jueves, 4 de enero de 2024

Logo historia

 

Logo historia

 

HARI SELDON — … Nació el año 11988 de la Era Galáctica; falleció en

12069. Las fechas suelen expresarse en términos de la Era Fundacional en curso,

como –79 del año 1 E. F. Nacido en el seno de una familia de clase media en

Helicón, sector de Arturo (donde su padre, según una leyenda de dudosa

autenticidad, fue cultivador de tabaco en las plantas hidropónicas del planeta),

pronto demostró una sorprendente capacidad para las matemáticas. Las anécdotas

sobre su inteligencia son innumerables, y algunas contradictorias. Se dice que a la

edad de dos años… … Indudablemente sus contribuciones más importantes

pertenecen al campo de la psicohistoria, indudablemente para aquellos que no cono cieron la logo historia. Seldon conoció la logo historia después de conocer la psicohistoria, en su búsqueda por establecer la enciclopedia galáctica llego al planeta tierra y participo de la integración del cielo y la tierra en ese planeta explicar esto es un poco difícil veamos los niveles  de investigación  científica:

El Nivel de Investigación Exploratorio.

Se plantea cuando se observa un fenómeno, hecho o acontecimiento, que debe ser analizado, puede perfectamente nacer de la anécdota, aquí no hay preguntas que conduzcan a problemas precisos, se explora para conocer hechos, definirlos, interpretarlos y finalmente establecer reglas para reconocerlos.

El nivel exploratorio es fenomenológico porque apelando a la experiencia intuitiva o evidente por parte del observador, se plantea identificar nuevos problemas, hechos, fenómenos o acontecimientos, pueden ser nuevas enfermedades o nuevas situaciones que afecten a una población y que tendrán que ser analizadas para una posterior solución.

El nivel exploratorio es constructivista porque busca definir o conceptualizar a un nuevo problema, o a una enfermedad mediante un lenguaje refinado, en un sentido amplio, considerando la evolución del mismo, con consenso y de aceptación en el mundo globalizado, con la finalidad de dar inicio a una nueva línea de investigación.

El nivel exploratorio es hermenéutico, porque busca interpretar empíricamente el constructo, concepto o problema; busca dar una apreciación por parte del experto o especialista, para construir una teoría como un conjunto organizado de ideas que esclarezcan un fenómeno, deducidas a partir de la observación, la experiencia y el razonamiento lógico.

El nivel exploratorio es heurístico, porque establece reglas, protocolos, lineamientos, normas, para determinar la presencia del fenómeno en estudio, de modo que, cualquier investigador debidamente capacitado pueda repetir estos pasos, para verificar o diagnosticar la presencia del fenómeno, hecho o acontecimiento cuando esté frente al mismo.

 

Bien pues el nivel de investigación en la logo historia es noumenológico como el logos ya se ha revelado su integración con la voluntad  estalograda y se puede manejar la inversión del logos en voluntad y la conversión del a voluntad en logos, esto quiere decir que la palabra se hace materia y la materia se hace palabra , conseguir este estado de integración es muy difícil porque realmente es muy simple se trata de amar pero sin que ningún pensamiento bloque ese amor ni ninguna represión bloquee el instinto.

Es redeconstructivo devela todo el proceso del logos el dasein va al resein en una levedad del ser superando el sombra sein y luego va al sinsein superando el dasman  logrando la total construcción y la total destrucción.

Es revelado quiere decir que supera toda interpretación porque se logra la sintransferencia entre idea y materia la idea platónica siempre ha sido real, no es una representación es una presencia, se logra gracias a la síntesis ente la fenomenología y el psicoanálisis.

Es iluminador porque lo real se devela como luz luego de entrar en una oscuridad enorme.

 

La clave está  en el logos

 

Patentemente es ante todo Heráclito el primer pensador del lógos en la filosofía occidental, el que pensó el arjé como lógos. Se reconocerían en su pensamiento tres niveles del lógos: Primer nivel: hay un cosmos que está regido por el lógos, es decir, por una legalidad lógico-matemática, de la que nada se sustrae. Agreguemos que si hay un aforismo que el Oscuro de Éfeso nunca escribió, pero está a la base de todos sus aforismos, es que el cosmos es íntegramente lógos. Cabe aducir que este lógos heraclíteo es sui generis, ya que no expresa una armonía puramente formal, sino que es capaz de aunar los contrarios. En él, el día y la noche son uno, lo mismo vida y muerte, como también incluso bien y mal, justicia e injusticia. Ateniéndonos a la traducción de Conrado Eggers de la Edición Gredos, el aforismo 50 dice: «Cuando se escucha, no a mí, sino a la Razón, es sabio convenir en que todas las cosas son una» (Lfp, B 50).2 Lo que se expresa en este Fragmento vale a la vez como definitorio de la filosofía: ante todo se trata de escuchar al lógos. Así lo entiende también Heidegger, citándolo e interpretándolo tanto en el artículo Logos de Vortrâge und Aufsâtze (Conferencias y artículos) como en ¿Qué significa pensar? (II Parte) que, junto con Der Satz vom Grund (La proposición del fundamento) y 1 Nestle, Wilhelm, Vom Mythos zum Logos (Del mito al lógos), , Stuttgart: Kröner, 1942, «Einleitung» (Introducción»). 2 Los filósofos presocráticos, Introducciones, traducciones y notas de Conrado Eggers Lan y Victoria E. Julia, Madrid: Gredos, 1986, vol. 12. La concepción heideggeriana del logos de Heráclito 195 Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) su Lección final, la Lección XIII, constituyen los principales referentes de los alcances del logos en el pensamiento heideggeriano. Esto uno (el lógos) reúne los contrarios: «Guerra es padre de todos, rey de todos: a unos ha acreditado como dioses, a otros como hombres: a unos ha hecho esclavos, a otros libres» (Lfd, B 53). «El camino hacia arriba y hacia abajo es uno y el mismo» (Lfd, B 60). Y así como prematuramente en el inicio mismo de la filosofía occidental se observan rasgos teológico-negativos, a saber, ya en el propio Jenófanes de Colofón, así también en el Fragmento 32 en atención a la justificación de llamar y no llamar a lo Uno (el lógos) con el nombre de Zeus: «Uno, lo único sabio, quiere y no quiere ser llamado con el nombre de Zeus» (Lfp, B 32). El segundo nivel corresponde al logos cósmico universal y que equivale a su manifestación física. Esta corresponde al fuego (pyr) como el que hay en el sol y las estrellas. «Este mundo, él mismo para todos, ninguno de los dioses ni de los hombres lo ha hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto fuego siempre vivo, encendiéndose con medida y con medida apagándose» (Lfp, B 30). El tercer nivel refleja como ese lógos nos determina a nosotros como seres humanos, ya que justamente lo que nos define es que somos esencialmente racionales. Como observamos, somos poseedores de lógos en la medida en que estamos determinados por el lógos cósmico universal. En ello se manifiesta el cosmocentrismo que, en general, es característico de la filosofía griega. Pero ¿somos poseedores de lógos, como reza el zoón lógon éjon aristotélico, o estamos más bien poseídos por el lógos, como sería probablemente en Heráclito? Con Aristóteles, la vista sería el órgano de los sentidos más abarcante. Consideremos todas las diferencias que hacemos a través de la vista. Teniendo presente la Biología, y más precisamente la Oftalmología, podríamos decir, que en todo momento están activadas en la visión más de mil funciones. La vista, aparte de su función más propia (ver) tiene además relación con el dominio, incluso diríamos un dominio territorial del entorno en que se mueve el animal depredador con la focalización de su mirada, dominio que, a su vez, se expresa en mandatos, en órdenes que suele dar el amo, el señor o la autoridad nada más que con la mirada. El oído, en cambio, está directamente ligado a la capacidad 196 CRISTÓBAL HOLZAPFEL Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) de hablar, y por consiguiente al lenguaje, y junto con ello, a la música, y la cultura en su más amplio alcance.3 II En la mencionada Lección XIII de la obra de Heidegger sobre el principio de razón suficiente, basado en un seminario dictado en la Universidad de Friburgo en 1956, sostiene que el griego lógon didonai dice algo muy distinto de que el latino reddere rationem, traducido usualmente como ‘dar cuenta de algo’, y que está directamente relacionado con los alcances del principium rationis sufficientis de Leibniz en plena modernidad. El lógon didonai Heidegger lo entiende más bien en el sentido de un traer a la presencia, de un sacar a luz el fundamento, y junto con ello, el ser de algo. Ello nos muestra que desde antiguo ser y fundamento van juntos, están en una identidad inseparable. Dice Heidegger a propósito de esto: «En tanto cada ente está determinado por el ser, esto es, por el fundamentar, el ser es cada vez algo fundamentante y fundamentado, y esto de acuerdo a los distintos modos, cuya multiplicidad y origen no pueden ser abordados aquí».4 Y agrega más adelante: «Como lógos es el ser lo primero, desde dónde lo presente se presenta, en griego to próton ozen. «Lo primero desde dónde» es aquello, desde dónde cada cosa, que es, se inicia /anfângt/, y desde dónde permanece como lo inicial dominante; iniciar mienta en griego arjéin. El lógos se despliega así como proton ozen, vale decir, como arjé, dicho de modo latino-romano, como principium». Tengamos en cuenta que lógos, y en su traducción latina, ratio, admite, entre otros, dos posibilidades de traducción: como razón y como fundamento, diciéndose este último en alemán: Grund, y por eso la expresión del principium rationis sufficientis, en este idioma es: Der Satz vom Grund. Sin embargo, en la modernidad asistimos a un divorcio entre entre ser y lógos, y más precisamente, entre ser y ratio, entre ser y fundamento (Grund). Desde la perspectiva heideggeriana, en la modernidad se ha acentuado máximamente el olvido del ser, asistimos a una separación del ámbito representacional de lo que debería ser su origen, esto es, el ser. 3 Al respecto, Rivera, Jorge Eduardo, Itinerarium cordis, Santiago: Brickle Ediciones, 2006, IV «La riqueza del sentir». 4 Heidegger, Martin, Der Satz vom Grund, Pfullingen: Neske, 1971. Éste y demás textos citados son todos de la «Lección XIII», y la traducciones son mías. / Ed. cast.: La proposición del fundamento, trad. de Felix Duque y Jorge Pérez de Tudela, Barcelona: Serbal-Guitard, 1991. La concepción heideggeriana del logos de Heráclito 197 Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) En ello se muestra cierta coincidencia con el pensamiento de Michel Foucault de Las palabras y la cosas, y que concierne a lo que se considera ahí como la segunda episteme en su «arqueología del saber», vale decir, la que tiene que ver con la instauración de un espacio representacional, en el cual se establecen las condiciones para que, en cierto modo, algo tenga «derecho a ser», como espacio-tiempo, aceleración, velocidad, masa, volumen, etc., teniendo en cuenta ciertas variables de la Física moderna.5 Recordemos que en la episteme anterior, llamada «prosa del mundo», los signos estaban más bien alojados en las cosas, razón por la cual había que sumergirse en ellas para poder descifrarlas, incluyendo ello también, la posibilidad de desentrañar ciertos mensajes ocultos, como lo hacían en aquella era la mántica, la cábala, la videncia, la adivinanza, el vaticinio, la interpretación de vuelos o trinos de aves, y otros. Expresado esto mismo con Heidegger: «Cuando modernamente el ser es determinado trascendentalmente como objetualidad /Gegenständigkeit/ y ésta como condición de posibilidad del objeto, entonces desaparece a la par el ser en favor de aquello que se llama condición de posibilidad y que es de la naturaleza del fundamento racional y del fundamentar». Pues bien, si el lógos heraclíteo, aunque sea siguiendo el derrotero del olvido del ser, va a replantearse en el principio de razón suficiente de Leibniz, en el siglo XVII, partamos ahora por ver los alcances de este principio. En una de sus tantas expresiones en la obra de Leibniz, leemos en la Teodicea, I Parte, parágrafo 44: «/.../ principio de razón suficiente: que nunca acontece algo sin una causa o siquiera una razón determinada, esto es, sin una cierta razón a priori, por qué existe algo y no más bien no existe y por qué existe más bien de éste que de ningún otro modo. Este importante principio vale para todos los acontecimientos, y no se deja aducir ninguna prueba contraria».6 II Distinguimos tres estadios del principio de razón suficiente: 1. Estadio ontológico, de acuerdo al cual todas las cosas, el universo íntegro, se comporta como se comporta de acuerdo a este principio. Supongamos un huracán que se forma, cómo se agranda, su desplazamiento, hay razones 5 Foucault, Las palabras y las cosas, trad. de Cecilia Frost, Madrid: Siglo XXI, 1989, capítulo «Representar». 6 Leibniz, Theodizee, Edit. Insel, Frankfurt am Main, 1986, I Parte, # 44, trad.m./ Ed. cast.: Teodicea, # 44, en: Obras, Tomo V, trad. de Patricio Azcárate, Casa Editorial de Medina, s/a. 198 CRISTÓBAL HOLZAPFEL Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) para ello, dadas por las presiones, la temperatura, la época del año, la región geográfica, y demás. Y lo mismo todo cuanto sucede. En este estadio el principio, la ratio, el fundamentum, está en las cosas mismas al modo del lógos o razón que determinan que ellas sean como son. 2.Estadio epistemológico, de acuerdo al cual el principio determina el saber, el conocimiento y la ciencia, en cuanto a un volver a dar la razón suficiente o fundamento a lo que de por sí lo tiene en ello mismo. Si un científico explica que las fases de la luna se deben a su cambio de posición con respecto a la tierra y el sol, le vuelve a dar la razón - al menos suficiente - a ese fenómeno que, de por sí, la tiene de antemano. En otras palabras, no porque el científico de con esa razón suficiente la está creando, sino que la luna está desde tiempos inmemoriales mostrándose en distintas fases. Si en el estadio ontológico el principio actúa como fundamento que está en las cosas mismas y su entorno (el agua que se desplaza como se desplaza, el sonido que se comporta como se comporta, la luminosidad que es la tiene que haber en cualquier lugar y momento del Planeta o del universo en plenitud), el estadio epistemológico es más bien el de la fundamentación (cómo fundamenta el ser humano que la luminosidad es la que tiene que haber aquí o acullá, etc.). La mencionada fundamentación, en relación con el estadio ontológico del principio de razón suficiente, es en rigor un volver a dar el fundamento a lo que de por sí lo tiene en ello mismo. Por ejemplo, tales y cuales son las razones de acuerdo a las cuales hay aquí y en este momento la presión que hay, y por supuesto habría que señalar exactamente esas razones: frente frío o caliente en el Océano, vientos que van en tal dirección y de tal velocidad, etc. 3.Estadio existencial. Si decidimos, si hacemos, si evitamos algo, si nos interesa, nos motiva, nos inquieta, nos gusta o nos disgusta algo, en todo ello nos regimos por razones que deberían ser suficientes para ello. Aquí sólo relativamente hay un fundamento previo en las cosas, en cuanto a que, por ejemplo, evaluando cierta situación dada, tomamos una decisión. Éste es el motivo por el cual no hay aquí tampoco un volver a dar el fundamento, sino un simple dar el fundamento. Y agreguemos que sólo podemos dar propiamente el fundamento o razón, sobre la base de la libertad. ¿O no será al revés? Que, justamente somos libres porque podemos dar el fundamento a lo que sea y, digamos además, de modo variado, y hasta por capricho, antojo, porfía. Si fuera así, el estadio existencial constituiría a la vez una definición de la libertad del ser humano de hacer esto o lo otro. Pero, por decirlo así, y de modo capcioso, así como el color rojo no es rojo, así tampoco la libertad es libre. Al ser ella expresión también del principio de razón suficiente en su estadio existencial, ella requiere precisamente de principios, de razones, de fundamentos para validar lo que decidimos, pensamos e incluso recordamos, imaginamos y sentimos. La concepción heideggeriana del logos de Heráclito 199 Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) IV En el pensamiento de Heidegger detectamos al menos dos teorías del poder – que asunto aparte, habría que ver cómo con se concilian y complementan o no, una con otra: la primera la encontramos en Ser y tiempo y tiene el alcance de que el «se», el «man», el «se dice lo que se dice», «se hace lo que se hace», y otros, que rige sobre la cotidianidad. En cierto modo, el poder está aquí despersonalizado, porque es «todos», pero «nadie» a la vez; es simplemente el «se». Éste «prescribe la intepretación próxima del mundo y del ser-en-el mundo». 7 La segunda teoría remite a La proposición del fundamento, ya que el poder es aquí el del propio principio de razón suficiente que está detrás de toda forma particular de poder. Y este «poder» se explaya más precisamente como zustellen, ‘emplazar’. El principio, en cierto modo, «esgrimido» por cada cual, permite demandar de cada ente por qué es como es y se comporta como se comporta. Pero, agreguemos, habría otra forma, más radical y ontológicamente primaria de poder, y que es la propia del estadio ontológico del principio de razón suficiente, y que, por supuesto, el autor de este principio es la que más subraya, a saber, que el poder es el lógos mismo «en las cosas», como que éstas en todo lo que hacen, cómo cambian, cómo se mueven, se transforman, y otros, todo ello está enteramente regido por el lógos. Advirtamos que esto nos permite advertir el carácter absoluto del lógos. Los entes, las cosas, el mundo, todo lo que acontece, es lo que es, debido a él, siendo cada cosa en cierto modo su resultado, en buenas cuentas, el resultado de su determinación. Si el lógos sería de este modo «omnipotente», en ello radica también la explicación de su divinización, que ya se encontraría en el Evangelio de San Juan, y más tarde en distintos momentos de la filosofía medieval. Pero, con toda la omnipotencia del ser en tanto fundamento, ratio, lógos, y así se presenta en el pensamiento leibniciano, para Heidegger más bien se trata de que es propio del ser retirarse (sich entziehen). El ser supone no sólo revelación (Offenbarung), sino a la vez retiro (Entzug), y esto atañe por supuesto tanto al ser mismo, al ser de la plenitud, como al ser de cada cosa. Tanto de una persona como de una naranja, podemos decir que a la vez que se nos revelan, se nos ocultan, siendo el ser de ellas pues también retiro, y ello no como algo deliberado (como podría ser en el caso de una persona, porque es tímida, inhibida o introvertida, por ejemplo), sino porque el ser es siempre retiro. Heidegger: 7 Heidegger, Martin, Sein und Zeit, Tübingen: Niemeyer, 1977, parágrafo 27, p. 129. / Ed. cast.: Ser y tiempo, trad. de José Gaos, México: FCE, 1962. Tb.: Ser y tiempo, trad. de Jorge E. Rivera, Santiago: Universitaria, 1997. 200 CRISTÓBAL HOLZAPFEL Contrastes vol. XXII-Nº3 (2017) «Ocasionalmente en lo que nos condujo a decir claramente lo que quiere decir la historia del ser como la historia del destino del ser /Seinsgeschick/, se apuntó a que el ser en tanto se nos destina /uns zuschickt/y esplende /lichtet/ al mismo tiempo, se retira. El discurso del retiro permaneció oscuro y sonó para algún oído como una afirmación mística, no apoyada en nada concreto. Ahora podemos escuchar más claramente la palabra del retiro del ser. La palabra dice: el ser se oculta /verbirgt/ como ser, a saber, en su inicial /anfänglich/ copertenencia con el fundamento como lógos». El aludido retiro del ser como fundamento, podríamos decir que lo desfonda, lo deja sin fundamento. Con Heidegger se trata de que si todo tiene fundamento para ser lo que es y comportarse como se comporta, menos el propio fundamento. El fundamento es sin fundamento, es abismo. Con ello se descubre el abismo del ser /Abgrund des Seins/. Heidegger: «En tanto el ser se esencia /west/ como fundamento, él mismo carece de fundamento. Y esto, sin embargo, no porque se fundamente a sí mismo, sino porque cada fundamentación, también y precisamente aquella por sí mismo, no se le ajusta al ser como fundamento. Cada fundamentación, y cada apariencia de fundamentabilidad rebajaría al ser a algo ente. El ser queda como ser sin-fundamento /grund-los/. Del ser queda el fundamento, esto es, como un fundamento recién fundamentante, fuera y aparte /weg und ab/. Ser: el a-bismo /Ab-grund/». Digamos finalmente que mucho más en concordancia con la concepción del ser humano como «pastor del ser», el que cuida el ser, y que no está más empeñado en el dominio («El hombre no es más el Señor de la Tierra, sino el pastor del ser»), como lo expresa el pensador de la Selva Negra en la Carta sobre el «humanismo», está el alcance del ser como abismo y al mismo tiempo la escucha del lógos del aforismo 50 de Heráclito. 

 

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                               Es sabio confesar que todas las cosas son uno

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                      Sino al logos

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      No escuchándome a mí

   

 

 

Al final lo  que hay es un metagrama pocos escucharon a Heidegger cuando dijo que ya no somos los que dominamos sobre la tierra sino más bien estamos llamados a ser pastores del ser pero los que escucharon, escucharon al logos e inventaron este lenguaje meta musical donde solo hay intuiciones piensa en esas rayas como tus 7 chakras   pues bien el logos los esta tocando, así aprendió a comunicarse Seldon desde la eternidad a donde se retira el logos y desde ahí a alterar todos los sistemas Gaal Dornick, que, en su juventud, conoció a Seldon dos años antes de la muerte del gran matemático. También aprendió la meta música y entonces ya no hubo necesidad de una enciclopedia galáctica sino que lo se construyo fue un biotejido es decir un entrelazamiento espiritual como el que ahora estamos cosntruyendo contigo que lees este texto.

Biotejido

 

Se llamaba Gaal Dornick y no era más que un campesino que nunca había

visto Trántor.

Es decir, no realmente. Lo había visto muchas veces en el hipervídeo, y

ocasionalmente en enormes noticieros tridimensionales que informaban sobre una

coronación imperial o la apertura de un consejo galáctico. A pesar de haber vivido

siempre en el mundo de Synnax, que giraba alrededor de una estrella al borde del

Cúmulo Azul, no estaba desconectado de la civilización. En aquel tiempo, ningún

lugar de la Galaxia lo estaba.

Por aquel entonces, había cerca de veinticinco millones de planetas

habitados en la Galaxia, y absolutamente todos eran leales al imperio, con sede en

Trántor. Fueron los últimos cincuenta años en que pudo decirse tal cosa.

Para Gaal, aquel viaje era el punto culminante de su juventud y de su vida

estudiantil. Ya había salido al espacio con anterioridad, de modo que el viaje, en sí

mismo, no significaba gran cosa para él. En realidad, hasta entonces, sólo había ido

al único satélite de Synnax para obtener unos datos sobre la mecánica de los

desplazamientos meteóricos que necesitaba para una disertación; pero los viajes

espaciales eran exactamente iguales tanto si se recorría medio millón de kilómetros

como la misma cantidad de años luz.

Se había preparado un poco para el salto a través del hiperespacio, un

fenómeno que no se experimentaba en simples viajes interplanetarios. El salto

seguía siendo, y probablemente lo sería siempre, el único método práctico para

viajar a las estrellas. Los viajes a través del espacio ordinario no podían realizarse a

una velocidad superior a la de la luz ordinaria (un conocimiento científico que

formaba parte de las pocas cosas serias desde el olvidado amanecer de la historia

humana), y esto hubiera significado años de viaje para llegar incluso al sistema

habitado más cercano. A través del hiperespacio, esa inimaginable región que no

era ni espacio ni tiempo, ni materia ni energía, ni algo ni nada, se podía atravesar

 

2

 Todas las referencias a la Enciclopedia Galáctica. aquí reproducidas proceden de la 116° edición

publicada en 1020 E. F. por la compañía editora de la Enciclopedia Galáctica., Términus, con

autorización de los editores.

12

la Galaxia en toda su longitud en el intervalo comprendido entre dos instantes de

tiempo.

Gaal había esperado el primero de estos saltos con el temor contraído en la

boca del estómago, y no resultó ser más que una insignificante sacudida, una

conmoción interna sin importancia que cesó un instante antes de que pudiera darse

cuenta de haberla sentido. Eso fue todo.

Y después de eso, sólo quedó la nave, grande y brillante; la fría producción

de 12.000 años de progreso imperial; y él mismo, con su doctorado de

matemáticas recién obtenido y una invitación del gran Hari Seldon para ir a Trántor

y unirse al vasto y algo misterioso Proyecto Seldon.

Lo que Gaal aguardaba después de la decepción del salto era contemplar

Trántor por primera vez. No dejaba de entrar en el mirador. Las láminas de acero

se enrollaban en determinados momentos y él siempre estaba allí, contemplando el

frío brillo de las estrellas, admirando el increíble enjambre nebuloso de un racimo

de estrellas, como una conglomeración gigante de luciérnagas sorprendidas en

pleno vuelo y detenidas para siempre. En cierta ocasión vio « el frío humo de color

blanco azulado de una nebulosa a 10 cinco años luz de la nave, que se extendía

sobre la ventanilla como una mancha de leche distante, llenaba la habitación de un

matiz helado, y desaparecía de la vista dos horas después, tras un nuevo salto.

La primera visión del sol de Trántor fue la de una mota dura y blanca,

perdida completamente en una miríada de otras iguales, y sólo reconocible porque

estaba señalada en la guía de la nave. Las estrellas eran numerosas allí, en el

centro de la Galaxia. Pero a cada salto, su brillo se incrementaba, haciendo que el

resto se apagara, se enrareciera y empalideciera.

Un oficial se acercó diciendo:

— El mirador estará cerrado durante el resto del viaje. Prepárense para

aterrizar.

Gaal le siguió, y agarró la manga del uniforme blanco con el distintivo de la

nave espacial y el sol del imperio.

Preguntó :

— ¿No podrían dejarme? Me gustaría ver Trántor.

El oficial sonrió y Gaal se sonrojó ligeramente. Se le ocurrió pensar que

hablaba como un provinciano.

El oficial dijo:

— Aterrizaremos en Trántor mañana por la mañana.

— Me refería a que quiero verlo desde el espacio.

— Oh, lo siento, muchacho. Si esto fuera una nave de recreo no habría

inconveniente, pero estamos bajando en picado, de cara al sol. Seguramente no te

gustaría quedarte ciego, quemado y afectado por la radiación todo al mismo

tiempo, ¿verdad?

Gaal se alejó de él.

El oficial siguió hablando:

— De todos modos, Trántor no sería más que una mancha gris, muchacho.

¿Por qué no haces un viaje espacial turístico cuando llegues a Trántor? Son baratos.

Gaal miró hacia atrás.

— Muchísimas gracias.

13

Era infantil sentirse decepcionado; pero el infantilismo afecta casi con la

misma facilidad a un hombre que a un niño, y Gaal tenía un nudo en la garganta.

Nunca había visto Trántor extendido ante él en toda su magnitud, tan grande como

la vida, y no había creído tener que aguardar aún más.

2

La nave aterrizó en medio de numerosos ruidos. Hubo el lejano silbido de la

atmósfera hendida, que se deslizaba a lo largo del metal de la nave. Hubo el

monótono zumbido de los acondicionadores que luchaban contra el calor de la

fricción, y el rugido más amortiguado de los motores que aminoraban la velocidad.

Hubo el sonido humano de hombres y mujeres que se amontonaban en las salas de

desembarco y el crujido de grúas que levantaban el equipaje, el correo y el

cargamento hasta el gran eje de la nave, desde donde, más tarde, serían

trasladados a las plataformas de descarga.

Gaal experimentó una ligera sacudida indicadora de que la nave había

dejado de moverse con independencia propia. La gravedad de la nave hacía horas

que daba paso a la gravedad planetaria. Miles de pasajeros habían estado

pacientemente sentados en las salas de desembarco, que se balanceaban con

suavidad a impulsos de campos de fuerza para acomodar su orientación a la

dirección cambiante de las fuerzas gravitacionales.

Ahora descendían lentamente por las rampas que les llevarían a las grandes

y abiertas compuertas.

El equipaje de Gaal era mínimo. Permaneció junto al mostrador, mientras lo

examinaban rápida y expertamente, y lo ordenaban de nuevo. Su visado fue

inspeccionado y sellado. Él no prestó atención a nada.

¡Aquello era Trántor! El aire parecía un poco más denso y la gravedad algo

mayor que en su planeta de Synnax, pero ya se acostumbraría. Se preguntó si

llegaría a habituarse a la inmensidad.

El edificio de desembarco era enorme. El techo se perdía en las alturas. Gaal

pensó que las nubes casi podían formarse debajo de su inmensidad. No vio ninguna

pared; sólo hombres y mostradores y el suelo convergente que desaparecía a lo

lejos.

El hombre del mostrador habló de nuevo. Parecía molesto. Dijo:

— Siga adelante, Dornick.

Tuvo que abrir el visado y volver a mirarlo, para acordarse del nombre.

Gaal preguntó :

— ¿Dónde… dónde… ?

El hombre del mostrador señaló con el pulgar.

— Los taxis a la derecha y la tercera a la izquierda.

Gaal avanzó, y vio los brillantes rizos de aire suspendidos en la nada, que

decían:

TAXIS A TODAS DIRECCIONES.

Una figura surgió del anonimato y se detuvo frente al mostrador cuando

Gaal se iba. El hombre del mostrador alzó la mirada y asintió brevemente. La figura

asintió a su vez y siguió al recién llegado.

14

Llegó a tiempo de oír el destino de Gaal.

Gaal se encontró pegado a una barandilla.

Un pequeño letrero decía: SUPERVISOR. El hombre a quien se refería el

letrero no levantó la vista. Dijo:

— ¿Adónde?

Gaal no estaba seguro, pero incluso unos segundos de vacilación

significarían una cola de varios hombres detrás de él.

El supervisor levantó la mirada.

— ¿Adónde?

Los ahorros de Gaal eran escasos, pero sólo sería una noche y después

tendría un empleo. Trató de aparentar indiferencia.

— A un buen hotel, por favor.

El supervisor no se impresionó.

— Todos son buenos. Nómbreme uno.

Gaal dijo, desesperado:

— El que esté más cerca, por favor.

El supervisor apretó un botón. Una delgada línea de luz se formó en el suelo,

retorciéndose entre otras que brillaban y se apagaban, en diferentes colores e

intensidades. Gaal se encontró con un billete en las manos. Brillaba débilmente.

El supervisor dijo:

— Uno con doce.

Gaal rebuscó unas monedas. Dijo:

— ¿Por dónde he de ir?

— Siga la luz. El billete no dejará de brillar mientras vaya en la dirección

correcta.

Gaal levantó la vista y empezó a andar. Había centenares de personas que

se deslizaban por el vasto suelo, siguiendo su camino individual, esforzándose en

los puntos de intersección para llegar a sus respectivos destinos.

Su propio camino se terminó. Un hombre con un deslumbrante uniforme

azul y amarillo, hecho de plastrotextil a prueba de manchas, se hizo cargo de sus

dos bolsas.

— Línea directa al Luxor — dijo.

El hombre que seguía a Gaal lo oyó. También oyó que Gaal decía: «

Estupendo», y le vio entrar en el vehículo de proa achatada.

El taxi se elevó en línea recta. Gaal miró por la ventanilla curvada y

transparente, maravillado ante la sensación de volar dentro de una estructura

cerrada y asiéndose instintivamente al respaldo del asiento del conductor. La

inmensidad se contrajo y las personas se convirtieron en hormigas distribuidas

caprichosamente. El panorama se redujo aún más y empezó a deslizarse hacia

atrás.

Enfrente había una pared. Empezaba a gran altura y se alzaba hasta

perderse de vista. Estaba llena de agujeros, como bocas de túneles. El taxi de Gaal

se dirigió a uno y entró en él. Por un momento, Gaal se preguntó cómo podría su

conductor escoger uno en particular entre tantos otros.

15

Ahora sólo había oscuridad, sin otra cosa que la intermitencia de las señales

luminosas de colores para atenuar la penumbra. El aire vibraba con un ruido de

velocidad.

Entonces Gaal fue lanzado hacia adelante por la disminución de velocidad y

el taxi salió del túnel y descendió una vez más a nivel del suelo.

— El hotel Luxor — dijo el conductor, innecesariamente.

Ayudó a Gaal a bajar el equipaje, aceptó una propina de un décimo de

crédito con naturalidad, recogió a un pasajero que le esperaba, y volvió a elevarse.

Hasta entonces, desde el momento de desembarcar, no había divisado el

cielo.

3

TRÁNTOR — … Al comienzo del decimotercer milenio, esta tendencia alcanzó

su punto culminante. Como centro del Gobierno imperial durante ininterrumpidos

centenares de generaciones, y localizado, como estaba, en las regiones centrales

de la Galaxia, entre los mundos más densamente poblados e industrialmente

avanzados del sistema, no pudo dejar de ser el grupo humano más denso y rico

que la raza había visto jamás.

Su urbanización, en progreso continuo, había alcanzado el punto máximo.

Toda la superficie de Trántor, 1.200 millones de kilómetros cuadrados de extensión,

era una sola ciudad. La población, en su punto máximo, sobrepasaba los cuarenta

mil millones. Esta enorme población se dedicaba casi enteramente a las

necesidades administrativas del imperio, y eran pocos para las complicaciones de

dicha tarea. (Debe recordarse que la imposibilidad de una administración adecuada

del imperio galáctico bajo la poca inspirada dirección de los últimos emperadores

fue un considerable factor en la Caída.) Diariamente, flotas de decenas de miles de

naves llevaban el producto de veinte mundos agrícolas a las mesas de Trántor… Su

dependencia de los mundos exteriores en cuanto a alimentos, y, en realidad, todas

las necesidades de la vida, hicieron a Trántor cada vez más vulnerable a la

conquista por el bloqueo. Durante el último milenio del imperio, las numerosas y

hasta monótonas, revueltas hicieron conscientes de ello a un emperador tras otro,

y la política imperial se convirtió en poco más que la protección de la delicada

yugular de Trántor…

Enciclopedia Galáctica.

Gaal no estaba seguro de que el sol brillara ni, por lo tanto, de si era de día

o de noche. Le daba vergüenza preguntarlo. Todo el planeta parecía vivir bajo

metal. La comida que acababa de ingerir había sido calificada de almuerzo, pero

había muchos planetas que se regían por una escala temporal que no tomaba en

cuenta la alternancia quizá inconveniente del día y la noche. Las velocidades de

rotación planetarias diferían, y él no sabía cuál era la de Trántor.

Al principio, había seguido ansiosamente las indicaciones hacia el

«Solárium», no encontrando más que una cámara para tomar el sol bajo

16

radiaciones artificiales. No permaneció allí más que un momento, y después volvió

al vestíbulo principal del Luxor.

Se dirigió hacia el conserje.

— ¿Dónde puedo comprar un billete para un viaje turístico planetario?

— Aquí mismo.

— ¿A qué hora empieza?

— Acaba de perderlo. Mañana habrá otro. Compre el billete ahora y le

reservaremos una plaza.

Oh. Al día siguiente ya sería demasiado tarde. Al día siguiente tenía que

estar en la universidad. Preguntó : — ¿No hay una torre de observación… o algo

parecido? Quiero decir, al aire libre.

— ¡ Naturalmente! Puedo venderle un billete, si quiere. Será mejor que

compruebe si llueve o no. — Cerró un contacto a la altura del hombro y leyó las

letras que aparecieron en una pantalla esmerilada. Gaal las leyó con él.

El conserje dijo:

— Buen tiempo. Ahora que lo pienso, me parece que estamos en la estación

seca.

— Añadió, locuazmente—: Yo no me preocupo del exterior. La última vez

que salí al aire libre fue hace tres años. Lo ves una vez, sabes cómo es y eso es

todo. Aquí tiene su billete. Hay un ascensor especial en la parte posterior. Tiene un

letrero que dice: « A la torre». Tómelo.

El ascensor era uno de los que funcionaban por repulsión gravitatoria. Gaal

entró y otros se amontonaron detrás de él. El ascensorista cerró un contacto. Por

un momento, Gaal se sintió suspendido en el espacio cuando la gravedad llegó a

cero, v después recobró algo de su peso a medida que el ascensor aceleraba hacia

arriba. Siguió un repentino descenso de la velocidad y sus pies se alzaron del suelo.

Dejó escapar un grito contra su voluntad.

El ascensorista le dijo:

— Ponga los pies debajo de la barandilla. ¿No ve el letrero?

Los otros lo habían hecho así. Le miraban sonriendo mientras él trataba

frené tica y vanamente de descender por la pared. Sus zapatos se apretaban contra

la parte superior de las barandillas de cromo que se extendían por el suelo en

hileras paralelas separadas ligeramente entre sí. Al entrar se había fijado en ellas y

las había ignorado.

Entonces alguien alzó una mano y le estiró hacia abajo.

Logró articular las gracias al tiempo que el ascensor se detenía.

Salió a una terraza abierta bañada por un brillo blanco que le hirió la vista.

El hombre que le había ayudado en el ascensor estaba inmediatamente detrás de

él. Dijo, con amabilidad:

— Hay muchos asientos.

Gaal cerró la boca — la tenía abierta— y dijo:

— Así parece. — Se dirigió automáticamente hacia ellos y entonces se

detuvo.

Dijo:

— Si no le importa, me quedaré un momento junto a la barandilla. Quiero…

quiero mirar un poco.

17

El hombre le hizo una seña de asentimiento, con afabilidad, y Gaal se apoyó

sobre la barandilla, que le llegaba a la altura del hombro, y se sumió en el

panorama.

No pudo ver el suelo. Estaba perdido en las complejidades cada vez mayores

de las estructuras hechas por el hombre. No pudo ver otro horizonte más que el del

metal contra el cielo, que se extendía en la lejanía con un color gris casi uniforme,

y comprendió que así era en toda la superficie del planeta. Apenas se podía ver

ningún movimiento — unas cuantas naves de placer se recortaban contra el cielo—,

aparte del activo tráfico de los miles de millones de hombres que se movían bajo la

piel metálica del mundo.

No se podía ver ningún espacio verde; nada de verde, nada de tierra,

ninguna otra vida más que la humana. En alguna parte de aquel mundo, pensó

vagamente, estaría el palacio del emperador enclavado en medio de ciento

cincuenta kilómetros de tierra natural, llena de árboles verdes y adornada de flores.

Era un pequeño islote en un océano de acero, pero no se veía desde donde él

estaba. Debía de hallarse a quince mil kilómetros de distancia. No lo sabía.

¡No podía esperar demasiado a hacer aquel viaje turístico!

Suspiró haciendo ruido; y se dio realmente cuenta de que al fin estaba en

Trántor; en el planeta que era el centro de toda la Galaxia y el núcleo de la raza

humana. No vio ninguna de sus debilidades. No vio aterrizar ninguna nave de

comida. No estaba enterado de la yugular que conectaba con delicadeza a los

cuarenta mil millones de Trántor con el resto de la Galaxia. Sólo era consciente de

la extrema proeza del hombre; la conquista completa y casi desdeñosamente final

de un mundo.

Se retiró de la barandilla con los ojos llenos de asombro. Su amigo del

ascensor le indicaba un asiento junto al suyo y Gaal lo ocupó.

El hombre sonrió.

— Me llamo Jerril. ¿Es la primera vez que visita Trántor?

— Sí, señor Jerril.

— Eso me había parecido. Jerril es mi nombre de pila. Trántor le gustará si

tiene un temperamento poético. Sin embargo, los trantorianos nunca suben aquí.

No les gusta; les pone nerviosos.

— ¡ Nerviosos! Por cierto, yo me llamo Gaal. ¿Por qué los pone nerviosos? Es

formidable.

— Es cuestión de opiniones, Gaal. Si has nacido en un cubículo y crecido en

un pasillo, y trabajado en una celda, y pasado tus vacaciones en una habitación

solar llena de gente, es lógico que la salida al aire libre y el panorama del cielo por

encima de tu cabeza te ponga nervioso. Obligan a los niños a subir aquí una vez al

año, desde que cumplen los cinco. No sé si les hace algún bien. En realidad; no

disfrutan mucho de ello y las primeras veces gritan como histéricos. Tendrían que

empezar en cuanto aprenden a andar y venir aquí una vez por semana.

Prosiguió:

— Claro que, en realidad, no importa. ¿Y si nunca en su vida salen al

exterior? Son felices ahí abajo y administran el imperio. ¿A qué altura cree que

estamos?

— ¿A mil quinientos metros? — Se preguntó si habría sido un ingenuo.

Debió serlo, pues Jerril se echó a reír. Dijo:

— No. Sólo a ciento cincuenta.

— ¿Qué ? Pero el ascensor tardó unos…

18

— Lo sé. Pero ha empleado la mayor parte del tiempo en llegar al nivel del

suelo.

Trántor está excavado a más de dos mil metros de profundidad. Es como un

iceberg.

Nueve dé cimas partes están ocultas. Incluso se extiende por terreno

suboceánico, al borde de la playa. De hecho, estamos tan abajo que podemos hacer

uso de la diferencia de temperatura entre el nivel del suelo y un par de kilómetros

más abajo para abastecernos de toda la energía que necesitamos. ¿Lo sabía?

— No. Pensaba que utilizaban generadores ató micos.

— Lo hacíamos, pero esto es más barato.

— Me lo imagino.

— ¿Qué le parece? — Por un momento, la afabilidad del hombre se

transformó en astucia. Parecía casi ladino.

Gaal titubeó.

— Formidable — repitió.

— ¿Está aquí de vacaciones? ¿De viaje? ¿De visita a los lugares de interés?

— No exactamente. Por lo menos, siempre había deseado venir a Trántor,

pero mi razón principal para este viaje es hacerme cargo de un empleo.

— ¿De verdad?

Gaal se vio obligado a dar más explicaciones.

— Un empleo en el proyecto del doctor Seldon, en la Universidad de Trántor.

— ¿Cuervo Seldon?

— No, no. Yo me refiero a Hari Seldon; el psicohistoriador Seldon. No

conozco a ningún Cuervo Seldon.

— Hari es el que yo quiero decir. Le llaman Cuervo. Es una especie de jerga,

¿sabe? No deja de predecir el desastre.

— ¿De verdad? — Gaal estaba literalmente asombrado.

— Seguramente, usted debe saberlo. Jerril no sonreía—. Ha venido para

trabajar con él, ¿no?

— Bueno, sí, soy matemático. ¿Por qué predice el desastre? ¿Qué clase de

desastre?

— Y a usted, ¿qué le parece?

— No tengo ni la menor idea. He leído los documentos publicados por el

doctor Seldon y su grupo. Versan sobre teoría matemática.

— Los que publican, sí.

Gaal se sintió molesto. Dijo:

— Bien, vuelvo a mi cuarto. He estado encantado de conocerle.

Jerril alzó la mano indiferentemente en señal de despedida.

Gaal encontró a un hombre aguardándole en su habitación. Por un

momento, la sorpresa le impidió pronunciar el inevitable: « ¿qué hace usted aquí?»,

que acudió a sus labios.

El hombre se levantó. Era viejo y casi calvo y cojeaba ligeramente, pero

tenía los ojos penetrantes y azules.

19

— Soy Hari Seldon — dijo un instante antes de que el perplejo cerebro de

Gaal recordara su rostro por las muchas veces que lo había visto en fotografías.

4

PSICOHISTORIA — … Gaal Dornick, utilizando conceptos no matemáticos, ha

definido la psicohistoria como la rama de las matemáticas que trata sobre las

reacciones de conglomeraciones humanas ante determinados estímulos sociales y

económicos… Implícita en todas estas definiciones está la suposición de que el

número de humanos es suficientemente grande para un tratamiento estadístico

válido. El tamaño necesario de tal número puede ser determinado por el primer

teorema de Seldon, que… Otra suposición necesaria es que el conjunto humano

debe desconocer el análisis psicohistórico a fin de que su reacción sea

verdaderamente casual… La base de toda psicohistoria válida reside en el desarrollo

de las funciones Seldon, que exponen propiedades congruentes a las de tales

fuerzas sociales y económicas como…

Enciclopedia Galáctica.

— Buenas tardes, señor — dijo Gaal—. Yo… yo…

— Usted no creía que fuéramos a vernos antes de mañana, ¿verdad?

Normalmente, así hubiera tenido que ser. La cuestión es que, si vamos a utilizar

sus servicios, hemos de actuar con rapidez. Cada vez es más difícil obtener ayuda.

— No le comprendo, señor.

— Ha estado hablando con un hombre en la torre de observación, ¿verdad?

— Sí. Su nombre de pila es Jerril. No sé nada más de él.

— Su nombre no significa nada. Es agente de la Comisión de Seguridad

Pública.

Le ha seguido desde el puerto espacial.

— Pero ¿por qué? No comprendo nada.

— ¿Le ha dicho el hombre de la torre algo sobre mí?

Gaal vaciló.

— Se refirió a usted como a Cuervo Seldon.

— ¿Le ha dicho por qué ?

— Ha dicho que predice el desastre.

— Así es. ¿Qué le parece Trántor?

Al parecer todo el mundo quería conocer su opinión sobre Trántor. Gaal fue

incapaz de responder con otra palabra:

— Glorioso.

— Lo dice sin pensar. ¿Qué hay de la psicohistoria?

— No se me ha ocurrido aplicarla al problema.

20

— Al poco tiempo de trabajar conmigo, jovencito, aprenderá a aplicar la

psicohistoria a todos los problemas como algo rutinario. Observe. — Seldon extrajo

su calculadora de la bolsa del cinturón. La gente decía que la guardaba debajo de la

almohada para usarla en momentos de debilidad. Su superficie gris y brillante

estaba ligeramente desgastada por el uso. Los ágiles dedos de Seldon, ahora

manchados por la edad, juguetearon a lo largo del duro plástico que la bordeaba.

Unas cifras rojas surgieron del gris.

Dijo:

— Esto representa el estado del imperio en el momento actual.

Aguardó.

Finalmente, Gaal dijo:

— Supongo que esto no es una representación completa.

— No, no es completa — dijo Seldon—. Me alegro de ver que no acepta mi

palabra ciegamente. Sin embargo, es una aproximación que servirá para demostrar

el problema.

¿Está de acuerdo con esto?

— Sujeto a mi posterior verificación de la derivación de la función, sí. —

Gaal evitaba cuidadosamente una posible trampa.

— Bien. Añada a esto la conocida probabilidad del asesinato imperial,

revuelta virreinal, la reaparición contemporánea de períodos de depresión

económica, la disminución de las exploraciones planetarias, el… Siguió hablando. A

cada punto mencionado, aparecían nuevas cifras, y se unían a las funciones básicas

que aumentaban y cambiaban.

Gaal no le interrumpió más que una vez.

— No comprendo la validez de esta transformación de conjunto.

Seldon la repitió más lentamente. Gaal dijo:

— Pero esto se hace por medio de una socio— operación prohibida.

— Bien. Es usted rápido, pero no lo bastante. No está prohibida en esta

conexión.

Dé jeme hacerlo por expansiones.

El procedimiento fue mucho más largo, y, una vez terminado, Gaal dijo,

humildemente:

— Sí, ahora lo comprendo. Al fin, Seldon se detuvo.

— Esto es Trántor dentro de cinco siglos. ¿Cómo lo interpreta usted? ¿Eh? —

Ladeó la cabeza y aguardó.

Gaal dijo, con incredulidad:

— ¡ Una destrucción total! Pero…, pero esto es imposible. Trántor nunca ha

sido… Seldon se hallaba dominado por la intensa excitación de un hombre que sólo

ha envejecido de cuerpo.

— Vamos, vamos. Ha visto cómo hemos obtenido el resultado. Tradúzcalo a

palabras. Olvide e l simbolismo por un momento.

Gaal dijo:

— A medida que Trántor se especializa más, es más vulnerable, menos

capaz de defenderse a sí mismo. Además, a medida que se convierte cada vez más

en el centro administrativo del imperio, su precio aumenta. A medida que la

21

sucesión imperial se hace más incierta, y los feudos pertenecientes a grandes

familias más agresivos, la responsabilidad social desaparece.

— Es suficiente. ¿Y qué hay de la probabilidad numérica de una destrucción

total dentro de cinco siglos?

— No lo sé.

— Seguramente podrá realizar una diferenciación de campo.

Gaal se sintió presionado. No le fue ofrecida la calculadora. Se hallaba a

unos centímetros de sus ojos. Calculó furiosamente y la frente se le perló de sudor.

— ¿Cerca de un 85%?

— No está mal — indicó Seldon, echando hacia afuera el labio inferior—,

pero no es exacto. La cifra actual es el 92,5%.

— ¿Así que le llaman Cuervo Seldon? Nunca había leído tal cosa en los

periódicos — dijo Gaal.

— Claro que no. Es algo impublicable. ¿Supone que el imperio expondría su

debilidad de esta manera? Esto no es más que una demostración muy sencilla de la

psicohistoria. Lo que ocurre es que nuestros resultados se han filtrado entre la

aristocracia.

— Mala cosa.

— No necesariamente. Todo está previsto.

— Pero ¿es ésta la razón de que me investiguen?

— Sí. Están investigando todo lo que concierne a mi proyecto.

— ¿Se encuentra usted en peligro, señor — Oh, sí. Existe la probabilidad de

un 1,7 % de que me ejecuten, aunque esto no detendría el proyecto. También

hemos previsto esta eventualidad. Bueno, no importa.

Supongo que mañana se reunirá conmigo en la universidad, no es así?

— En efecto — repuso Gaal.

5

COMISIÓN DE SEGURIDAD PÚBLICA — … La camarilla aristocrática subió al

poder después del asesinato de Cleón I, último de los Entum. En general, formaron

un núcleo de orden durante los siglos de inestabilidad e incertidumbre del imperio.

Habitualmente, bajo el control de las grandes familias de los Chen y los

Divart, degeneró 22 eventualmente en un instrumento ciego para mantener el statu

quo… No fueron completamente apartados del poder en el estado hasta la

coronación del último emperador totalitario, Cleón II. El primer presidente de la

Comisión… … En cierto modo, el principio de la decadencia de la Comisión puede

situarse en el proceso de Hari Seldon dos años antes del comienzo de la Era

Fundacional. Este proceso está descrito en la biografía de Hari Seldon escrita por

Gaal Dornick…

Enciclopedia Galáctica.

22

Gaal no acudió a su cita. A la mañana siguiente un zumbido amortiguado le

despertó. Contestó, y la voz del conserje, tan apagada, corté s y modesta como

debía ser, le informó que estaba detenido bajo las órdenes de la Comisión de

Seguridad Pública.

Gaal se precipitó hacia la puerta y descubrió que ya no estaba abierta. No

podía hacer otra cosa más que vestirse y esperar.

Fueron a buscarle y le llevaron a otro lugar, pero seguía estando detenido.

Le hicieron preguntas con la mayor educación. Todo era muy civilizado. Él explicó

que pertenecía a la provincia de Synnax; que había asistido a esta y aquella escuela

y obtenido un diploma de doctor en matemáticas en tal y tal fecha. Había solicitado

un puesto entre el personal del doctor Seldon y le habían aceptado. Dio estos

detalles una y otra vez; y ellos volvieron a la pregunta de su unión al Proyecto

Seldon una y otra vez.

Cómo se había enterado de él; cuáles serían sus deberes; qué instrucciones

secretas había recibido; de qué se trataba.

Contestó que no lo sabía. No tenía instrucciones secretas. Era un erudito y

un matemático. La política no le interesaba.

Y finalmente el amable inquisidor le preguntó :

— ¿Cuándo tendrá lugar la destrucción de Trántor?

Gaal titubeó.

— Yo no sé calcularlo.

— ¿Y otros?

— ¿Cómo podría hablar por otra persona? — Se sintió acalorado; demasiado

acalorado.

El inquisidor preguntó :

— ¿Le ha hablado alguien de dicha destrucción; ha establecido una fecha? —

Y como el joven vacilara, continuó — : Le han seguido, doctor. Estábamos en el

aeropuerto cuando usted llegó; en la torre de observación cuando esperaba la hora

de la cita; y, naturalmente, pudimos oír su conversación con el doctor Seldon.

Gaal repuso:

— Pues ya conocen su opinión sobre la materia.

— Es posible. Pero nos gustaría que usted nos la dijera.

— Opina que Trántor será destruido dentro de cinco siglos.

— ¿Lo ha demostrado — uh— matemáticamente?

— Sí, lo ha hecho… insolentemente.

— Usted mantiene que — uh— las matemáticas son válidas, ¿verdad?

— Si el doctor Seldon lo sostiene, es que lo son.

— En ese caso, volveremos.

— Espere. Tengo derecho a un abogado. Reclamo mis derechos como

ciudadano imperial.

— Los tendrá.

Y los tuvo.

23

El hombre que entró era muy alto, un hombre cuyo rostro parecía estar

hecho de rayas verticales y tan delgado que uno se preguntaba si habría espacio en

él para una sonrisa.

Gaal alzó la vista. Estaba desaliñado y cansado. Habían ocurrido muchas

cosas, a pesar de no hacer más de treinta horas que se hallaba en Trántor.

El hombre dijo:

— Soy Lors Avakim. El doctor Seldon me ha elegido para representarle.

—¿De verdad? Bueno, entonces, escuche. Solicito una apelación instantánea

al emperador. Me retienen sin ninguna causa. Soy inocente de todo. De todo. —

Extendió las manos, con las palmas hacia abajo—. Tiene que conseguir una

audiencia con el emperador, inmediatamente.

Avakim vaciaba con cuidado sobre el suelo el contenido de una cartera

plana. Si Gaal no hubiera estado tan excitado, habría reconocido unas formas

legales Cellomet, delgadas como el metal y adhesivas, adaptadas para la inserción

dentro del reducido tamaño de una cápsula personal. También habría reconocido

una grabadora de bolsillo.

Avakim, sin prestar atención al acceso de cólera de Gaal, finalmente levantó

la vista. Dijo:

— Naturalmente, la Comisión grabará nuestra conversación. Va contra la

ley, pero lo hará n, de todos modos.

Gaal apretó los dientes.

— Sin embargo — y Avakim se sentó deliberadamente—, la grabadora que

tengo sobre la mesa, que es una grabadora completamente normal y también hace

su función, tiene la propiedad adicional de suprimir toda transmisión. Es algo que

no averiguarán enseguida.

— Así que puedo hablar.

— Naturalmente.

— Pues quiero una audiencia con el emperador.

Avakim sonrió con frialdad, y quedó demostrado que, después de todo,

había espacio suficiente en su delgado rostro. Se le arrugaron las mejillas para

dejar el espacio.

Dijo:

— Es usted de provincias.

— No por eso dejo de ser ciudadano imperial. Lo soy tanto como usted o

cualquiera de esa Comisión de Seguridad Pública.

— Sin duda; sin duda. A lo que me refiero es que, como provinciano, no

comprende la vida de Trántor tal como es. El emperador no concede audiencias.

— ¿A qué otra persona se puede recurrir? ¿Hay algún otro procedimiento?

— Ninguno. No hay recurso posible en un sentido práctico. Legalmente,

puede apelar al emperador pero no obtendrá ninguna audiencia. Hoy el emperador

no es el emperador de una dinastía Entum, ya lo sabe. Me temo que Trántor esté

en manos de las familias aristocráticas miembros de las cuales componen la

Comisión de Seguridad Pública. Éste es un desarrollo que la psicohistoria ha

predicho muy bien.

Gaal dijo:

— ¿De verdad? En este caso, si el doctor Seldon puede predecir la historia

de Trántor con quinientos arios de adelanto…

24

— Puede predecirla con mil quinientos años de adelanto…

— Digamos con diez mil quinientos. ¿Por qué no pudo predecir ayer los

acontecimientos de esta mañana y advertirme? No, lo siento. — Gaal se sentó y

apoyó la cabeza sobre una palma sudorosa—. Comprendo muy bien que la

psicohistoria es una ciencia estadística y no puede predecir el futuro de un solo

hombre con exactitud. Comprenderá que esté trastornado.

— Pero se equivoca. El doctor Seldon sabía que usted sería arrestado esta

mañana.

— ¿Qué?

— Es desagradable, pero cierto. La Comisión se ha mostrado cada vez más

hostil hacia sus actividades. Se ha interferido con los nuevos miembros que se

unían al grupo de un modo alarmante. Las gráficas demostraban que, para

nuestros propósitos, era mejor provocar un clímax. La Comisión actuaba con

demasiada lentitud, así que el doctor Seldon fue a verle ayer con la intención de

forzarles a actuar. Por ninguna otra razón.

Gaal contuvo el aliento.

— Me ofende que…

— Por favor. Es necesario. No le escogieron por ninguna razón personal.

Debe comprender que los planes del doctor Seldon, que han sido realizados con las

matemáticas desarrolladas de más de dieciocho años, incluyen todas las

eventualidades con probabilidades importantes. Ésta es una de ellas. Me han

enviado aquí con el único propósito de asegurarle que no debe tener miedo. Todo

acabará bien; es casi seguro respecto al proyecto; y razonablemente probable

respecto a usted.

— ¿Cuáles son las cifras? — inquirió Gaal.

— Para el proyecto, más del 99,9%.

— ¿Y para mí?

— Me han dicho que la probabilidad es del 77,2%.

— Entonces tengo más de una probabilidad entre cinco que me sentencien a

prisión o a muerte.

— Esta última posibilidad está por debajo del uno por ciento.

— ¿Lo cree así? Los cálculos sobre un solo hombre no significan nada. Diga

al doctor Seldon que venga a verme.

— Desgraciadamente, no puedo. El doctor Seldon También ha sido

arrestado.

La puerta se abrió de pronto antes de que Gaal pudiera hacer otra cosa que

articular el principio de un grito. Entró un guardia, se acercó a la mesa, cogió la

grabadora, la miró por todos lados y se la metió en el bolsillo.

Avakim dijo sosegadamente:

— Necesito ese aparato.

— Ya le daremos otro, abogado, uno que no provoque un campo estático.

— En este caso, mi entrevista ha concluido.

Gaal contempló cómo salía de la habitación y se encontró solo.

25

6

El proceso (Gaal suponía que aquello lo era, aunque legalmente tenía pocas

similitudes con las elaboradas técnicas sobre las que Gaal había leído) no duró

mucho.

Estaba en su tercer día. Sin embargo, Gaal ya no podía recordar su

comienzo.

A él no le habían molestado mucho. La artillería pesada había caído sobre el

propio doctor Seldon. Sin embargo, Hari Seldon continuaba imperturbable. Para

Gaal, era el único centro de estabilidad que quedaba en el mundo.

Los espectadores eran pocos y todos habían sido extraídos de entre los

barones del imperio. La prensa y el público estaban excluidos, y era dudoso que el

público en general supiera siquiera que se llevaba a cabo un juicio contra Seldon.

La atmósfera era de oculta hostilidad hacia los acusados.

Cinco miembros de la Comisión de Seguridad Pública estaban sentados

detrás de la mesa. Llevaban uniformes de color escarlata y oro y los brillantes

birretes de plástico que eran el distintivo de su función judicial. En el centro estaba

el presidente de la Comisión, Linge Chen. Gaal nunca había visto un señor tan

importante y le miraba con fascinación. Chen, a lo largo de un proceso, raramente

pronunciaba una sola palabra.

Demostraba que hablar mucho estaba por debajo de su dignidad.

El abogado de la Comisión consultó sus notas y el interrogatorio prosiguió,

con Seldon aún en el estrado.

P. Veamos, doctor Seldon. ¿Cuántos hombres componen en este momento

el proyecto que usted dirige?

R. Cincuenta matemáticos.

P. ¿Incluyendo al doctor Gaal Dornick?

R. El doctor Dornick es el que hace cincuenta y uno.

P. Oh, ¡así que tenemos cincuenta y uno! Haga memoria, doctor Seldon. ¿No

habrá cincuenta y dos o cincuenta y tres? ¿O quizá incluso más?

R. El doctor Dornick aún no se ha incorporado formalmente a mi

organización.

Cuando lo haga, el número de miembros será de cincuenta y uno. Ahora es

de cincuenta, como ya he dicho.

P. ¿No serán unos cien mil?

R. ¿Matemáticos? No.

P. No he dicho que fueran matemáticos. ¿Son cien mil en total?

R. En total, su cifra es posible que sea correcta.

P. ¿Es posible? Yo digo que es así. Digo que los hombres de su proyecto son

noventa y ocho mil quinientos setenta y dos.

R. Me parece que está contando a mujeres y niños.

P. (Alzando la voz.) Noventa y ocho mil quinientos setenta y dos individuos

es lo que pretendía decir. No hay necesidad de subterfugios.

R. Acepto las cifras.

26

P. (Consultando sus notas.) Olvidé monos de esto por el momento, pues, y

dediqué monos a otra cuestión que ya hemos discutido exhaustivamente.

¿Quiere repetirnos, doctor Seldon, sus ideas respecto al futuro de Trántor?

R. He dicho, y lo repito, que Trántor quedará convertido en ruinas dentro de

cinco siglos.

P. ¿No considera que su declaración es desleal?

R. No, señor. La verdad científica está más allá de toda lealtad y deslealtad.

P. ¿Está seguro de que su declaración representa la verdad científica?

R. Lo estoy.

P. ¿En qué se basa?

R. En las matemáticas de la psicohistoria.

P. ¿Puede demostrar que estas matemáticas son válidas?

R. Sólo a otro matemático.

P. (Con una sonrisa). Así pues, eso significa que su verdad es de una

naturaleza tan esotérica que un hombre normal y corriente no puede

comprenderla. A mí me parece que la verdad tendría que ser mucho más

clara, menos misteriosa, más abierta a la mente.

R. No presenta ninguna dificultad para según qué mentes. Las leyes físicas

de transferencia de energía, que conocemos como termodinámica, han sido

claras y diáfanas durante toda la historia del hombre desde edades míticas;

sin embargo, debe de haber gente que, en la actualidad, no sería capaz de

dibujar un motor. También puede ocurrirle a gente de gran inteligencia.

Dudo que los doctos comisionados… 28 En este punto, uno de los

comisionados se inclinó hacia el abogado. No se oyeron sus palabras, pero el

silbido de su voz reveló una cierta aspereza. El abogado se sonrojó e

interrumpió a Seldon.

P. No estamos aquí para oír discursos; doctor Seldon. Supongamos que ya

ha dado por demostrada su teoría. Permítame que señale la posibilidad de

que sus predicciones de desastre estén destinadas a socavar la confianza

pública en el Gobierno imperial por razones que sólo usted conoce.

R. No es así.

P. Supongamos que usted declara que el período anterior a la así llamada

ruina de Trántor estará lleno de desórdenes de diversos tipos… R. Es

correcto.

P. Y que mediante esa mera predicción, usted espera provocarlos, y tener un

ejército de cien mil hombres disponible.

R. En primer lugar, está usted equivocado. Y si no lo estuviera, una

investigación le demostraría que en mi equipo no hay más de diez mil

hombres en edad militar, y ninguno de ellos tiene experiencia en armas.

P. ¿Actúa como agente de otro?

R. No estoy a sueldo de nadie, señor abogado.

P. ¿Es usted completamente desinteresado? ¿Está sirviendo a la ciencia?

R. Sí.

P. Veamos cómo. ¿Puede cambiarse el futuro, doctor Seldon?

R. Evidentemente. Esta sala puede explotar dentro de pocas horas, o no. Si

lo hiciera, el futuro cambiaría indudablemente en ciertos aspectos ínfimos.

27

P. Esto son evasivas, doctor Seldon. ¿Puede cambiarse toda la historia de la

raza humana?

R. Sí.

P. ¿Fácilmente?

R. No. Con gran dificultad.

P. ¿Por qué ?

R. La tendencia psicohistórica de un planeta lleno de gente implica una gran

inercia. Para cambiarla debe encontrarse con algo que posea una inercia

similar. O ha de intervenir muchísima gente o, si el número de personas es

relativamente pequeño, se necesita un tiempo enorme para cambiarlo. ¿Lo

comprende?

P. Creo que sí. Trántor no necesita sucumbir, si un gran número de personas

deciden actuar de modo que no ocurra así.

R. Eso es.

P. ¿Unas cien mil personas?

R. No, señor. Eso es muy poco.

P. ¿Está seguro?

R. Considere que Trántor tiene una población de más de cuarenta mil

millones.

Considere También que la tendencia que nos lleva a la ruina no pertenece

únicamente a Trántor, sino a todo el imperio y éste contiene cerca de mil

billones de seres humanos.

P. Comprendo. Entonces quizá cien mil personas puedan cambiar la

tendencia, si ellos y sus descendientes trabajan durante quinientos años.

R. Me temo que no. Quinientos años es muy poco tiempo.

P. Ah! En ese caso, doctor Seldon, sus declaraciones no estaban

encaminadas a esta deducción. Ha reunido a cien mil personas en los

confines de su proyecto. Son insuficientes para cambiar la historia de

Trántor en quinientos años. En otras palabras, no pueden evitar la

destrucción de Trántor hagan lo que hagan.

R. Desgraciadamente, tiene usted razón.

P. Y, por otro lado, sus cien mil personas no persiguen ningún fin ilegal.

R. Exacto.

P. (Lentamente y con satisfacción.) En ese caso, doctor Seldon… Preste

atención, señor, porque queremos una respuesta clara. ¿Para qué servirán

sus cien mil personas?

La voz del abogado se hizo estridente. Había tendido la trampa; logró

arrinconar a Seldon; apartarle de cualquier posibilidad de respuesta.

Hubo un creciente zumbido de conversaciones en las líneas de los nobles

que constituían la audiencia e incluso invadió la fila de comisionados. Se inclinaron

unos hacia otros con sus uniformes de escarlata y oro; sólo el presidente

permaneció impasible.

Hari Seldon no se alteró. Esperó a que cesaran los murmullos.

28

R. Para reducir al mínimo los efectos de esa destrucción.

P. ¿A qué se refiere exactamente con esto?

R. La explicación es muy sencilla. La próxima destrucción de Trántor no es

un suceso aislado del esquema del desarrollo humano. Será el punto

culminante de un intrincado drama que empezó hace siglos y acelera

continuamente su velocidad. Me refiero, caballeros, a la continua decadencia

del imperio galáctico.

El zumbido se convirtió ahora en un sordo rugido. El abogado, ignorado,

gritaba:

— Está declarando abiertamente que…

— y se interrumpió porque los gritos de « traición» que lanzaba el auditorio

demostraban que se había llegado al punto deseado sin ningún martillazo.

Lentamente, el presidente de la Comisión levantó el mazo y lo dejó caer. El

sonido fue similar al de un melodioso gong. Cuando el eco cesó, el parloteo de los

espectadores También lo hizo. El abogado respiró profundamente.

P. (Teatralmente.) ¿Se da cuenta, doctor Seldon, de que está hablando de

un imperio que existe desde hace doce mil años, a pesar de todas las

vicisitudes de las generaciones, y que está respaldado por los buenos deseos

y el amor de mil billones de seres humanos?

R. Estoy tan al corriente de la situación actual como de la pasada historia del

imperio. Aunque no pretendo ser descortés, creo que la conozco mejor que

cualquier otra persona de esta habitación.

P. ¿Y predice su ruina?

R. Es una predicción hecha por las matemáticas. No ningún juicio moral.

Personalmente, lamento la perspectiva. Aunque se admitiera que el imperio

no es conveniente (cosa que yo no hago), el estado de anarquía que sea a

su caída sería aún peor. Es ese estado de anarquía lo ni proyecto pretende

combatir. Sin embargo, la caída del imperio, caballeros, es algo monumental

y no puede combatirse fácilmente. Está dictada por una burocracia en

aumento, una recesión de la iniciativa, una congelación de castas, un

estancamiento de la curiosidad… y muchos factores más. Como ya he dicho,

hace siglos que se prepara algo demasiado grandioso para detenerlo.

P. ¿No es algo evidente para todo el mundo que el imperio es tan fuerte

como siempre?

R. La apariencia de fuerza no es más que una ilusión. Parece tener que

durar siempre. No obstante, señor abogado, el tronco de árbol podrido,

hasta el mismo momento en que menta lo parte en dos, tiene toda la

apariencia de sólido que ha tenido siempre. Ahora la tormenta se cierne

sobre mas del imperio. Escuche con los oídos de la psicohistoria, y oirá el

crujido.

P. (Con inseguridad.) No estamos aquí, doctor Seldon, para escu…

R. (Firmemente.) El imperio desaparecerá y con él todos los dolores

positivos. Los conocimientos acumulados decaerán y el orden que ha

impuesto se desvanecerá. Las guerras interestelares serán interminables; el

comercio interestelar caerá; la población disminuirá; los mundos perderán el

contacto con el núcleo de la Galaxia. Esto es lo que sucederá.

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P. (Una vocecita en medio de un basto silencio.) ¿Para siempre?

R. La psicohistoria, que puede predecir la caída, puede hacer declaraciones

respecto a las oscuras edades que resultará n. El imperio, caballeros, tal

como se acaba de decir, ha durado doce mil años. Las oscuras edades que

vendrán no durarán doce, sino treinta mil años. Sobrevendrán un segundo

imperio, pero entre él y nuestras civilización habrá mil generaciones de

humanidad doliente. Esto es lo que debemos combatir.

P. (Recuperándose un poco.) Se contradice a sí mismo. Antes ha dicho que

no podía evitar la destrucción de Trántor; y por lo tanto, su Caída; la así

llamada Caída del Imperio.

R. No estoy diciendo que podamos evitar la Caída. Pero aún no es

demasiado tarde para acortar el interregno que seguirá. Es posible,

caballeros, reducir la duración de anarquía a un solo milenio, si mi grupo

recibe autorización para actuar ahora. Nos encontramos en un delicado

momento de la historia. La enorme y arrolladora masa de los

acontecimientos puede ser desviada ligeramente, sólo ligeramente. Puede

no ser mucho, pero puede ser suficiente para evitar veintinueve mil años de

miseria de la historia humana.

P. ¿Cómo se propone hacerlo?

R. Salvando los conocimientos de la raza. La suma del saber humano está

por encima de cualquier hombre; de cualquier número de hombres. Con la

destrucción de nuestra estructura social, la ciencia se romperá en millones

de trozos. Los individuos no conocerán más que facetas sumamente

diminutas de lo que hay que saber. Serán inútiles e ineficaces por sí mismos.

La ciencia, al no tener sentido, no se transmitirá. Estará perdida a través de

las generaciones. Pero, si ahora preparamos un sumario gigantesco de todos

los conocimientos, nunca se perderán. Las generaciones futuras se basarán

en ellos, y no tendrán que volver a descubrirlo por sí mismas. Un milenio

hará el trabajo de treinta mil años.

P. Todo esto…

R. Todo mi proyecto; mis treinta mil hombres con sus esposas e hijos, se

dedican a la preparación de un Enciclopedia Galáctica. No la terminarán

durante su vida. Yo ni siquiera viviré para ver cómo la empiezan. Pero

cuando Trántor caiga, estará concluida y habrá ejemplares en todas las

bibliotecas importantes de la Galaxia.

El presidente alzó el mazo y lo dejó caer. Hari Seldon abandonó el estrado y

ocupó silenciosamente su lugar al lado de Gaal.

Sonrió y dijo:

— ¿Le ha gustado el espectáculo?

— Usted lo ha estropeado. Pero ¿qué ocurrirá ahora?

— Aplazarán el juicio y tratarán de llegar a un acuerdo particular conmigo.

— ¿Cómo lo sabe?

Seldon repuso:

— Si he de serle sincero, no lo sé. Depende del presidente. Le he estudiado

durante años enteros. He intentado analizar sus obras, pero usted ya sabe lo

arriesgado que es introducir los caprichos de un individuo en las ecuaciones

psicohistóricas. Sin embargo, tengo esperanzas.

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7

Avakim se aproximó, hizo una inclinación de cabeza a Gaal y cuchicheó algo

al oído de Seldon. Sonó el grito de aplazamiento, y los guardias los separaron. Gaal

fue conducido fuera de la sala.

Las audiencias del día siguiente fueron completamente distintas. Hari Seldon

y Gaal Dornick estuvieron solos con la Comisión. Estaban sentados juntos ante una

mesa, con escasa separación entre los cinco jueces y los dos acusados. Incluso les

ofrecieron cigarrillos de una caja de plástico iridiscente que recordaba a un caudal

de agua corriente. No era más que una ilusión óptica, y los dedos notaban una

superficie dura y seca.

Seldon aceptó uno; Gaal rehusó.

Seldon dijo:

— Mi abogado no está presente.

Un comisionado replicó :

— Esto ya no es un juicio, doctor Seldon. Estamos aquí para hablar de la

seguridad del Estado.

Linge Chen dijo: « Yo hablaré », y los demás comisionados se retreparon en

sus asientos, dispuestos a escuchar. Se formó el silencio alrededor de Chen en

espera de sus palabras.

Gaal contuvo el aliento. Chen, enjuto y duro, menos viejo de lo que

aparentaba, era el verdadero emperador de toda la Galaxia. El niño que ostentaba

el título sólo era un símbolo fabricado por Chen, y no el primero.

Chen dijo:

— Doctor Seldon, usted altera la paz del reino del emperador. Ninguno de

los mil billones de seres que ahora viven entre todas las estrellas de la Galaxia

vivirán dentro de un siglo. ¿Por qué, pues, vamos a preocuparnos por sucesos que

ocurrirán dentro de cinco siglos?

— Yo no viviré más de media dé cada — dijo Seldon—, y, sin embargo, es

algo que me preocupa tremendamente. Llámelo idealismo. Llámelo una

identificación de mí mismo con esa generalización mística a la que nos referimos

por el término de «hombre».

— No deseo tomarme la molestia de entender el misticismo. ¿Puede decirme

por qué no puedo desembarazarme de usted y de un incómodo e innecesario futuro

a cinco siglos vista que yo nunca veré ejecutándole esta noche?

— Hace una semana — dijo ligeramente Seldon—, podría haberlo hecho y

quizá habría tenido una probabilidad entre diez de continuar usted mismo con vida

hasta el final del año. Ahora, la probabilidad entre diez no llega a una entre diez

mil.

Se oyeron respiraciones sonoras v movimientos intranquilos entre la

concurrencia.

Gaal sintió que sus cortos cabellos le pinchaban la nuca. Los párpados de

Chen bajaron un poco.

— ¿Cómo es eso? — inquirió.

— La caída de Trántor — dijo Seldon— no puede ser detenida por ningún

esfuerzo concebible. No obstante, puede precipitarse fácilmente. El relato de mi

juicio interrumpido se extenderá por toda la Galaxia. La frustración de mis planes

31

para aligerar el desastre convencerá a la gente de que el futuro no les deparará

nada bueno. Ya ahora recuerdan la vida de sus abuelos con envidia. Verán que las

revoluciones políticas y los estancamientos comerciales aumentarán. La Galaxia

será regida por la idea de que lo único que tendrá importancia será lo que un

hombre pueda conseguir por sí mismo y en aquel mismo momento. Los hombres

ambiciosos no esperarán y los poco escrupulosos no se quedarán atrás. Por medio

de sus acciones precipitarán la decadencia de los mundos. Hágame ejecutar y

Trántor no caerá dentro de cinco siglos, sino dentro de cincuenta años, y usted,

usted mismo, dentro de un solo año.

Chen dijo:

— Éstas son palabras para asustar a los niños, pero su muerte no es lo único

que nos proporcionaría una satisfacción.

Alzó la delgada mano que descansaba en unos documentos, de modo que s

ó lo dos dedos tocaban ligeramente la hoja superior.

— Dígame — urgió—, ¿se dedicaría única y exclusivamente a preparar esa

enciclopedia de la que nos ha hablado?

— Así es.

— ¿Y tiene que hacerlo en Trántor?

— Trántor, señor, posee la Biblioteca Imperial, así como las eruditas fuentes

de la Universidad de Trántor.

Pero si usted estuviera en algún otro sitio, digamos en un planeta donde la

prisa y distracciones de una metrópoli no interfirieran con las reflexiones eruditas,

donde sus hombres pudieran dedicarse enteramente y por completo a su trabajo,

¿no sería una gran ventaja?

— Es posible que nos reportara ventajas de poca importancia.

— Pues este mundo ya ha sido escogido. Podrá trabajar, doctor, a su gusto

y con sus cien mil hombres a su alrededor. La Galaxia sabrá que está usted

trabajando y luchando contra la Caída. Incluso les diremos que impedirá la Caída.

— Sonrió —. Como yo no creo en tantas cosas, es difícil para mí no creer tampoco

en la Caída, así que estoy enteramente convencido de que diré la verdad al pueblo.

Y mientras tanto, doctor, usted no perturbará Trántor y no habrá ninguna alteración

de la paz del emperador.

» La alternativa es la muerte para usted y para todos sus seguidores. No

tomaré en cuenta sus anteriores amenazas. Tiene cinco minutos a partir de este

momento para escoger entre la muerte y el exilio.

— ¿Cuál es el mundo elegido, señor? — preguntó Seldon.

— Me parece que se llama Términus — dijo Chen. Negligentemente, dio la

vuelta a los documentos que tenía sobre la mesa para que Seldon los viera—. No

está habitado, pero es habitable, y puede ser adaptado a las necesidades de los

sabios. Está un poco aislado… Seldon le interrumpió.

— Está en el extremo de la Galaxia, señor.

— Como ya le he dicho, está un poco aislado. Es muy apropiado para sus

necesidades de recogimiento. Vamos, le quedan dos minutos.

Seldon dijo:

— Necesitaremos tiempo para disponer el viaje. Hay veinte mil familias

implicadas.

— Les daremos tiempo.

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Seldon reflexionó un momento, y el último minuto empezó a cumplirse.

 

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                               Es sabio confesar que todas las cosas son uno

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                      Sino al logos

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      No escuchándome a mí

 

 

 

 

Dijo:

— Acepto la muerte .

A Gaal le latió el corazón con fuerza al oír estas palabras. Principalmente, se

sintió invadido por una tremenda angustia  al pensar que habían ciado directamente  a la

muerte. Pero dentro de este gran angustia sabía que de alguna forma   Seldon

no había  sido vencido.

8

Durante largo rato, guardaron silencio esperando a  a la  muerte pero Gaal aun no comprendia que Seldon hacia vibrar los meta gramas lo que sucedió e ese silencio  que Gaal comenzó a reflexionar interiormente como si hablara con Seldon

Gaal se removió inquieto en su asiento. Dijo:

— ¿Por qué?

Seldon contestó:

     Es la logo historia antes las ciencias llevaban él logos por detrás no habíamos descubierto la voluntad de ser, ahora el Logos se devela él se abisma en el padre, pero el padre lo cobija en su amor espiritual, había que abismarnos al logos y que este nos cobijara en su amor ahí escucharíamos los meta gramas  

Ellos me hicieron sentir y supe que el imperio tenía que caer y que el tiempo de oscuridad tenía que prolongarse porque solo en esa oscuridad el logos nos revelaría al ser

 

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Aun no comprendes pero yo ya no seré más la peón de la reina roja  esta historia recién comienza yo muero para vivir y guiarte a ti y a tu generación en el logos.