domingo, 18 de agosto de 2024

Metafísica de la violencia

 

Metafísica de la violencia  

¿El hombre es el único ser que se pregunta por el Ser?

 

 

No, solo lo hace Heidegger es más la metafísica no apertura la pregunta por el ser sino más bien la cancela, por esto se hace necesaria una metafísica de la violencia que apertura la pregunta por el ser.

En oriente esa pregunta se devela como absurda y también es cancelada, porque la pregunta por el ser es un obstáculo para ser, por esto la metafísica de la violencia, debe ser violentada.

La única valida razón que encuentro para toda metafísica, es la que encuentro para la mala hierba, así hacemos metafísica para arrancar la metafísica y así  poder hacer crecer la buena hierba.         

 

El primer Wells

Harris refiere que Oscar Wilde, interrogado acerca de Wells, respondió: "Un Julio Verne científico".

El dictamen es de 1899; se adivina que Wilde pensó menos en definir a Wells, o en aniquilarlo, que en pasar a otro tema. H. G. Wells y Julio Verne son ahora nombres incompatibles. Todos lo sentimos así, pero el examen de las intrincadas razones en que nuestro sentimiento se funda puede no ser inútil.

La más notoria de esas razones es de orden técnico. Wells (antes de resignarse a especulador sociológico) fue un admirable narrador, un heredero de las brevedades de Swift y de Edgar Allan Poe; Verne, un jornalero laborioso y risueño. Verne escribió para adolescentes; Wells, para todas las edades del hombre. Hay otra diferencia, ya denunciada alguna vez por el propio Wells: las ficciones de Verne trafican en cosas probables (un buque submarino, un buque más extenso que los de 1872, el descubrimiento del polo Sur, la fotografía parlante, la travesía de África en globo, los cráteres de un volcán apagado que dan al centro de la tierra); las de Wells en meras posibilidades (un hombre invisible, una flor que devora a un hombre, un huevo de cristal que refleja los acontecimientos de Marte), cuando no en cosas imposibles: un hombre que regresa del porvenir con una flor futura; un hombre que regresa de la otra vida con el corazón a la derecha, porque lo han invertido íntegramente, igual que en un espejo. He leído que Verne, escandalizado por las licencias que se permite The First Men in the Moon, dijo con indignación: «Il invente!»
Las razones que acabo de indicar me parecen válidas, pero no explican por qué Wells es infinitamente superior al autor de Héctor Servadac, así como también a Rosney, a Lytton, a Robert Paltock, a Cyrano o a cualquier otro precursor de sus métodos. La mayor felicidad de sus argumentos no basta a resolver el problema. En libros no muy breves, el argumento no puede ser más que un pretexto, o un punto de partida. Es importante para la ejecución de la obra, no para los goces de la lectura. Ello puede observarse en todos los géneros; las mejores novelas policiales no son las de mejor argumento. (Si lo fueran todos los argumentos, no existiría el Quijote y Shaw valdría menos que O'Neill). En mi opinión, la precedencia de las primeras novelas de Wells -The Island of Dr. Moreau, verbigracia, o The Invisible Man- se debe a una razón más profunda. No sólo es ingenioso lo que refieren; es también simbólico de procesos que de algún modo son inherentes a todos los destinos humanos. El acosado hombre invisible que tiene que dormir como con los ojos abiertos porque sus párpados no excluyen la luz es nuestra soledad y nuestro terror; el conventículo de monstruos sentados que gangosean en su noche un credo servil es el Vaticano y es Lhasa. La obra que perdura es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad; es todo para todos, como el Apóstol; es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo. Ello debe ocurrir, además, de un modo evanescente y modesto, casi a despecho del autor; éste debe aparecer ignorante de todo simbolismo. Con esa lúcida inocencia obró Wells en sus primeros ejercicios fantásticos, que son, a mi entender, lo más admirable que comprende su obra admirable.

Quienes dicen que el arte no debe propagar doctrinas, suelen referirse a doctrinas contrarias a las suyas. Desde luego, tal no es mi caso; agradezco y profeso casi todas las doctrinas de Wells, pero deploro que éste las intercalara en sus narraciones. Buen heredero de los nominalistas británicos, Wells reprueba nuestra costumbre de hablar de la tenacidad de «Inglaterra» o de las maquinaciones de «Prusia»; los argumentos contra esa mitología perjudicial me parecen irreprochables, no así la circunstancia de interpolarlos en la historia del sueño del señor Parham. Mientras un autor se limita a referir sucesos o a trazar los tenues desvíos de una conciencia, podemos suponerlo omnisciente, podemos confundirlo con el universo o con Dios; en cuanto se rebaja a razonar, lo sabemos falible. La realidad procede por hechos  y todos los hechos son inventados,  no por razonamientos; a Dios le toleramos que afirme "Soy El Que Soy" (Éxodo, 3, 14), no que declare y analice, como Hegel o Anselmo, el argumentum ontologicum. Dios no debe teologizar; el escritor no debe invalidar con razones humanas la momentánea fe que exige de nosotros el arte. Hay otro motivo, el autor que muestra aversión a un personaje parece no acabar de entenderlo, parece confesar que éste no es inevitable para él. Desconfiamos de su inteligencia, como desconfiaríamos de la inteligencia de un Dios que mantuviera cielos e infiernos. Dios, ha escrito Spinoza (Etica, 5,17), no aborrece a nadie y no quiere a nadie.

Como Quevedo, como Voltaire, como Goethe, como algún otro más, Wells es menos un literato que una literatura. Escribió libros gárrulos en los que de algún modo resurge la gigantesca felicidad de Charles Dickens, prodigó parábolas sociológicas, erigió enciclopedias, dilató las posibilidades de la novela, reescribió para nuestro tiempo el Libro de Job, esa gran imitación hebrea del diálogo platónico, redactó sin soberbia y sin humildad una autobiografía gratísima, combatió el comunismo, el nazismo y el cristianismo, polemizó (cortés y mortalmente) con Belloc, historió el pasado, historió el porvenir, registró vidas reales e imaginarias. De la vasta y diversa biblioteca que nos dejó, nada me gusta más que su narración de algunos milagros atroces: The Time Machine, The Island of Dr. Moreau, The Plattner Story, The First Men in the Moon. Son los primeros libros que yo leí; tal vez serán los últimos… pienso que habrán de incorporarse, como la fórmula de Teseo o la de Ahasverus, a la memoria general de la especie y que se multiplicarán en su ámbito, más allá de los términos de la gloria de quien los escribió, más allá de la muerte del idioma en que fueron escritos.

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Más siempre los imaginarios caen y dan paso a las metafísicas, ¿Se puede desde la metafísica construir nuevos imaginarios?  No sin matar toda metafísica Platón ya paso por todo esto en el hay una renuncia al logos para volver al mito  y es que nadie es más violento que Platón el  destruye su propia metafísica él es el gran violador metafísico, pero de esa violencia el mito llegara hasta el nuevo testamento cristiano y el logos a la lógica y metafísica aristotélica, por esto Nietzsche quiso matar a Platón y la única manera es la locura, el caos puro donde ni mito ni logos puedan sobrevivir más en Nietzsche el mito y el logos se multiplican ¿Así es mejor? No porque el logos cancela la pregunta por el ser  y el mito produce sentido ocultando el sin sentido   de todo imaginario, si vamos a producir un apocalipsis, desanudemos de una vez todo mito y todo logos ¿Qué hay detrás? Los misterios que solo se develan anudando, así que violentamos la multiplicidad para volver a la unidad , y la unidad para volverá a la multiplicidad, y la multiplicidad para volverá  al unidad y la unidad para volver a la multiplicidad ¿Que ganamos con todo esto? Pues con una guerra de imaginarios donde un mito destruya a otro y con una metafísica de la violencia donde una metafísica destruya a la otra  nos ganamos a nosotros mismos y con ellos el fin de toda guerra, de toda violencia, no porque aprendimos a respetar   el imaginario y el ideario del otro sino porque atravesamos los imaginarios e idearios y nos encontramos con el otro más allá  de todo imaginario y de toda idea.

 

Ahora repasemos toda la metafísica que debemos de destruir:

 

https://bibliotecaalfayomega.com/wp-content/uploads/2019/10/Grondin-Jean-Introduccion-A-La-Metafisica-copia.pdf?fbclid=IwY2xjawEu4zVleHRuA2FlbQIxMAABHe00x9UsDutAZvzT8rONdmGBU030XPZeEobcSZDbV0HkXfyGvn2eWwvu3w_aem_9IcbQzIeI4_TUqtkuh68Sg

 

 

Me dirán que dejar al hombre sin mitos y sin metafísicas es justamente dejar al hombre mismo porque el hombre es su imaginación y razón  y sobre todo la fe que pone en ellos  y yo les diré no propongo dejar de hacer mitos o metafísicas eso es imposible, propongo hacerlas y deshacerlas hasta que vuelvan a ser lo que son un juego de niños en el que  se oculta y devela   la eternidad.    

 

 

   

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