así es. ¿Qué le parece Trántor?
Al parecer todo el mundo quería conocer su opinión sobre
Trántor. Gaal fue
incapaz de responder con otra palabra:
— Glorioso.
— Lo dice sin pensar. ¿Qué hay de la psicohistoria?
— No se me ha ocurrido aplicarla al problema.
20
— Al poco tiempo de trabajar conmigo, jovencito, aprenderá a
aplicar la
psicohistoria a todos los problemas como algo rutinario.
Observe. — Seldon extrajo
su calculadora de la bolsa del cinturón. La gente decía que
la guardaba debajo de la
almohada para usarla en momentos de debilidad. Su superficie
gris y brillante
estaba ligeramente desgastada por el uso. Los ágiles dedos
de Seldon, ahora
manchados por la edad, juguetearon a lo largo del duro
plástico que la bordeaba.
Unas cifras rojas surgieron del gris.
Dijo:
— Esto representa el estado del imperio en el momento
actual.
Aguardó.
Finalmente, Gaal dijo:
— Supongo que esto no es una representación completa.
— No, no es completa — dijo Seldon—. Me alegro de ver que no
acepta mi
palabra ciegamente. Sin embargo, es una aproximación que
servirá para demostrar
el problema.
¿Está de acuerdo con esto?
— Sujeto a mi posterior verificación de la derivación de la
función, sí. —
Gaal evitaba cuidadosamente una posible trampa.
— Bien. Añada a esto la conocida probabilidad del asesinato
imperial,
revuelta virreinal, la reaparición contemporánea de períodos
de depresión
económica, la disminución de las exploraciones planetarias,
el… Siguió hablando. A
cada punto mencionado, aparecían nuevas cifras, y se unían a
las funciones básicas
que aumentaban y cambiaban.
Gaal no le interrumpió más que una vez.
— No comprendo la validez de esta transformación de
conjunto.
Seldon la repitió más lentamente. Gaal dijo:
— Pero esto se hace por medio de una socio— operación
prohibida.
— Bien. Es usted rápido, pero no lo bastante. No está
prohibida en esta
conexión.
Dé jeme hacerlo por expansiones.
El procedimiento fue mucho más largo, y, una vez terminado,
Gaal dijo,
humildemente:
— Sí, ahora lo comprendo. Al fin, Seldon se detuvo.
— Esto es Trántor dentro de cinco siglos. ¿Cómo lo
interpreta usted? ¿Eh? —
Ladeó la cabeza y aguardó.
Gaal dijo, con incredulidad:
— ¡ Una destrucción total! Pero…, pero esto es imposible.
Trántor nunca ha
sido… Seldon se hallaba dominado por la intensa excitación
de un hombre que sólo
ha envejecido de cuerpo.
— Vamos, vamos. Ha visto cómo hemos obtenido el resultado.
Tradúzcalo a
palabras. Olvide e l simbolismo por un momento.
Gaal dijo:
— A medida que Trántor se especializa más, es más
vulnerable, menos
capaz de defenderse a sí mismo. Además, a medida que se
convierte cada vez más
en el centro administrativo del imperio, su precio aumenta.
A medida que la
21
sucesión imperial se hace más incierta, y los feudos
pertenecientes a grandes
familias más agresivos, la responsabilidad social
desaparece.
— Es suficiente. ¿Y qué hay de la probabilidad numérica de
una destrucción
total dentro de cinco siglos?
— No lo sé.
— Seguramente podrá realizar una diferenciación de campo.
Gaal se sintió presionado. No le fue ofrecida la
calculadora. Se hallaba a
unos centímetros de sus ojos. Calculó furiosamente y la
frente se le perló de sudor.
— ¿Cerca de un 85%?
— No está mal — indicó Seldon, echando hacia afuera el labio
inferior—,
pero no es exacto. La cifra actual es el 92,5%.
— ¿Así que le llaman Cuervo Seldon? Nunca había leído tal
cosa en los
periódicos — dijo Gaal.
— Claro que no. Es algo impublicable. ¿Supone que el imperio
expondría su
debilidad de esta manera? Esto no es más que una
demostración muy sencilla de la
psicohistoria. Lo que ocurre es que nuestros resultados se
han filtrado entre la
aristocracia.
— Mala cosa.
— No necesariamente. Todo está previsto.
— Pero ¿es ésta la razón de que me investiguen?
— Sí. Están investigando todo lo que concierne a mi
proyecto.
— ¿Se encuentra usted en peligro, señor — Oh, sí. Existe la
probabilidad de
un 1,7 % de que me ejecuten, aunque esto no detendría el
proyecto. También
hemos previsto esta eventualidad. Bueno, no importa.
Supongo que mañana se reunirá conmigo en la universidad, no
es así?
— En efecto — repuso Gaal.
5
COMISIÓN DE SEGURIDAD PÚBLICA — … La camarilla aristocrática
subió al
poder después del asesinato de Cleón I, último de los Entum.
En general, formaron
un núcleo de orden durante los siglos de inestabilidad e
incertidumbre del imperio.
Habitualmente, bajo el control de las grandes familias de
los Chen y los
Divart, degeneró 22 eventualmente en un instrumento ciego
para mantener el statu
quo… No fueron completamente apartados del poder en el
estado hasta la
coronación del último emperador totalitario, Cleón II. El
primer presidente de la
Comisión… … En cierto modo, el principio de la decadencia de
la Comisión puede
situarse en el proceso de Hari Seldon dos años antes del
comienzo de la Era
Fundacional. Este proceso está descrito en la biografía de
Hari Seldon escrita por
Gaal Dornick…
Enciclopedia Galáctica.
22
Gaal no acudió a su cita. A la mañana siguiente un zumbido
amortiguado le
despertó. Contestó, y la voz del conserje, tan apagada,
corté s y modesta como
debía ser, le informó que estaba detenido bajo las órdenes
de la Comisión de
Seguridad Pública.
Gaal se precipitó hacia la puerta y descubrió que ya no
estaba abierta. No
podía hacer otra cosa más que vestirse y esperar.
Fueron a buscarle y le llevaron a otro lugar, pero seguía
estando detenido.
Le hicieron preguntas con la mayor educación. Todo era muy
civilizado. Él explicó
que pertenecía a la provincia de Synnax; que había asistido
a esta y aquella escuela
y obtenido un diploma de doctor en matemáticas en tal y tal
fecha. Había solicitado
un puesto entre el personal del doctor Seldon y le habían
aceptado. Dio estos
detalles una y otra vez; y ellos volvieron a la pregunta de
su unión al Proyecto
Seldon una y otra vez.
Cómo se había enterado de él; cuáles serían sus deberes; qué
instrucciones
secretas había recibido; de qué se trataba.
Contestó que no lo sabía. No tenía instrucciones secretas.
Era un erudito y
un matemático. La política no le interesaba.
Y finalmente el amable inquisidor le preguntó :
— ¿Cuándo tendrá lugar la destrucción de Trántor?
Gaal titubeó.
— Yo no sé calcularlo.
— ¿Y otros?
— ¿Cómo podría hablar por otra persona? — Se sintió
acalorado; demasiado
acalorado.
El inquisidor preguntó :
— ¿Le ha hablado alguien de dicha destrucción; ha
establecido una fecha? —
Y como el joven vacilara, continuó — : Le han seguido, doctor.
Estábamos en el
aeropuerto cuando usted llegó; en la torre de observación
cuando esperaba la hora
de la cita; y, naturalmente, pudimos oír su conversación con
el doctor Seldon.
Gaal repuso:
— Pues ya conocen su opinión sobre la materia.
— Es posible. Pero nos gustaría que usted nos la dijera.
— Opina que Trántor será destruido dentro de cinco siglos.
— ¿Lo ha demostrado — uh— matemáticamente?
— Sí, lo ha hecho… insolentemente.
— Usted mantiene que — uh— las matemáticas son válidas,
¿verdad?
— Si el doctor Seldon lo sostiene, es que lo son.
— En ese caso, volveremos.
— Espere. Tengo derecho a un abogado. Reclamo mis derechos
como
ciudadano imperial.
— Los tendrá.
Y los tuvo.
23
El hombre que entró era muy alto, un hombre cuyo rostro
parecía estar
hecho de rayas verticales y tan delgado que uno se
preguntaba si habría espacio en
él para una sonrisa.
Gaal alzó la vista. Estaba desaliñado y cansado. Habían
ocurrido muchas
cosas, a pesar de no hacer más de treinta horas que se
hallaba en Trántor.
El hombre dijo:
— Soy Lors Avakim. El doctor Seldon me ha elegido para
representarle.
—¿De verdad? Bueno, entonces, escuche. Solicito una
apelación instantánea
al emperador. Me retienen sin ninguna causa. Soy inocente de
todo. De todo. —
Extendió las manos, con las palmas hacia abajo—. Tiene que
conseguir una
audiencia con el emperador, inmediatamente.
Avakim vaciaba con cuidado sobre el suelo el contenido de
una cartera
plana. Si Gaal no hubiera estado tan excitado, habría
reconocido unas formas
legales Cellomet, delgadas como el metal y adhesivas,
adaptadas para la inserción
dentro del reducido tamaño de una cápsula personal. También
habría reconocido
una grabadora de bolsillo.
Avakim, sin prestar atención al acceso de cólera de Gaal,
finalmente levantó
la vista. Dijo:
— Naturalmente, la Comisión grabará nuestra conversación. Va
contra la
ley, pero lo hará n, de todos modos.
Gaal apretó los dientes.
— Sin embargo — y Avakim se sentó deliberadamente—, la
grabadora que
tengo sobre la mesa, que es una grabadora completamente
normal y también hace
su función, tiene la propiedad adicional de suprimir toda
transmisión. Es algo que
no averiguarán enseguida.
— Así que puedo hablar.
— Naturalmente.
— Pues quiero una audiencia con el emperador.
Avakim sonrió con frialdad, y quedó demostrado que, después
de todo,
había espacio suficiente en su delgado rostro. Se le
arrugaron las mejillas para
dejar el espacio.
Dijo:
— Es usted de provincias.
— No por eso dejo de ser ciudadano imperial. Lo soy tanto
como usted o
cualquiera de esa Comisión de Seguridad Pública.
— Sin duda; sin duda. A lo que me refiero es que, como
provinciano, no
comprende la vida de Trántor tal como es. El emperador no
concede audiencias.
— ¿A qué otra persona se puede recurrir? ¿Hay algún otro
procedimiento?
— Ninguno. No hay recurso posible en un sentido práctico.
Legalmente,
puede apelar al emperador pero no obtendrá ninguna
audiencia. Hoy el emperador
no es el emperador de una dinastía Entum, ya lo sabe. Me
temo que Trántor esté
en manos de las familias aristocráticas miembros de las
cuales componen la
Comisión de Seguridad Pública. Éste es un desarrollo que la
psicohistoria ha
predicho muy bien.
Gaal dijo:
— ¿De verdad? En este caso, si el doctor Seldon puede
predecir la historia
de Trántor con quinientos arios de adelanto…
24
— Puede predecirla con mil quinientos años de adelanto…
— Digamos con diez mil quinientos. ¿Por qué no pudo predecir
ayer los
acontecimientos de esta mañana y advertirme? No, lo siento.
— Gaal se sentó y
apoyó la cabeza sobre una palma sudorosa—. Comprendo muy
bien que la
psicohistoria es una ciencia estadística y no puede predecir
el futuro de un solo
hombre con exactitud. Comprenderá que esté trastornado.
— Pero se equivoca. El doctor Seldon sabía que usted sería
arrestado esta
mañana.
— ¿Qué?
— Es desagradable, pero cierto. La Comisión se ha mostrado
cada vez más
hostil hacia sus actividades. Se ha interferido con los
nuevos miembros que se
unían al grupo de un modo alarmante. Las gráficas
demostraban que, para
nuestros propósitos, era mejor provocar un clímax. La
Comisión actuaba con
demasiada lentitud, así que el doctor Seldon fue a verle
ayer con la intención de
forzarles a actuar. Por ninguna otra razón.
Gaal contuvo el aliento.
— Me ofende que…
— Por favor. Es necesario. No le escogieron por ninguna
razón personal.
Debe comprender que los planes del doctor Seldon, que han
sido realizados con las
matemáticas desarrolladas de más de dieciocho años, incluyen
todas las
eventualidades con probabilidades importantes. Ésta es una
de ellas. Me han
enviado aquí con el único propósito de asegurarle que no
debe tener miedo. Todo
acabará bien; es casi seguro respecto al proyecto; y
razonablemente probable
respecto a usted.
— ¿Cuáles son las cifras? — inquirió Gaal.
— Para el proyecto, más del 99,9%.
— ¿Y para mí?
— Me han dicho que la probabilidad es del 77,2%.
— Entonces tengo más de una probabilidad entre cinco que me
sentencien a
prisión o a muerte.
— Esta última posibilidad está por debajo del uno por
ciento.
— ¿Lo cree así? Los cálculos sobre un solo hombre no
significan nada. Diga
al doctor Seldon que venga a verme.
— Desgraciadamente, no puedo. El doctor Seldon También ha
sido
arrestado.
La puerta se abrió de pronto antes de que Gaal pudiera hacer
otra cosa que
articular el principio de un grito. Entró un guardia, se
acercó a la mesa, cogió la
grabadora, la miró por todos lados y se la metió en el
bolsillo.
Avakim dijo sosegadamente:
— Necesito ese aparato.
— Ya le daremos otro, abogado, uno que no provoque un campo
estático.
— En este caso, mi entrevista ha concluido.
Gaal contempló cómo salía de la habitación y se encontró
solo.
25
6
El proceso (Gaal suponía que aquello lo era, aunque
legalmente tenía pocas
similitudes con las elaboradas técnicas sobre las que Gaal
había leído) no duró
mucho.
Estaba en su tercer día. Sin embargo, Gaal ya no podía
recordar su
comienzo.
A él no le habían molestado mucho. La artillería pesada
había caído sobre el
propio doctor Seldon. Sin embargo, Hari Seldon continuaba
imperturbable. Para
Gaal, era el único centro de estabilidad que quedaba en el
mundo.
Los espectadores eran pocos y todos habían sido extraídos de
entre los
barones del imperio. La prensa y el público estaban
excluidos, y era dudoso que el
público en general supiera siquiera que se llevaba a cabo un
juicio contra Seldon.
La atmósfera era de oculta hostilidad hacia los acusados.
Cinco miembros de la Comisión de Seguridad Pública estaban
sentados
detrás de la mesa. Llevaban uniformes de color escarlata y
oro y los brillantes
birretes de plástico que eran el distintivo de su función
judicial. En el centro estaba
el presidente de la Comisión, Linge Chen. Gaal nunca había
visto un señor tan
importante y le miraba con fascinación. Chen, a lo largo de
un proceso, raramente
pronunciaba una sola palabra.
Demostraba que hablar mucho estaba por debajo de su
dignidad.
El abogado de la Comisión consultó sus notas y el
interrogatorio prosiguió,
con Seldon aún en el estrado.
P. Veamos, doctor Seldon. ¿Cuántos hombres componen en este
momento
el proyecto que usted dirige?
R. Cincuenta matemáticos.
P. ¿Incluyendo al doctor Gaal Dornick?
R. El doctor Dornick es el que hace cincuenta y uno.
P. Oh, ¡así que tenemos cincuenta y uno! Haga memoria,
doctor Seldon. ¿No
habrá cincuenta y dos o cincuenta y tres? ¿O quizá incluso
más?
R. El doctor Dornick aún no se ha incorporado formalmente a
mi
organización.
Cuando lo haga, el número de miembros será de cincuenta y
uno. Ahora es
de cincuenta, como ya he dicho.
P. ¿No serán unos cien mil?
R. ¿Matemáticos? No.
P. No he dicho que fueran matemáticos. ¿Son cien mil en
total?
R. En total, su cifra es posible que sea correcta.
P. ¿Es posible? Yo digo que es así. Digo que los hombres de
su proyecto son
noventa y ocho mil quinientos setenta y dos.
R. Me parece que está contando a mujeres y niños.
P. (Alzando la voz.) Noventa y ocho mil quinientos setenta y
dos individuos
es lo que pretendía decir. No hay necesidad de subterfugios.
R. Acepto las cifras.
26
P. (Consultando sus notas.) Olvidé monos de esto por el
momento, pues, y
dediqué monos a otra cuestión que ya hemos discutido
exhaustivamente.
¿Quiere repetirnos, doctor Seldon, sus ideas respecto al
futuro de Trántor?
R. He dicho, y lo repito, que Trántor quedará convertido en
ruinas dentro de
cinco siglos.
P. ¿No considera que su declaración es desleal?
R. No, señor. La verdad científica está más allá de toda
lealtad y deslealtad.
P. ¿Está seguro de que su declaración representa la verdad
científica?
R. Lo estoy.
P. ¿En qué se basa?
R. En las matemáticas de la psicohistoria.
P. ¿Puede demostrar que estas matemáticas son válidas?
R. Sólo a otro matemático.
P. (Con una sonrisa). Así pues, eso significa que su verdad
es de una
naturaleza tan esotérica que un hombre normal y corriente no
puede
comprenderla. A mí me parece que la verdad tendría que ser
mucho más
clara, menos misteriosa, más abierta a la mente.
R. No presenta ninguna dificultad para según qué mentes. Las
leyes físicas
de transferencia de energía, que conocemos como
termodinámica, han sido
claras y diáfanas durante toda la historia del hombre desde
edades míticas;
sin embargo, debe de haber gente que, en la actualidad, no
sería capaz de
dibujar un motor. También puede ocurrirle a gente de gran
inteligencia.
Dudo que los doctos comisionados… 28 En este punto, uno de
los
comisionados se inclinó hacia el abogado. No se oyeron sus
palabras, pero el
silbido de su voz reveló una cierta aspereza. El abogado se
sonrojó e
interrumpió a Seldon.
P. No estamos aquí para oír discursos; doctor Seldon.
Supongamos que ya
ha dado por demostrada su teoría. Permítame que señale la
posibilidad de
que sus predicciones de desastre estén destinadas a socavar
la confianza
pública en el Gobierno imperial por razones que sólo usted
conoce.
R. No es así.
P. Supongamos que usted declara que el período anterior a la
así llamada
ruina de Trántor estará lleno de desórdenes de diversos
tipos… R. Es
correcto.
P. Y que mediante esa mera predicción, usted espera
provocarlos, y tener un
ejército de cien mil hombres disponible.
R. En primer lugar, está usted equivocado. Y si no lo
estuviera, una
investigación le demostraría que en mi equipo no hay más de
diez mil
hombres en edad militar, y ninguno de ellos tiene
experiencia en armas.
P. ¿Actúa como agente de otro?
R. No estoy a sueldo de nadie, señor abogado.
P. ¿Es usted completamente desinteresado? ¿Está sirviendo a
la ciencia?
R. Sí.
P. Veamos cómo. ¿Puede cambiarse el futuro, doctor Seldon?
R. Evidentemente. Esta sala puede explotar dentro de pocas
horas, o no. Si
lo hiciera, el futuro cambiaría indudablemente en ciertos
aspectos ínfimos.
27
P. Esto son evasivas, doctor Seldon. ¿Puede cambiarse toda
la historia de la
raza humana?
R. Sí.
P. ¿Fácilmente?
R. No. Con gran dificultad.
P. ¿Por qué ?
R. La tendencia psicohistórica de un planeta lleno de gente
implica una gran
inercia. Para cambiarla debe encontrarse con algo que posea
una inercia
similar. O ha de intervenir muchísima gente o, si el número
de personas es
relativamente pequeño, se necesita un tiempo enorme para
cambiarlo. ¿Lo
comprende?
P. Creo que sí. Trántor no necesita sucumbir, si un gran
número de personas
deciden actuar de modo que no ocurra así.
R. Eso es.
P. ¿Unas cien mil personas?
R. No, señor. Eso es muy poco.
P. ¿Está seguro?
R. Considere que Trántor tiene una población de más de
cuarenta mil
millones.
Considere También que la tendencia que nos lleva a la ruina
no pertenece
únicamente a Trántor, sino a todo el imperio y éste contiene
cerca de mil
billones de seres humanos.
P. Comprendo. Entonces quizá cien mil personas puedan
cambiar la
tendencia, si ellos y sus descendientes trabajan durante
quinientos años.
R. Me temo que no. Quinientos años es muy poco tiempo.
P. Ah! En ese caso, doctor Seldon, sus declaraciones no
estaban
encaminadas a esta deducción. Ha reunido a cien mil personas
en los
confines de su proyecto. Son insuficientes para cambiar la
historia de
Trántor en quinientos años. En otras palabras, no pueden
evitar la
destrucción de Trántor hagan lo que hagan.
R. Desgraciadamente, tiene usted razón.
P. Y, por otro lado, sus cien mil personas no persiguen
ningún fin ilegal.
R. Exacto.
P. (Lentamente y con satisfacción.) En ese caso, doctor
Seldon… Preste
atención, señor, porque queremos una respuesta clara. ¿Para
qué servirán
sus cien mil personas?
La voz del abogado se hizo estridente. Había tendido la
trampa; logró
arrinconar a Seldon; apartarle de cualquier posibilidad de
respuesta.
Hubo un creciente zumbido de conversaciones en las líneas de
los nobles
que constituían la audiencia e incluso invadió la fila de
comisionados. Se inclinaron
unos hacia otros con sus uniformes de escarlata y oro; sólo
el presidente
permaneció impasible.
Hari Seldon no se alteró. Esperó a que cesaran los
murmullos.
28
R. Para reducir al mínimo los efectos de esa destrucción.
P. ¿A qué se refiere exactamente con esto?
R. La explicación es muy sencilla. La próxima destrucción de
Trántor no es
un suceso aislado del esquema del desarrollo humano. Será el
punto
culminante de un intrincado drama que empezó hace siglos y
acelera
continuamente su velocidad. Me refiero, caballeros, a la
continua decadencia
del imperio galáctico.
El zumbido se convirtió ahora en un sordo rugido. El
abogado, ignorado,
gritaba:
— Está declarando abiertamente que…
— y se interrumpió porque los gritos de « traición» que
lanzaba el auditorio
demostraban que se había llegado al punto deseado sin ningún
martillazo.
Lentamente, el presidente de la Comisión levantó el mazo y
lo dejó caer. El
sonido fue similar al de un melodioso gong. Cuando el eco
cesó, el parloteo de los
espectadores También lo hizo. El abogado respiró
profundamente.
P. (Teatralmente.) ¿Se da cuenta, doctor Seldon, de que está
hablando de
un imperio que existe desde hace doce mil años, a pesar de
todas las
vicisitudes de las generaciones, y que está respaldado por
los buenos deseos
y el amor de mil billones de seres humanos?
R. Estoy tan al corriente de la situación actual como de la
pasada historia del
imperio. Aunque no pretendo ser descortés, creo que la
conozco mejor que
cualquier otra persona de esta habitación.
P. ¿Y predice su ruina?
R. Es una predicción hecha por las matemáticas. No ningún
juicio moral.
Personalmente, lamento la perspectiva. Aunque se admitiera
que el imperio
no es conveniente (cosa que yo no hago), el estado de
anarquía que sea a
su caída sería aún peor. Es ese estado de anarquía lo ni
proyecto pretende
combatir. Sin embargo, la caída del imperio, caballeros, es
algo monumental
y no puede combatirse fácilmente. Está dictada por una
burocracia en
aumento, una recesión de la iniciativa, una congelación de
castas, un
estancamiento de la curiosidad… y muchos factores más. Como
ya he dicho,
hace siglos que se prepara algo demasiado grandioso para
detenerlo.
P. ¿No es algo evidente para todo el mundo que el imperio es
tan fuerte
como siempre?
R. La apariencia de fuerza no es más que una ilusión. Parece
tener que
durar siempre. No obstante, señor abogado, el tronco de
árbol podrido,
hasta el mismo momento en que menta lo parte en dos, tiene
toda la
apariencia de sólido que ha tenido siempre. Ahora la
tormenta se cierne
sobre mas del imperio. Escuche con los oídos de la
psicohistoria, y oirá el
crujido.
P. (Con inseguridad.) No estamos aquí, doctor Seldon, para
escu…
R. (Firmemente.) El imperio desaparecerá y con él todos los
dolores
positivos. Los conocimientos acumulados decaerán y el orden
que ha
impuesto se desvanecerá. Las guerras interestelares serán
interminables; el
comercio interestelar caerá; la población disminuirá; los
mundos perderán el
contacto con el núcleo de la Galaxia. Esto es lo que
sucederá.
29
P. (Una vocecita en medio de un basto silencio.) ¿Para
siempre?
R. La psicohistoria, que puede predecir la caída, puede
hacer declaraciones
respecto a las oscuras edades que resultará n. El imperio,
caballeros, tal
como se acaba de decir, ha durado doce mil años. Las oscuras
edades que
vendrán no durarán doce, sino treinta mil años. Sobrevendrán
un segundo
imperio, pero entre él y nuestras civilización habrá mil
generaciones de
humanidad doliente. Esto es lo que debemos combatir.
P. (Recuperándose un poco.) Se contradice a sí mismo. Antes
ha dicho que
no podía evitar la destrucción de Trántor; y por lo tanto,
su Caída; la así
llamada Caída del Imperio.
R. No estoy diciendo que podamos evitar la Caída. Pero aún
no es
demasiado tarde para acortar el interregno que seguirá. Es
posible,
caballeros, reducir la duración de anarquía a un solo
milenio, si mi grupo
recibe autorización para actuar ahora. Nos encontramos en un
delicado
momento de la historia. La enorme y arrolladora masa de los
acontecimientos puede ser desviada ligeramente, sólo
ligeramente. Puede
no ser mucho, pero puede ser suficiente para evitar
veintinueve mil años de
miseria de la historia humana.
P. ¿Cómo se propone hacerlo?
R. Salvando los conocimientos de la raza. La suma del saber
humano está
por encima de cualquier hombre; de cualquier número de
hombres. Con la
destrucción de nuestra estructura social, la ciencia se
romperá en millones
de trozos. Los individuos no conocerán más que facetas
sumamente
diminutas de lo que hay que saber. Serán inútiles e
ineficaces por sí mismos.
La ciencia, al no tener sentido, no se transmitirá. Estará
perdida a través de
las generaciones. Pero, si ahora preparamos un sumario
gigantesco de todos
los conocimientos, nunca se perderán. Las generaciones
futuras se basarán
en ellos, y no tendrán que volver a descubrirlo por sí
mismas. Un milenio
hará el trabajo de treinta mil años.
P. Todo esto…
R. Todo mi proyecto; mis treinta mil hombres con sus esposas
e hijos, se
dedican a la preparación de un Enciclopedia Galáctica. No la
terminarán
durante su vida. Yo ni siquiera viviré para ver cómo la
empiezan. Pero
cuando Trántor caiga, estará concluida y habrá ejemplares en
todas las
bibliotecas importantes de la Galaxia.
El presidente alzó el mazo y lo dejó caer. Hari Seldon
abandonó el estrado y
ocupó silenciosamente su lugar al lado de Gaal.
Sonrió y dijo:
— ¿Le ha gustado el espectáculo?
— Usted lo ha estropeado. Pero ¿qué ocurrirá ahora?
— Aplazarán el juicio y tratarán de llegar a un acuerdo
particular conmigo.
— ¿Cómo lo sabe?
Seldon repuso:
— Si he de serle sincero, no lo sé. Depende del presidente.
Le he estudiado
durante años enteros. He intentado analizar sus obras, pero
usted ya sabe lo
arriesgado que es introducir los caprichos de un individuo
en las ecuaciones
psicohistóricas. Sin embargo, tengo esperanzas.
30
7
Avakim se aproximó, hizo una inclinación de cabeza a Gaal y
cuchicheó algo
al oído de Seldon. Sonó el grito de aplazamiento, y los
guardias los separaron. Gaal
fue conducido fuera de la sala.
Las audiencias del día siguiente fueron completamente
distintas. Hari Seldon
y Gaal Dornick estuvieron solos con la Comisión. Estaban
sentados juntos ante una
mesa, con escasa separación entre los cinco jueces y los dos
acusados. Incluso les
ofrecieron cigarrillos de una caja de plástico iridiscente
que recordaba a un caudal
de agua corriente. No era más que una ilusión óptica, y los
dedos notaban una
superficie dura y seca.
Seldon aceptó uno; Gaal rehusó.
Seldon dijo:
— Mi abogado no está presente.
Un comisionado replicó :
— Esto ya no es un juicio, doctor Seldon. Estamos aquí para
hablar de la
seguridad del Estado.
Linge Chen dijo: « Yo hablaré », y los demás comisionados se
retreparon en
sus asientos, dispuestos a escuchar. Se formó el silencio
alrededor de Chen en
espera de sus palabras.
Gaal contuvo el aliento. Chen, enjuto y duro, menos viejo de
lo que
aparentaba, era el verdadero emperador de toda la Galaxia.
El niño que ostentaba
el título sólo era un símbolo fabricado por Chen, y no el
primero.
Chen dijo:
— Doctor Seldon, usted altera la paz del reino del
emperador. Ninguno de
los mil billones de seres que ahora viven entre todas las
estrellas de la Galaxia
vivirán dentro de un siglo. ¿Por qué, pues, vamos a
preocuparnos por sucesos que
ocurrirán dentro de cinco siglos?
— Yo no viviré más de media dé cada — dijo Seldon—, y, sin
embargo, es
algo que me preocupa tremendamente. Llámelo idealismo.
Llámelo una
identificación de mí mismo con esa generalización mística a
la que nos referimos
por el término de «hombre».
— No deseo tomarme la molestia de entender el misticismo.
¿Puede decirme
por qué no puedo desembarazarme de usted y de un incómodo e
innecesario futuro
a cinco siglos vista que yo nunca veré ejecutándole esta
noche?
— Hace una semana — dijo ligeramente Seldon—, podría haberlo
hecho y
quizá habría tenido una probabilidad entre diez de continuar
usted mismo con vida
hasta el final del año. Ahora, la probabilidad entre diez no
llega a una entre diez
mil.
Se oyeron respiraciones sonoras v movimientos intranquilos
entre la
concurrencia.
Gaal sintió que sus cortos cabellos le pinchaban la nuca.
Los párpados de
Chen bajaron un poco.
— ¿Cómo es eso? — inquirió.
— La caída de Trántor — dijo Seldon— no puede ser detenida
por ningún
esfuerzo concebible. No obstante, puede precipitarse
fácilmente. El relato de mi
juicio interrumpido se extenderá por toda la Galaxia. La
frustración de mis planes
31
para aligerar el desastre convencerá a la gente de que el
futuro no les deparará
nada bueno. Ya ahora recuerdan la vida de sus abuelos con
envidia. Verán que las
revoluciones políticas y los estancamientos comerciales
aumentarán. La Galaxia
será regida por la idea de que lo único que tendrá
importancia será lo que un
hombre pueda conseguir por sí mismo y en aquel mismo
momento. Los hombres
ambiciosos no esperarán y los poco escrupulosos no se
quedarán atrás. Por medio
de sus acciones precipitarán la decadencia de los mundos.
Hágame ejecutar y
Trántor no caerá dentro de cinco siglos, sino dentro de
cincuenta años, y usted,
usted mismo, dentro de un solo año.
Chen dijo:
— Éstas son palabras para asustar a los niños, pero su
muerte no es lo único
que nos proporcionaría una satisfacción.
Alzó la delgada mano que descansaba en unos documentos, de
modo que s
ó lo dos dedos tocaban ligeramente la hoja superior.
— Dígame — urgió—, ¿se dedicaría única y exclusivamente a
preparar esa
enciclopedia de la que nos ha hablado?
— Así es.
— ¿Y tiene que hacerlo en Trántor?
— Trántor, señor, posee la Biblioteca Imperial, así como las
eruditas fuentes
de la Universidad de Trántor.
Pero si usted estuviera en algún otro sitio, digamos en un
planeta donde la
prisa y distracciones de una metrópoli no interfirieran con
las reflexiones eruditas,
donde sus hombres pudieran dedicarse enteramente y por completo
a su trabajo,
¿no sería una gran ventaja?
— Es posible que nos reportara ventajas de poca importancia.
— Pues este mundo ya ha sido escogido. Podrá trabajar,
doctor, a su gusto
y con sus cien mil hombres a su alrededor. La Galaxia sabrá
que está usted
trabajando y luchando contra la Caída. Incluso les diremos
que impedirá la Caída.
— Sonrió —. Como yo no creo en tantas cosas, es difícil para
mí no creer tampoco
en la Caída, así que estoy enteramente convencido de que
diré la verdad al pueblo.
Y mientras tanto, doctor, usted no perturbará Trántor y no
habrá ninguna alteración
de la paz del emperador.
» La alternativa es la muerte para usted y para todos sus
seguidores. No
tomaré en cuenta sus anteriores amenazas. Tiene cinco
minutos a partir de este
momento para escoger entre la muerte y el exilio.
— ¿Cuál es el mundo elegido, señor? — preguntó Seldon.
— Me parece que se llama Términus — dijo Chen.
Negligentemente, dio la
vuelta a los documentos que tenía sobre la mesa para que
Seldon los viera—. No
está habitado, pero es habitable, y puede ser adaptado a las
necesidades de los
sabios. Está un poco aislado… Seldon le interrumpió.
— Está en el extremo de la Galaxia, señor.
— Como ya le he dicho, está un poco aislado. Es muy
apropiado para sus
necesidades de recogimiento. Vamos, le quedan dos minutos.
Seldon dijo:
— Necesitaremos tiempo para disponer el viaje. Hay veinte
mil familias
implicadas.
— Les daremos tiempo.
32
Seldon reflexionó un momento, y el último minuto empezó a
cumplirse.
_________________
____________________
___________________∞__
Es sabio
confesar que todas las cosas son uno
____________♫♫_____________
Sino
al logos
___________________________
____________________________
________s_____________________
No escuchándome a mí
Dijo:
— Acepto la muerte .
A Gaal le latió el corazón con fuerza al oír estas palabras.
Principalmente, se
sintió invadido por una tremenda angustia al pensar que habían ciado directamente a la
muerte. Pero dentro de este gran angustia sabía que de
alguna forma Seldon
no había sido
vencido.
8
Durante largo rato, guardaron silencio esperando a a la muerte pero Gaal aun no comprendia que Seldon
hacia vibrar los meta gramas lo que sucedió e ese silencio que Gaal comenzó a reflexionar interiormente
como si hablara con Seldon
Gaal se removió inquieto en su asiento. Dijo:
— ¿Por qué?
Seldon contestó:
—
Es la logo historia antes las ciencias llevaban
él logos por detrás no habíamos descubierto la voluntad de ser, ahora el Logos
se devela él se abisma en el padre, pero el padre lo cobija en su amor
espiritual, había que abismarnos al logos y que este nos cobijara en su amor ahí
escucharíamos los meta gramas
Ellos me hicieron sentir y supe que el imperio tenía que
caer y que el tiempo de oscuridad tenía que prolongarse porque solo en esa
oscuridad el logos nos revelaría al ser
______♫____ ∞
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____________________
__________○_______○___
____________________
__________________
♫
_______________
Aun no comprendes pero yo ya no seré más la peón de la reina
roja esta historia recién comienza yo
muero para vivir y guiarte a ti y a tu generación en el logos.
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