domingo, 4 de mayo de 2025

Yana o como superar a Aristóteles

 

Yana o como superar  a Aristóteles 

 

David GM

Christian Franco Rodriguez Hola Christian, en primer lugar quisiera enviar un saludo colmado de buenos deseos y en segundo lugar ser muy enfático en señalar que he establecido un diálogo contigo con el ánimo de trabajar desde la Filosofía política en vista a una transformación cualitativa de la conciencia de las masas. No en disputar quién es más loco o cuerdo o en subjetivizar el término. Independientemente de eso quiero dejar constancia de que la legitimación del poder pasa por la condensación concienzuda de quienes con ánimo altruista queremos participar.

En hora buena mencioné (antes de vuestro consejo en leer el diálogo entre el paladín y Ñunza) que había cometido una equivocación gramatical refiriéndome a la palabra conformamos añadiendo que debió ser CONTRARIAMOS. Y sí! personalmente considero que el sentido de la vida no está asociado a un egoísmo personal, materialista, consumista, que nuestra existencia como especie tiene muchas Bondades, virtudes y que la explotación desmesurada de los recursos naturales y la falta de respeto por la biodiversidad es un tipo de locura insostenible carente del sentir orgánico y organicista con la vida misma. En este sentido y siendo consciente de los muchos errores que como persona suelo tener (aunque me esfuerzo en cambiarlos) me gusta ser un médico Cuerdo del tejido Social y del cuerpo que como especie Constituimos. Sin embargo apesar de ser una tergiversación insostenible que raya en la locura (el hábito de consumo) es un trastorno derivado de la más cuerda nesecidad de supervivencia a través de la acumulación de bienes de vitales y de consumo por consiguiente del establecimiento de modelos económicos para la prolongación de la vida como especie y Respectivas estructuras características: familiares, grupales, Sociales, comunitarias etc.

Es bien sabido que la riqueza Cultural de los pueblos nativos latinoamericanos paso desapercibida por la imposición cultural, educativa, dogmática, técnico/científica de quienes instauraron a través del colonialismo las bases de la civilización occidental en América, sin embargo el grado de conciencia adquirido por el Hermano menor (Nosotros...haciendo referencia a la terminología usada por los Nativos de la Sierra Nevada de Santa Marta para referirse a los blancos, Colonos, criollos provenientes de la expansión cultural Europea y su respectiva Civilización) a llegado a unos niveles en donde la racionalidad científica occidental con seudónimos como New Age, propenden a cultivar e incorporar ciertos aportes constructivos Nativos, Autóctonos desapercibidos por varios siglos (como el Pachamamismo). El acoplamiento estructural (autopoiesis) es sin duda alguna, la base científica de la comunión, emancipación de los conflictos, diferencias civilizatorias y de la construcción asocioplurimulticultural que urge en el marco de las necesidades contemporáneas de la especie humana, una especie Tawantinsuyo en el sentido del sentir del otro y su incorporacion. Autopoiesis es una Terminología derivada del pensamiento occidental que cumple con todas las expectativas para garantizar la incorporación de tan sabías y aportantes cosmovisiónes divergentes (diversos autores hacen referencia de ella como por ejemplo Luhmann).

El Pachamamismo, wiracochismo, otras expresiones y cosmovisiónes mesoamericanas Incas, Mayas etc... bien pueden catalogarse en epistemologías del sur (Soussa Santos) precolombinas mesoamericanas como perspectivas alternativas y completamente al margen de la Civilización Occidental, y de ese Norte en el Sur, así mismo las perspectivas contemporáneas provenientes del Sur modernas son llamadas epistemologías del Sur.

Sea como sea, si suman y no restan (en el sentido favorable y emancipador para condensar legítimamente movimientos o criterios en favor de la solución de las Crisis sociales, Bienvenidos).

El altruismo Político y el acoplamiento estructural, son en orden de ideas un sentir y un pensar instrumentalmente racionalizado, verticalizando y estructurado que en este siglos debe legitimarse desde el consenso ideológico más que en la disputa de interéses.

Esta es mi retransferencia por ahora, puesto que también precisás de que lea sobre el Pachamamismo wiracochismo para el entendimiento de la locura...

Debo mencionar adicionalmente y para finalizar de momento mi intervención las siguientes preguntas:

Reflexionar sobre lo que es la Locura y su curación (según parece tenerla) no impide que te Autodenomines loco?

Tiene sentido saber la cura y seguir padeciendo la sintomatología? constatandola?

Ñunza menciona un tipo de Locura y tú mencionas que através del diálogo podemos encontrar la cura, que tipo de Locura reafirmas en ti si no es la de Ñunza?

Ciertamente la Fe sin argumentos y racionalidad puede conformar una enajenación enferma, estás de acuerdo con esa Locura?

Gracias y espero que recuerdes que yo no estoy disputando nada contigo, a diferencia tuya. Con todo respeto formuló las anteriores preguntas.

Cordial saludo Dios te Bendiga.

  

 

 

Christian Franco Rodriguez

David GM Gracias por la paciencia, ¿Realmente no estas disputando nada conmigo? : en primer lugar quisiera enviar un saludo colmado de buenos deseos y en segundo lugar ser muy enfático en señalar que he establecido un diálogo contigo con el ánimo de trabajar desde la Filosofía política en vista a una transformación cualitativa de la conciencia de las masas. No en disputar quién es más loco o cuerdo o en subjetivizar el término. Independientemente de eso quiero dejar constancia de que la legitimación del poder pasa por la condensación concienzuda de quienes con ánimo altruista queremos participar. ¿Se puede trabajar desde la filosofía política sin disputar algo? Se que quieras que crea que tienes buenas intenciones y de hecho si no asumimos eso un dialogo se hace muy difícil, pero el problema siempre son las buenas intenciones, yo no parto de una filosofía política sino de una ontológica, por esto para mi es tan importante la reflexión sobre lo que realmente somos, así la locura no es una cuestión subjetiva sino fundamental, nuestra ser esta herido y nuestra conciencia no puede ser cuerda, ni equilibrada, por lo mismo toda buen intención abre el camino al inferno si realmente se la quiere llevar a cabo.

 

 

"En hora buena mencioné (antes de vuestro consejo en leer el diálogo entre el paladín y Ñunza" No se porque siempre dices Ñunza si lo que yo he escrito es Ñusta , princesa inca, y eso que yo siempre me equivoco al escribir pero aquí no me equivoque. " que había cometido una equivocación gramatical refiriéndome a la palabra conformamos añadiendo que debió ser CONTRARIAMOS. Y sí! personalmente considero que el sentido de la vida no está asociado a un egoísmo personal, materialista, consumista, que nuestra existencia como especie tiene muchas Bondades, virtudes y que la explotación desmesurada de los recursos naturales y la falta de respeto por la biodiversidad es un tipo de locura insostenible carente del sentir orgánico y organicista con la vida misma." Pero el sentir orgánico no es también otra locura, en mi investigar la palabra Wiracocha llegue al significado laguna de sangre, porque en nombre de Wiracocha se hacían sacrificios tantos que dejaban lagunas de sangre, en una cultura que justamente ponía como base la organicidad con la naturaleza. " En este sentido y siendo consciente de los muchos errores que como persona suelo tener (aunque me esfuerzo en cambiarlos) me gusta ser un médico Cuerdo del tejido Social y del cuerpo que como especie Constituimos" Medico???? Aquí es donde generas en mi un profundo rechazo, Porque te asumes sano? No se trataba de leer el dialogo entre la ñusta y el paladín que es solo una introducción par entrar de lleno en el proceso del joven Heidegger, en ese proceso me hubiera gustado que atiendas la lectura que hace Heidegger de Lutero, en donde se diferencia el Cristo de la gloria y el Cristo de la cruz, claro nosotros no somos Cristos, somos mas bien anti cristos pero por eso con muchas mas razón nos corresponde la cruz no la gloria, reconociendo nuestra enfermedad espiritual, psíquica y física siendo nuestra debilidad, nuestra verdadera fortaleza y entonces ¿Cómo asumirte medico? ¿Es que no necesitas cura? ¿Es que ya estas salvado? Noooo, no eres mejor que nadie porque mas que creas tener una conciencia de la enajenación presente eres una enajenado más y encima uno que quiere curar la enajenación de los otros sin comprender que la cura siempre es peor que la enfermedad.  

 

 

"Es bien sabido que la riqueza Cultural de los pueblos nativos latinoamericanos paso desapercibida por la imposición cultural, educativa, dogmática, técnico/científica de quienes instauraron a través del colonialismo las bases de la civilización occidental en América, sin embargo el grado de conciencia adquirido por el Hermano menor (Nosotros...haciendo referencia a la terminología usada por los Nativos de la Sierra Nevada de Santa Marta para referirse a los blancos, Colonos, criollos provenientes de la expansión cultural Europea y su respectiva Civilización) a llegado a unos niveles en donde la racionalidad científica occidental con seudónimos como New Age, propenden a cultivar e incorporar ciertos aportes constructivos Nativos, Autóctonos desapercibidos por varios siglos (como el Pachamamismo)." ¿New age? Por esto es tan importante leer a Heidegger como ¿inicia esto de la nueva era?, podríamos decir que con Nietzsche, pero yo quiero enfocarme a Heidegger, y me gustaría que leas con atención la lectura que Heidegger hace de Aristoteles, así tenemos un plano dialectico desarrollado por Platón, un plano analítico que lo desarrollo Aristóteles y un plano retorico que esta presente tanto en Platón como en aristóteles y es el que intento desmontar Sócrates costándole la vida enfrentándose a los sofistas, a los poetas y a la piedad religiosa de su pueblo, es este el plano que toma Heidegger para fundar su fenomenología hermenéutica, poniendo al igual que Nietzsche la valoración en primer lugar y con esto volviendo a una irracionalidad si profundizamos en esa irracionalidad base de toda retorica , analítica, y dialéctica nos encontramos con la herida, pero sobre todo con el intento de superarla y evadirla, todo el trabajo de Heidegger es redeconstructivo trata no como Derrida de dar voz a lo diferente sino de volver al origen al sentido primario, pero se ve en su trabajo una fe ciega que lo lleva a cambiar e inventar terminos para lograr el sentido que busca con sus habilidades filológicas el lo logra, pero ¿Heidegger de verdad descubre el sentido originario? No claro que no, el abre una caja de pandora esa caja de pandora es la nueva era donde cada loco hace su hermenéutica, su interpretación ahora tu dirás , entonces dejemos de lado la retorica y vayamos al análisis, pero eso seria querer volver a una ingenuidad que ya es imposible porque hay un base valorativa detrás de todo análisis y entonces ¿Qué toca? Una guerra entre locos donde no haga paz ninguna convención sino que se radicalice esta guerra hasta revelar ese sentido originario.  

 

 

" El acoplamiento estructural (autopoiesis) es sin duda alguna, la base científica de la comunión, emancipación de los conflictos, diferencias civilizatorias y de la construcción asocioplurimulticultural que urge en el marco de las necesidades contemporáneas de la especie humana, una especie Tawantinsuyo en el sentido del sentir del otro y su incorporacion. Autopoiesis es una Terminología derivada del pensamiento occidental que cumple con todas las expectativas para garantizar la incorporación de tan sabías y aportantes cosmovisiónes divergentes (diversos autores hacen referencia de ella como por ejemplo Luhmann)." Noooooo esa no es la lectura que hago de Luhmaan, como tampoco sigo a Heidegger donde hay una apertura a lo inmanente pero al querer cancelar toda metafísica uno se cierra a lo trascendente a mi me interesa ese primer Heidegger que mira el tiempo como un acontecer keirologico y Luhaman no me interesa por su autopoiesis sino por la superación de la autopoiesis ya que en ella el codigo se hace autoreferencial y se reproduce casi automáticamente pero dejame llegar a Luhmann con tranquilidad para estudiarlo con lentitud y detenimiento, no asumas cosas cuando aun no las has reflexionado realmente.  

 

 

"El Pachamamismo, wiracochismo, otras expresiones y cosmovisiónes mesoamericanas Incas, Mayas etc... bien pueden catalogarse en epistemologías del sur (Soussa Santos) precolombinas mesoamericanas como perspectivas alternativas y completamente al margen de la Civilización Occidental, y de ese Norte en el Sur, así mismo las perspectivas contemporáneas provenientes del Sur modernas son llamadas epistemologías del Sur.

Sea como sea, si suman y no restan (en el sentido favorable y emancipador para condensar legítimamente movimientos o criterios en favor de la solución de las Crisis sociales, Bienvenidos)" Si pero son realmente epistemologías vigentes, productivas, hasta que punto donde encuentran sus limites y de hecho no las podemos reconocer ni como pachamamistas ni como wiracochistas, yo lo que pretendo al poner ambos terminos sintransferencialmente es complementar lo uno y lo múltiple, más los ismos jamas se complementan, lo correcto seria una complementación entre Wiracocha y pacha mama pero no ocultemos nuestra enfermedad en el ismo esta se devela ahí esta la intención de imponer, siempre esta, yo quiero imponer esa complementariedad, lo cual ya la hace imposible, pero no podemos acercarnos al otro con buenas intenciones, lo mejor es revelar nuestras cartas y perder la batalla para que no sea nuestra intención sino la intención divina, la del logos la que triunfe.

 

 

"El altruismo Político y el acoplamiento estructural, son en orden de ideas un sentir y un pensar instrumentalmente racionalizado, verticalizando y estructurado que en este siglos debe legitimarse desde el consenso ideológico más que en la disputa de interéses" ¿Altruismo político? En ningún sentido, lo político es busqueda de poder por mas altruista que se presente, recuerda no me presento como cordero sino como lobo, ¿Acoplamiento estructural? Para nada , estos mas bien en contra de todo acoplamiento estructural lo mio es una meta dialéctica sintraferencial donde matamos dioses y toda buena intención, no establezco códigos, ni leyes ni sistemas los altero todos, ¿instrumental racionalizado? Jamás mas bien debelemos la irracionalidad detrás de toda racionalidad instrumental, se que que no me lees y eso que te compartí tantos textos pero no te puedo culpar escribo muy mal y cada vez escribo menos tratando mas bien de leer y comprender, pero pregúntame, como ahora lo haces y te lo agradezco " debe legitimarse desde el consenso ideológico más que en la disputa de interése" ¿Consenso ideológico? Eso es matar la verdad si como toda posibilidad de buscarla se trata mas bien de ir a la singularidad radical donde el lenguaje ya no interviene se trata de superar toda religión, arte, filosofía, ciencia, tecnología para lograr una comunión mas allá de toda cultura y eso no se lograr disputando intereses sino destruyendo todo interés en un actuar puro, santo donde nadie ni nada quede de pie. 

 

 

David GM

Christian Franco Rodriguez Ah la palabra Ñusta, el atucorrector completa la palabra tal y como la escribí en la primera ocasión, En verdad no le preste mucha atención, considero que no es la forma sino el fondo lo que tiene relevancia. Ya que también críticas y te interesa la forma en el sentido Gramaticales y ortográfico, Deberías prestar atención a los muchos errores gramaticales que en tu post pueden evidenciarse. Yo procuraré no volver a escribir la palabra Ñusta incorrectamente. Para citar a algún intelectual o erudito que haga parte de mi acervo ideológico, no tengo que esperar a que llegues o lo traigas a coalición, sería insensato querer dialogar conmigo o con otras personas con la condición que en primer lugar debemos saber de antemano tus apreciaciones puesto que asumes que no se a reflexionado para establecer un diálogo contigo. Quisiera que nos ciñamos al margen de la conversación y no pasemos a debatir sobre las nuevas dudas retransfereciales que aparezcan hasta su debido momento, esto en Aras de ir esclareciendo el diálogo metódica y paulatinamente. Quisiera entonces que respondieras las preguntas que planteé, mientras tanto yo empezaré a dar respuesta a tus siguientes planteamiento dudas y preguntas.

 

 

 

"Debo mencionar adicionalmente y para finalizar de momento mi intervención las siguientes preguntas:

Reflexionar sobre lo que es la Locura y su curación (según parece tenerla) no impide que te Autodenomines loco?

Tiene sentido saber la cura y seguir padeciendo la sintomatología? constatándola?" Hermosas preguntas muchas muchas gracias, Reflexionar es justo la palabra ¿Puede el loco reflexionar en su locura? Por supuesto es decir puede cruzar el espejo y verla, pero ¿entonces hay un otro lado donde no hay enfermedad? Claro el de la gracia trascendente el problema es que al volver al otro lado nos damos cuenta que es la enfermedad la que nos lleva a la gracia y solo si la gracia se manifiesta en este lado del espejo ya no habrá enfermedad, pero la gracia no se manifiesta nunca plenamente, entonces estamos en guardia contra nosotros mismos, que terrible ser humano porque cunado creémo estar en la verdad, mas bien somos falsos´, en cambio cundo creemos estar en la falsedad somos verdaderos, la cuestión es que para que la gracia se manifieste de este lado Dios tiene que morir , como lo mato Hegel , como lo mato Marx, como lo mato Nietzsche y como lo Mato Heidegger exigiendo que haya esa muerte para que haya realmente filosofía, mas solo cuando los dos espejos se juntan se integran es que realmente hay verdad así que Dios tiene que resucitar, pero eso no se puede dar en un individuo sino en el cuerpo, ¿Entonces sabemos la cura? No plenamente hasta que la resurrección plena de nuestros cuerpos se haya logrado en comunión con toda la iglesia, tiene sentido padecer la sintomatologia por supuesto este padecer nos lleva a la compasión, al perdón hasta al mas vil de los pecadores el amor siempre esta abierto, esperando la vuelta y el arrepentimiento y así yo no encuentro otra salida que autodeterminarme loco porque si me quedara en el en si no me podría abrir al amor, pensaría que yo ya soy, si me quedara en el para si, Dios habria muertos y me puede compadecer y acompañar tu pasión con la mia, pero realmente no habría salida, tengo que lograr el en si y el para si, pero este solo se logra en la fe y en la esperanza , soy un loco que tiene que fe y esperanza que podemos ser curados, pero que no pierde la lucidez de saber que estamos profundamente enfermos.

 

 

"Ñunza menciona un tipo de Locura y tú mencionas que através del diálogo podemos encontrar la cura, que tipo de Locura reafirmas en ti si no es la de Ñunza?

Ciertamente la Fe sin argumentos y racionalidad puede conformar una enajenación enferma, estás de acuerdo con esa Locura?" Otra vez explico lo de la locura: Para que el hombre haya sido hombre hubo una alteración sexual, es decir pudimos tener seo mas alla de cualquier ciclo´, y entonces la mujer pudo mentir al hombre para que no supiera cuando esta fértil y cuando no, esta sexualidad creo en en hombre una ansiedad, que solo pudo superar convirtiéndose al espíritu, contado desde el otro lado del espejo el hombre peco y fue echado del paraíso al permitir que la creación fuera alterada por la serpiente, si antes en el hombre el objeto de deseo coincidía con el deseo, al tener una sexualidad liberada, la imaginación también se liberaba para crear otros objetos de deseo, esa separación entre objeto de deseo y deseo crea angustia , sufrimiento , el hombre tiene que se religioso y religarse con su objeto de deseo para parar el dolor pero la religación nunca es completa, ahí esta la locura humana, su salto a la conciencia significa un desgarramiento entre espíritu y naturaleza, la cultura andina prehispanica, reprime el deseo y trata de que este confluya con el ciclo natural en una reciprocidad , en una complementariedad , esa reciprocidad y complementariedad se pierde con la llegada de los españoles aunque ya antes en la lucha de las panácas por el poder se ve que esa organicidad entre deseo y naturaleza se resquebraja, entonces mi locura no puede ser la locura de la Ñusta que es la locura del haber perdido esa organicidad con la naturaleza y antes la locura de esa propia organicidad, ¿Es entonces mi locura la locura del español? El cual desde un en si escolástico juzga todo como diabólico según conveniencia en una doble moral, no yo soy muy consciente de esa doble moral y de la tención que hay entre una palabra que se da como verdad en el en si y un acción en el para si palabra y acción no coinciden en el hombre Y ¿Entonces cual es mi locura? la de sufrir la imposibilidad de la integración del en si y del para si y la cura para esta locura es radicalizar el en si y el para si, el ser y el no ser al punto de superar todo sistema ahí y solo ahí es donde los opuestos coinciden pero este es un proceso muy simple y ene l hombre muy complejo que se da en diversos espíritus pre históricos, históricos, pos históricos y meta históricos, mas como siempre la cura es peor que la enfermedad, asi que el proceso apocalíptico que propongo debe ser tomado con pinzas sabiendo que viene de un loco pero también sabiendo que no hay nadie cuerdo, que la racionalidad se basa en la irracionalidad y que entre mas formal , analítico y objetivo se presente un sistema es porque encubre su enfermedad por esto es necesario alterarlo hasta que la enfermedad quede al descubierto y entonces podamos como humanos compadecernos una al otro y complementarnos.

 

 

Pero para darle fundamento a lo que te voy contando animate a ver el proceso del Joven Heidegger en su estudio a Aristóteles:

 

HEIDEGGER Y LA FILOSOFÍA PRÁCTICA DE ARISTÓTELES”

 

La figura de Aristóteles desempeña un papel fundamental en la obra temprana de Heidegger, por la que también desfilan, como hemos visto, otros protagonistas de la talla de Husserl, Dilthey, Kant, Lutero y Agustín. Pero, sin duda, su reinterpretación del método fenomenológico de Husserl y su radicalización de la filosofía práctica de Aristóteles constituyen dos de los pilares básicos que sustentan el complejo entramado temático y metodológico de su programa filosófico de juventud. Las interpretaciones de Aristóteles son un motivo recurrente en el transcurso de sus cursos universitarios a principios de los años veinte. El mismo Heidegger subrayó con frecuencia la importancia de Aristóteles para su propio desarrollo filosófico.' Asimismo, los numerosos estudios existentes sobre la relación Aristóteles-Heidegger destacan sobremanera la presencia y la influencia aristotélica en su obra temprana.” Y,  por último, las fuentes documentales de las que se dispone en la actualidad permiten analizar con detalle los matices de la apropiación y radicalización heideggerianas de temas y conceptos inspirados de diversa manera en la obra aristotélica.

 

Desde su llegada a Friburgo como asistente de Husserl en enero de 1919, Heidegger se concentra en hallar un acceso fenomenológico a la vida. Inicialmente, como hemos mostrado en el  apartado anterior, la religiosidad cristiana le ofrece un primer paradigma histórico para su fenomenología de la vida. Sin embargo, esta tentativa inicial no acaba de cuajar. Quizá por razones filosóficas o diferencias personales con Husserl, quien le había animado a desarrollar una fenomenología de la religión.'? Todavía en mayo de 1919, Heidegger considera el desarrollo de una fenomenología de la conciencia religiosa como un tema central de investigación. Pero en el curso de 1920-1921, Introducción a la fenomenología de la religión, deja entrever que «apenas hay esperanzas de llegar al nexo de realización de la vida cristiana».'S La posibilidad de una verdadera fenomenología de la vida se produce con el redescubrimiento de Aristóteles, tal y como testimonia el escrito programático de 1922, Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles. Indicación de la situación hermenéutica, más conocido como el Informe Natorp. El saber práctico de la prudencia ($povy ais) sustituye aquí la religiosidad primitiva. Desde luego, no se trata de una virtud que simplemente dirige nuestro comportamiento, sino de una determinada apertura de la vida, de un modo de ser fundamental del ser humano que Heidegger condensará en el concepto de «cuidado» (Sorge). El interés de Heidegger es, empero, estrictamente ontológico y no ético. Ahora bien, ¿qué encuentra Heidegger en Aristóteles? De entrada, una enorme afinidad entre sus propias investigaciones fenomenológicas y los textos aristotélicos, tanto en el método como en el contenido. Sus interpretaciones del fenómeno de la experiencia de la vida fáctica coinciden en señalar la dimensión  proto-fenomenológica del Estagirita, quien suministra una serie de interesantes observaciones acerca del carácter dinámico y práctico de la vida. En los diferentes tipos de verdad que se exponen en el libro sexto de la Ética a Nicómaco, Heidegger encuentra una alternativa al modelo clásico de la verdad contemplativa, que insiste en la primacía de los fenómenos que implican una verdad práctica y que priorizan la situación histórica de la vida. En este sentido, como comenta Volpi en diferentes trabajos, la apropiación heideggeriana de la filosofía aristotélica gira en torno a tres preguntas fundamentales: primero, por la verdad, segundo, por el Dasein y tercero, por el tiempo. Estas tres cuestiones se plantean en el horizonte unitario de la pregunta por el sentido del ser.'* A partir de este planteamiento, el presente apartado se articula de la siguiente manera: en primer lugar, se señalan algunos de los factores del importante (re)descubrimiento de Aristóteles (2.1); en segundo lugar, se muestra la emergencia de la pregunta por el ser en el pensamiento heideggeriano a partir de la temprana lectura de Brentano (2.2); en tercer lugar, se aborda la cuestión de la verdad (2.3); en cuarto lugar, se desarrolla la radicalización heideggeriana de la filosofía práctica de Aristóteles, que desemboca en una ontología de la vida humana (2.4); en quinto lugar, se analiza la noción de lógos a partir de la lectura heideggeriana de la retórica aristotélica (2.5); y, en sexto lugar, se esboza el horizonte de la pregunta por el tiempo (2.6). 

 

 

El (re)descubrimiento de Aristóteles

 

Aristóteles está constantemente presente en el horizonte del pensamiento de Heidegger, desde su lectura en el bachillerato de la disertación de Franz Brentano, Sobre los multiples significados del ente según Aristóteles, de 1862, hasta su reencuentro con la filosofía aristotélica durante sus afios de estudiante de Teología en Friburgo (1909-1911) bajo un clima marcado por el tomismo y su último seminario dedicado al concepto aristotélico de la physis.!® Sin embargo, la fase decisiva de la confrontación con el Estagirita y la apropiación productiva de su filosofía práctica se produce en el período previo a la publicación de Ser y tiempo (1927), sobre todo en los ültimos afios de su primera estancia en Friburgo (1921-1922) y en los inicios de su etapa docente en Marburgo (1924-1926), afios en los que se fragua su programa filosófico. En la primera mitad de la década de los veinte, la figura de Aristóteles ocupa un papel central en el programa heideggeriano de una ontología de la vida humana, que se nutre en buena medida de las reflexiones contenidas en la Etica a Nicómaco. La publicación de las lecciones de juventud completada recientemente ofrece una base textual que permite rastrear semestre por semestre la creciente presencia e importancia que Heidegger concede a Aristóteles. Su (re)descubrimiento de la obra aristotélica, especialmente de los tratados que desarrollan toda su filosofía práctica, resulta aún más sorprendente en una atmósfera intelectual dominada por el neokantismo, la hermenéutica, la neoescolástica y la fenomenología.

 

La primera aproximación a Aristóteles se produce en las lecciones del invierno de 1921-1922 y en las detalladas interpretaciones de los primeros capítulos de los libros primeros de la Metafísica y la Física, respectivamente, que encontramos en las lecciones del semestre de verano de 1922.!% A partir de ese momento, la lectura de Aristóteles se intensifica en Heidegger en el marco de un creciente interés por la Ética a Nicómaco. Éste responde a cuestiones eminentemente filosóficas relacionadas con el incipiente proyecto heideggeriano de una hermenéutica de la facticidad, también designada con el nombre de ontología fenomenológica de la vida. Heidegger encuentra en los escritos prácticos de Aristóteles una fuente de inspiración inagotable para su propio programa filosófico, el cual se articula por primera vez en el conocido Informe Natorp, del año 1922.!% En este escrito de tono programático, que en un principio era sólo el esbozo de una monografía más amplia sobre Aristóteles, que finalmente no llegó a escribirse, se elabora una ontología de la vida humana a partir de una magistral interpretación del libro sexto de la Etica a Nicóma-

 

0.** Esa interpretación se completa luego con los análisis feMR Pen llevados a cabo en las lecciones del semestre de verano de 1924, Conceptos fundamentales de la filosofía aristotélica, sobre la función de los sentimientos (3805) y del habla (Aoyos) 

 

 

como formas de ser fundamentales del hombres, así como con la larga introducción de las lecciones de invierno de 1924-1925 que antecede a su exégesis de El sofista, de Platön.'®

 

Después de Ser y tiempo, la figura de Aristóteles sigue siendo un punto de referencia para Heidegger, especialmente al final de los años veinte y al principio de los treinta, como ponen de manifiesto las páginas de las lecciones del semestre de invierno de 1929-1930, Los problemas fundamentales de la metafísica, dedicadas al análisis del lógos, la interpretación del ser como presencia ofrecida en las lecciones del semestre de verano de 1930, Sobre la esencia de la libertad humana, y el curso monográfico de 1931 dedicado al libro IX de la Metafísica de Aristóteles." Sin embargo, en estos trabajos posteriores a Ser y tiempo, Aristóteles empieza a interpretarse desde la perspectiva de la historia del olvido metafísico de la pregunta por el ser, la cual se caracteriza por dos rasgos fundamentales: la subjetividad y la constitución onto-teológica. Y, finalmente, el texto del seminario «Sobre la esencia y el concepto de physis» (redactado en 1939, aunque publicado en 1958) todavía muestra el significado que el Heidegger tardío concede a Aristóteles, si bien aquí no hace hincapié, como en los años veinte, en las determinaciones prácticas de la existencia humana, sino en las reflexiones aristotélicas sobre los entes naturales, que a diferencia de los artefactos producidos tienen el movimiento en sí mismos. Si se piensa la importancia que Heidegger concede a la relación entre técnica y naturaleza en su diagnóstico de la época contemporánea, quizá se comprenda mejor el significado que cabe otorgar en este contexto a Aristóteles.

 

Aquí nos interesa el intenso trabajo de interpretación de los escritos aristotélicos desplegado por Heidegger en los años previos a Ser y tiempo. Desde la perspectiva de su obra temprana, los esfuerzos se concentran en la pregunta fundamental por el ser de la vida humana. ¿Cómo puede describirse la vida humana sin sacrificar su intrínseca movilidad, sin objetivarla por medio de la representación conceptual? ¿Cómo puede aprehenderse conceptualmente sin deformar y cosificar su genuino carácter dinámico? El modelo aristotélico da cuenta no sólo del comportamiento teórico de la vida humana, sino también de su comportamiento poiético y práctico. Esa dimensión práctica de la vida y el correspondiente cuidado que muestra por las cosas y las personas que la rodean queda plenamente integrada en Ser y tiempo. Como ha puesto de manifiesto Volpi en diferentes ocasiones, si comparamos la analítica existenciaria y la filosofía práctica, se observan sorprendentes y numerosas homologías entre el planteamiento de Heidegger y de Aristóteles, hasta el punto de que puede defenderse la provocativa tesis de que Ser y tiempo es una versión modernizada de la Ética a Nicómaco.'”? Sin embargo, no hay que  perder de vista que la apropiaciön heideggeriana «ontologiza» los conceptos fundamentales de la filosofía práctica, es decir, los desposee de su carácter práctico y los convierte en modos de ser fundamentales del hombre.”* La filosofía práctica se transforma así en una ontología de la vida humana.

Brentano y la pregunta por la unidad del ser

 

En una de sus diferentes retrospectivas autobiogräficas, Heidegp 5 5 ger recuerda:

 

Un paternal amigo de mi pueblo, que sería más tarde arzobispo de Friburgo, el doctor Conrad Gróber, me entregó en el año 1907 la tesis de Franz Brentano, Sobre los múltiples significados del ente según Aristóteles. [...] La pregunta por la simplicidad de lo múltiple en el ser, que entonces sólo se movía vacilante e impotente en medio de la oscuridad, siguió siendo, después de muchas transformaciones, extravíos y desconciertos, el incansable impulso que dos décadas

 

más tarde dio pie al tratado de Ser y tiempo."* Y como él mismo evoca en Mi camino en la fenomenología,

 

«[...] desde 1907, la disertación de Brentano se convirtió en guía

 

para mis primeros y torpes intentos de penetrar en la filosofía».!”? 

 

 

Asimismo, en un seminario sobre las /nvestigaciones lögicas celebrado en 1973 en su casa de Zähringen, explica a los asistentes que sus primeros pasos en la filosofia se produjeron de la mano de Brentano. Pero a diferencia de Husserl, que toma como punto de partida la obra Psychologie vom empirischen Standpunkt [Psicología desde el punto de vista empírico], su interés por la filosofía se despertó gracias a la lectura de la disertación de Brentano, Sobre los múltiples significados del ente según Aristóteles. Con una sonrisa cómplice afirma: «¡Mi Aristóteles es el de Brentano!».'”* Sus investigaciones ontológicas van encaminadas principalmente a determinar el sentido unitario del ser: «[...] si el ente se dice de muchas maneras, ¿cuál es entonces el significado fundamental? ¿Qué significa ser?»."7

 

Brentano elabora una innovadora doctrina de las categorías y desarrolla una ontología propia, dirigida a ofrecer una solución sistemática al problema del ser que se aparta de la interpretación kantiana de Aristóteles de su maestro Adolf Trendelenburg y de otros especialistas aristotélicos de la época, como Christian  August Brandis, Ernest Renan y Eduard Zeller. Brentano tampoco comparte las aproximaciones excesivamente filológicas a la obra aristotélica. Su interés se centra en las posibilidades que ofrece el modelo de la ciencia para la solución de problemas teóricos, hasta el punto de que reúne el aristotelismo con la concepción positivista de la ciencia. Aristóteles se convierte así en un modelo de rigor científico muy celebrado por los círculos positivistas de la segunda mitad del siglo xıx.

 

Desde este trasfondo, la psicología cobra una posición de privilegio en el ámbito de las ciencias y se convierte en uno de los pilares para las restantes ciencias, incluso para la filosofía. La ciencia psicológica desempeña un papel decisivo en la comprensión de la constitución de la experiencia y la explicación del conocimiento científico y lógico. La obra Psychologie vom empirischen Standpunkt (1874) se enmarca en un contexto intelectual dominado por el psicologismo, en el que Brentano intenta unir la función filosóficamente primordial de la psicología con el redescubrimiento de Aristóteles. La psicología no consiste en establecer las leyes de manifestación de lo psíquico, sino en clasificar los fenómenos y los estados de la vida psíquica. La clasificación y el análisis empírico de los fenómenos psíquicos forman parte de una psicología descriptiva que, a diferencia de la fenomenología especulativa del espíritu, respeta la experiencia y el rigor de la descripción fenomenológica.

 

Sin embargo, el joven Heidegger se decanta por la originalidad de la ontología de Brentano. A la hora de analizar su doctrina del ser hay que diferenciar entre la reconstrucción brentaniana de la concepción aristotélica del ser, por una parte, y su propio proyecto ontológico, por otra. La originalidad de Brentano ya queda patente en su disertación Sobre los múltiples significados del ente según Aristóteles, de 1862. Desde luego, no se trata del trabajo de un joven doctorando. Nos hallamos ante un intento serio de poner orden en las aporías de la difícil doctrina aristotélica del  ser. De hecho, el trabajo ocupa hasta hoy un lugar destacado en la investigación aristotélica.'”* El libro de Brentano parte de la convicción de que puede demostrarse la unidad de los múltiples significados del ente. De lo contrario, la ontología tendría que renunciar a su pretensión de universalidad. Según su interpretación, la analogía attributionis permite hablar de una unidad del ser en Aristóteles. La sustancia (ova a) se convierte en la categoría central a partir de la cual podemos afirmar por analogía que las restantes categorías «son».? Éste es el modo en que Brentano interpreta la afirmación aristotélica:

 

La expresión «algo es» se dice en muchos sentidos, pero en relación

 

con una sola cosa y una sola naturaleza.'®°

 

A partir de este planteamiento, se realiza una reconstrucción soberbia de la doctrina aristotélica del ser que arranca de la famosa frase de la Metafísica: «El ser se dice de muchas maneras» (r0 0v leyera roAMaxós). La particularidad de esta doctrina consiste en que el ente no puede comprenderse en el sentido de una homonimia absoluta ni el sentido de una sinonimia completa, precisamente por su significado múltiple. Éste se sitúa entre los dos extremos. La solución escolástica a este problema remite a la conocida doctrina de la analogía entis. El ente no es ni del todo univoco ni multívoco, sino que encierra una diversidad de significados que puede subordinarse conforme al criterio de la analogía.'?!

 

La disertación de Brentano ofrece una exposición sistemática de la polisemia del ser, la cual puede retrotraerse a cuatro significados básicos. Cada capítulo de Sobre los múltiples significados del ente según Aristóteles responde uno por uno a los siguientes cuatro sentidos del ente establecidos en el libro sexto de la Metafísica. Primero: el ente o lo que es como accidente (0v kata cuußeßmkög); segundo: el ente o lo que es como verdadero (0v ws aAmdes); tercero: el ente o lo que es según la división de las categorías (0y KATA TA CXNMATA TÀY KATMYopı@av); cuarto: el ente o lo que es como potencia y acto (0v Öuvaneı kai evepyeta). Según Brentano, la doctrina del significado múltiple del ente es el núcleo de la metafísica.'* Pero no todos los significados del ente pertenecen a la metafísica. La tarea prioritaria consiste, por tanto, en distinguir los significados del ser auténticos e inauténticos. ¿Cuál es el criterio que permite establecer esta diferenciación? Brentano desarrolla el criterio de lo «real» (das Reale) que se diferencia de lo «objetivo» (das Objektive), es decir, todo aquello que sólo se encuentra en la dimensión de lo espiritual. Sólo el ente real —no así el ente espiritual- es el ente que realmente pertenece al campo de estudio propiamente metafísico. En consecuencia, la metafísica se define como ciencia del ente en cuanto tal, como ciencia de lo real en cuanto real. 

 

 

Sólo al ente real y efectivo se le pueden atribuir significados auténticos. Este criterio excluye al ente accidental y al verdadero. Al ente accidental porque no existe por sí mismo, sino por referencia a otro ente. Al verdadero porque sólo existe en el pensamiento.

 

Entre los significados auténticos del ente destacan las categorías. En última instancia, la doctrina del ser deja reducirse a una doctrina de las categorías, en concreto a una doctrina de la categoría primera de la sustancia (ovaia). El ente se reduce al horizonte de la sustancia y ésta, por su parte, al horizonte categorial. ¿Cuál es entonces la relación entre el ser y las categorías? ¿Qué significa la categorialidad del ser? ¿Realmente puede reducirse el significado del ser a la dimensión categorial? ¿No existe también una dimensión precategorial, antepredicativa del ser irreductible a la dimensión categorial?

 

La sustancia es el ente en el sentido más originario y genuino. De ahí que sea tema de la metafísica. Los restantes significados del ente sólo son en cuanto referidos a la sustancia. Dicho de otro modo, deducen su existencia a partir del ser de esta última, la cual es el sustrato de todas las determinaciones categoriales. Las diferentes modalidades en que las categorías se encuentran en la sustancia suministran el criterio para deducir la tabla de las categorías a partir del concepto del ser sustancial. Pero ¿cómo lleva a cabo Brentano esta deducción? En su disertación explica que «[...] la demostración deductiva para la clasificación de las categorías debe empezar con la distinción entre sustancia y accidente».'** La deducción sistemática de Brentano muestra que las categorías indican modalidades del estar-en-la-sustancia, modos de existencia inherentes a la sustancia. Las categorías no se clasifican por diferencias específicas, sino por modos especificos de existencia, por las relaciones diversas con la sustancia primera.'® Esta solución muestra la fuerte influencia de la escolástica, especialmente de Tomás de Aquino y su comprensión del ser como el concepto más elevado desde el que se establece la analogía y a partir del cual pueden deducirse las restantes determinaciones categoriales.

 

Heidegger celebra el intento de Brentano de profundizar en la unidad del ser mismo, pero no se siente satisfecho con su propuesta de solución. No comparte la tesis brentaniana de que la ontología pueda reducirse a una «ousiología» porque a sus ojos ello supone reducir el ser a los límites de lo categorial.'$* Su búsqueda se mueve más bien en la dirección contraria. Para él se trata de rebasar los límites de lo categorial y plantear la pregunta por el ser en toda su amplitud como condición de posibilidad de manifestación del ente." Éste, como lo primariamente existente   y percibido, pertenece a una realidad todavía no diferenciada en el plano categorial.’ El ser, en cambio, no «es»; al contrario, ejerce de condición de posibilidad de la heterogeneidad de los entes. Heidegger retoma luego esta cuestión bajo la forma de la diferencia ontológica. Ahora bien, ¿cómo se pasa de lo particular a lo universal, de la multiplicidad a la unidad? No por vía de una enumeración de lo particular, sino a partir de cierta precomprensión de la unidad. Esto significa que para aprehender los entes ya hemos tenido que haber comprendido de alguna manera el ser. Una tesis en clara sintonía con el factum de la precomprensión del ser de Ser y tiempo. Brentano, en cambio, trata de derivar la multiplicidad a través de un mecanismo de deducción categorial que parte de la unidad del ser.'*? Con ello dota al ser de un carácter transcendente. Heidegger, por su parte, plantea una comprensión inmanente del ser, integrada en la vida humana como un modo de ser inherente al Dasein mismo. Sin duda, éste es el aspecto más interesante de la lectura heideggeriana de Brentano: el paso de la cuestión de la unidad del sentido del ser a la ontología fundamental. Es cierto que los entes pueden manifestarse en una realidad categorialmente construida, pero el ser existe antes de toda determinación. Por eso, hay que tomar en serio las palabras de Heidegger cuando declara que desde el momento de su lectura del libro de Brentano a la cuestión del significado del ser le ha concedido un lugar central en sus reflexiones.

 

Heidegger se ocupó del problema del significado múltiple del ente prácticamente a lo largo de toda su vida. Insatisfecho con la solución «ousiológica» de Brentano, se plantea la pregunta de cuál de los cuatro significados del ente es el fundamental. Heidegger no desea reducir el ser al ámbito de lo categorial; más bien intenta comprender el ente desde la verdad como sentido unitario del ser. El lugar destacado que en estas lecciones de juventud le es propio a la pregunta por la verdad muestra que se inclina por el significado del ente como verdadero (0v ws aAmdeEs), mientras que a partir de los años treinta emprende la tentativa de comprender el sentido del ente desde la posibilidad (uvaner) y la realidad (évepyeta). Las lecciones de juventud evidencian una creciente equiparación de verdad y ser en el contexto de una recuperación de la filosofía práctica de Aristóteles, aunque no hay que olvidar que Heideger accede al tema de la verdad a través de una discusión crítica con las Investigaciones lógicas, de Husserl. 

2.3 El fenómeno de la verdad

 

A partir de la teoría de la verdad de Husserl, Heidegger llega a la convicción de que el juicio no es, como se afirma tradicionalmente, el lugar de manifestación originaria de la verdad. Esta última es en primer lugar des-ocultamiento. Y, como reconoce Aristóteles, el hombre vive en la verdad. El acto de comprensión de la vida fáctica, que guía la investigación filosófica del joven Heidegger, no se limita a ofrecer una serie de caracterizaciones de las experiencias vitales. En último término, aspira a la verdad, es decir, intenta verificar las afirmaciones que se realizan sobre la vida. Sin comprobación, sin evidencia, no hay filosofía. En este  aspecto, Heidegger se mantiene fiel al lema husserliano de ir a las cosas mismas, de analizar los fenómenos tal y como se dan directamente antes de cualquier acto de reflexión. La fenomenología como ciencia originaria descansa en la comprobación no reflexiva de la verdad. El concepto de verdad como des-ocultamiento que Heidegger empieza a desarrollar en sus cursos de juventud, especialmente en las lecciones del semestre de invierno de 1925-1926, Lógica. La pregunta por la verdad, se nutre en gran medida de la noción husserliana de «evidencia».

 

2.3.1 El modelo husserliano de la evidencia

 

La fenomenología husserliana aspira a un saber riguroso. Ya desde la «Introducción» a las Investigaciones lógicas, del año 1900, se invoca el «principio de la falta de supuestos» para una filosofía con vocación de ser ciencia en sentido estricto.” La introducción  de supuestos injustificados se evita cuando el pensamiento se ciñe a lo dado originariamente a la conciencia. Por ello,

 

[...] las verdaderas premisas de los resultados a que tendemos tienen que residir en proposiciones que responden a la exigencia de que lo enunciado por ellas admita una legitimación fenomenológica adecuada, esto es, su cumplimiento mediante evidencia, en el sentido

 

riguroso de la palabra.'”

 

Este ideal de conocimiento de la fenomenología basado en la ausencia de supuestos y dirigido a las cosas mismas no es otro que el ideal de la evidencia que sustenta la verdad de toda proposición sobre el mundo.

 

Ahora bien, ¿cómo se ha constituido ese mundo en la conciencia? Husserl dedica a esta problemática su monumental obra Ideas para una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, de 1913. Aquí nos limitamos a situar el tema de la verdad en el contexto de la discusión en torno a la constitución del mundo. De entrada, hay que distinguir entre actitud natural y filosófica. En la actitud natural, estamos de ordinario dirigidos hacia las cosas del mundo circundante inmediatamente vivido. Dos rasgos  definen el mundo natural. Por un lado, su existencia. El mundo está ahí para mí como un conjunto de objetos espacio-temporales de los que yo mismo formo parte. En ese horizonte ilimitado del mundo, brumoso e imposible de determinar con exactitud, es donde yo percibo todos y cada uno de los objetos particulares. Por otro lado, el mundo natural es el ámbito de referencia de los actos espontáneos de mi conciencia. Sin él, la conciencia no es posible.'??

 

Frente a este caräcter obvio de la actitud natural, la actitud filosöfica es libre. En vez de dejarnos llevar por esa espontänea apertura al mundo, podemos, por decisiön propia, suspender la tesis de la existencia de este último. No se trata de dudar de la existencia de tal o cual objeto intramundano. Se trata sólo de no tomar una posición teórica frente a la existencia o no del mundo. Éste continúa naturalmente estando ahí y, sin embargo, la tesis experimenta una modificación:

 

[...] la ponemos «fuera de juego», la «desconectamos», la «colocamos entre paréntesis». La tesis sigue existiendo, como lo puesto entre paréntesis sigue existiendo dentro del paréntesis. Podemos decir también: la tesis es una vivencia, pero no hacemos ningún uso de ella. |...) Este

 

cambio de valor es el hecho de nuestra plena libertad.!?

 

Henos ante la reducción fenomenológica. ¿Qué es lo que queda en pie después de esta suspensión? La conciencia, responderá  Husserl sin vacilar. En efecto, el mundo de las cosas nos es dado como referido esencialmente a una conciencia actual. La conciencia se nos presenta, en cambio, poseyendo un ser absoluto, independiente de las cosas. Como conciencia intencional que es, no se manifiesta como un habitáculo vacío, sino que en ella y por ella ya siempre está presente el mundo. Se revela esencialmente como apertura al mundo. El siguiente paso es mostrar cómo éste se manifiesta en ella. Ése es justo el cometido que Husserl emprende en su teoría de la constitución referida en el volumen segundo de /deas, donde analiza la constitución de la cosa, de la experiencia de los otros y del mundo espiritual.

 

En Husserl, el fenómeno de la verdad presupone de alguna manera la existencia del mundo. La conciencia, en cuanto es intencional, implica algo que no es ella. La aprehensión de un objeto nunca se da aisladamente, es decir, aparece inmersa en un horizonte intencional. En otras palabras, previo a todo conocimiento concreto se anuncia el mundo, que constituye así el subsuelo de nuestra creencia en el ser. No cabe identificar tal mundo con el de la experiencia ingenua. La realidad del mundo natural sigue gozando de una certeza meramente presuntiva. Por el contrario, el mundo considerado como horizonte irrebasable de todo objeto de experiencia es un correlato necesario de la conciencia y disfruta de la misma certeza apodíctica que aquella. El conocimiento no significa sólo conocimiento de algo, sino conocimiento en un horizonte, en el mundo. Este horizonte mundano es anterior a todo acto cognoscitivo, puesto que todo acto lo presupone y lo hace entrar en juego de forma tácita o expresa. ?? Ese  ámbito de una experiencia precientífica del mundo en el que cada objeto se manifiesta, en el que colocamos necesariamente el sujeto y el predicado de cualquier juicio, es la condición de posibilidad de cada enunciado verdadero o falso.

 

El cambio, en la concepción husserliana del mundo se da de la mano con una transformación todavía más honda en el significado de la verdad y la evidencia. Husserl distingue en las /nvestigaciones lógicas entre el orden de las cosas y el de las verdades en sí. A la pregunta de cómo puede verificarse en nuestros actos de conocimiento la presencia de una verdad en sí se responde: mediante la evidencia. Hay evidencia cuando lo dado en la experiencia fenomenológica cumple el sentido del objeto mentado por el acto. La evidencia consiste en la adecuación cumplida o en la síntesis de coincidencia entre lo pensado y lo dado. En la Investigación Sexta, se propone exactamente esta definición de adecuación como ideal de cumplimiento:

 

[...] contenido representante y contenido representado son aquí una sola cosa idéntica. Y cuando una intención representativa se ha procurado definitivo cumplimiento por medio de esta percepción idealmente perfecta, se ha producido la auténtica adaequatio rei et intellectus: lo objetivo es «dado» o está «presente» real y exactamente tal

 

como lo que es en la intención.

 

En último término, la evidencia se funda en la misma presencia del objeto. Evidencia equivale a presencia.

 

Así, por ejemplo, la distinción husserliana entre la donación signitiva vacía y la donación intuitiva de un objeto intencional  muestra que las intenciones lingúísticas son menos originales y fundamentales que las perceptivas. Dicho de otro modo, todo tipo de representación (Vergegenwärtigung) es un acto derivado que remite a un acto de presentación (Gegenwártigung), en el cual el objeto se da en persona, directa y originalmente. Esto implica que los significados lingüisticos mediados por signos emergen de un encuentro prelingúístico y antepredicativo del mundo. En este contexto, el uso de los prefijos pre- y ante- no sólo alude al hecho de que las experiencias son temporalmente previas al lenguaje (o a la adquisición de lenguaje), sino también al hecho de que nuestra relación perceptiva con el mundo es una condición y una fuente permanente para el significado lingüistico.” Cuando, por ejemplo, en la ausencia de mi teléfono móvil digo que «es negro» y comparo ese juicio con la situación en la que el teléfono móvil está presente delante de mí y veo que efectivamente «es negro», nos hallamos ante dos actos de juzgar con la misma cualidad y materia. Pero entre los dos actos se da una diferencia importante. En ambos casos, estoy emitiendo un juicio sobre uno y el mismo objeto —a saber, mi teléfono mövil-, pero mientras que en el primero tengo una intención vacía (o como escribe Husserl, una intención meramente signitiva), en el segundo tengo una intención perceptiva (o, para ser más específicos, una intención perceptiva en la que el teléfono móvil  está presente en el plano físico y dado intuitivamente in propia persona). ?*

 

Asimismo, cuando estoy buscando mi teléfono móvil y lo encuentro, me hallo en una situación en la que el teléfono móvil, o para ser más exactos, el teléfono móvil dado perceptivamente, satisface o plenifica (erfüllt) mi intención. Aquello que primero fue pensado o representado ahora es visto o percibido. El acto de plenificación (Erfüllung) es otro elemento fundamental de la intencionalidad que está presente en los actos intuitivos y ausente en los actos signitivos.?? Husserl intenta comprender el conocimiento y la verdad justamente a partir del modelo de la plenificación. Mientras realizamos afirmaciones sólo signitivas, nos movemos en el ámbito de simples postulados. Sin embargo, estos postulados sólo pueden confirmarse si nuestras intenciones se plenifican: por ejemplo, no puedo recordar el color de mi teléfono móvil, pero pienso que es negro, lo busco y cuando lo encuentro me doy cuenta de que estaba en lo cierto. Cuando dejo de pensar que el teléfono móvil es negro y lo intuyo, entonces mi creencia se confirma, está justificada, es decir, es verdadera. De esta manera, el conocimiento se puede caracterizar en términos de una identificación o síntesis entre lo que es pensado y lo que es dado,?? y la verdad como una identidad entre lo mentado y lo dado.?*

 

Hay que dejar claro que estamos hablando de una síntesis de coincidencia (Deckung) de aquello que es intencionado en dos actos diferentes y no de una correspondencia entre conciencia y un objeto extramental independiente. Husserl no sostiene la clásica teoría de la verdad como correspondencia, sobre todo en la medida en que la coincidencia en cuestión se da entre dos intenciones y no entre dos regiones ontológicas separadas. Es en este contexto en el que Husserl introduce el concepto de evidencia. Si pienso que mi teléfono móvil es negro y lo veo, entonces me doy evidentemente cuenta de que mi creencia es verdadera. ¿Acaso remite esta evidencia a algún tipo de inexplicable y misterioso sentimiento de certeza que acompaña mi creencia? ¿Está Husserl afirmando que el criterio para la verdad descansa en un sentimiento privado? La respuesta es «no». De hecho, Husserl critica de manera tajante los así llamados sentimientos de evidencia por su intrínseco relativismo.?% Más bien al contrario, para él la evidencia designa en el sentido estricto del término el ideal de una perfecta síntesis de plenificación, donde un objeto mentado es adecuadamente plenificado por una correspondiente percepción. Así, cuando el objeto no sólo es meramente mentado, sino que también está dado de forma intuitiva, podemos decir que está dado con plena evidencia.

 

En su estadio inicial de las Investigaciones lógicas, la doctrina de la verdad husserliana se enmarca, pues, en una filosofía de la intuición. La evidencia predicativa no es el tema básico de la filosofía. Previo y mucho más decisivo es el problema de la intuición. Si la cosa misma no le fuera previamente accesible, no sería posible dar cumplimiento al acto de significación. El misterio de la donación de las cosas mismas descansa en la intuición, pues es en ella donde por primera vez éstas se hacen patentes para mí. Sin dejar de ser lo que son, las cosas devienen fenómeno para una subjetividad. Dicho de otro modo, sólo a partir de una esfera ante-predicativa (intuición del ser), adquiere sentido el nivel de predicación (evidencia de la verdad). La evidencia depende de la presencia del objeto conocido, mientras que la verdad entendida como «correlato objetivo de una identificación de coincidencias es la plena concordancia entre lo mentado y lo dado como tal, Ti es la adecuación entre la intención del acto y esta presencia. Por lo tanto, la verdad consiste en una relación.

 

De lo dicho se desprende una consecuencia importante: la síntesis de coincidencia no tiene necesariamente la forma del juicio. El dilema de la verdad se transforma en el complejo dilema de los modos de presencia y transciende por ello el puro ámbito de la lógica y la teoría del conocimiento. En efecto, la noción de presencia, al poner en juego el modo de ser de lo que está presente y de aquel ente para quien lo presente está presente —es decir, el hombre—, no puede reducirse exclusivamente al ámbito del conocimiento. Éste sólo define una de las formas de presencia. 

 

 

Esta observación, en consonancia con la posterior crítica heideggeriana, es revolucionaria, ya que tiende a negar el primado de la teoría del conocimiento, que está a la base de la filosofía moderna y del propio pensamiento de Husserl. El problema de la coincidencia se presenta desde el momento en que un acto intencional cualquiera es susceptible de ser cumplimentado por su objeto. Pero este objeto no es necesariamente expresado en un juicio. Con la tesis de que no sólo los actos sintéticos pueden ser verdaderos, sino que también los actos monotéticos de la simple aprehensión tienen carácter de verdad, la concepción tradicional de la verdad como correspondencia comienza a tambalearse. Husserl introduce aquí una distinción decisiva entre la verdad proposicional (Satzwahrheit) y la verdad intuitiva (Anschauungswahrheit), asignando al segundo tipo de verdad un papel fundante y más originario.2% Por consiguiente, aunque Husserl ha partido de la definición clásica de veritas est adaequatio rei et intellectus, el sentido de esta fórmula ha variado profundamente, pues el juicio ha dejado de ser el único lugar de la verdad.

 

El Husserl tardío establecerá que el juicio es sólo una sedimentación del conocimiento y no su origen absoluto. El conocimiento no se dirige a una representación, ni al sujeto del juicio, sino que, mediante este último, a un ente. Es conocimiento del  ente.?% En concreto, en todo juicio interviene un supuesto real acerca del cual se enuncia algo. Toda afirmación judicativa implica necesariamente estos dos miembros. Ello conlleva que todo juzgar presupone un objeto que está ahí delante de nosotros, dado con anterioridad, acerca del cual se dice algo. En consecuencia, con anterioridad al juicio nos ha sido dado un ente. El juicio constata una presencia efectiva. Existe, por tanto, una evidencia antepredicativa en la que la evidencia del juicio encuentra su fundamento.?” Husserl lo expresó con toda claridad en un célebre pasaje de ideas:

 

 

Basta de teorías absurdas. El principio de todos los principios es que toda intuición que se da originariamente a sí misma es fuente legítima de conocimiento, que todo lo que se nos presenta originariamente en la intuición debe sencillamente ser aceptado tal como se da, pero también sólo dentro de los límites en que se da; ninguna teoría podría per-

 

suadirme de que esto es un error.^??

 

Aquí puede apreciarse un anticipo de lo que será la teoría desplegada por Heidegger en los primeros cursos de Marburgo y en Ser y tiempo. Sin embargo, hay que reconocer que esa anticipación es tan escueta que pasa desapercibida. A la teoría husserliana de la verdad le falta un fundamento ontológico.” Heidegger intentará colmar esta laguna al integrar el problema de la verdad en una concepción ontológica global, en la que las cosas que conforman nuestro mundo se patentizan originariamente al hombre. 

 

 

2.3.2. Aletheia y desocultamiento

 

En las lecciones del semestre de invierno de 1925-1926, Lógica. La pregunta por la verdad, Heidegger ofrece una primera y completa elaboración del concepto de verdad. El examen crítico de la  teoría de la verdad desarrollada en las Investigaciones lógicas lo conduce a la convicción de que el juicio, como síntesis (synthesis) o separación (diafresis) de representaciones, no es el lugar originario de manifestación de la verdad. Es tan sólo una dimensión derivada de un fenómeno ontológicamente mucho más primario. También se adhiere del todo a la idea de que la evidencia es conciencia y vivencia no reflexiva de la verdad. Sin embargo, lo vivido es siempre el sentido objetivo, el equivalente del nóema husserliano, nunca elementos subjetivos de la vivencia. La identidad experimentada es algo que se encuentra en el objeto intencional; y ese algo no es otra cosa que un modo de darse de la cosa intuida. Lo que se da, lo que se muestra en la evidencia es pura y simplemente el objeto intencional y no una relación de adecuación entre lo mentado y lo dado:

 

Cuando vivo en la intuición de una cosa como intuición comprobadora, el intuir no se pierde en la cosa y su contenido, sino que

 

éste es intuido expresa y personalmente como algo plenificado e

 

identificado.?'?

 

Pero cabe recordar que Heidegger no acepta la existencia de una región psíquica, con lo que se distancia de forma crítica de las Investigaciones lógicas para acabar con un tratamiento del tema de la evidencia más próximo a Ideas.”'! Como comenta Rodríguez:  Allí la noción de una identidad como correlato objetivo desaparece por completo, para dejar paso a la evidencia como acto que ve o da «originariamente» algo. Lo característico de este acto es que no es descrito como una identificación entre un acto de mención y otro de intuición, sino como un único acto intuitivo en el que lo visto es un «sentido» (un enunciado, por ejemplo) que se presenta como lleno; el sentido está de tal manera fundido con la cosa dada que lo que aparece, más que una identidad entre dos modos distintos de presentarse un objeto, es el objeto mismo en su darse originario. La frase enunciativa dice lo que la cosa es, donde el «es» tiene el sentido de «lo que verdaderamente es»; ese modo de darse la cosa como siendo verdadera es el nóema de la evidencia. Su correlato noético es la cualidad posicional típica del «así es», «es evi-

 

dente que», implícito en el acto.”?

 

Heidegger subraya que la conciencia de cumplimiento, el darse originario del objeto, representa un saber directo, no reflexivo, que el acto mismo tiene de sí mismo:

 

La identificación, la comprobación es un asunto intencional; se rea-

 

liza y al realizarse logra, sin una reflexión especial, una aclaración

 

sobre sí misma. 

 

En la evidencia, por tanto, el modo peculiar de manifestarse el objeto viene acompañado de una transparencia particular del acto para sí mismo.

 

Naturalmente, Heidegger no acepta que esa comprensión de sí mismo se realice en la autoconciencia como garante último de toda verdad. Ese ideal de evidencia se nutre todavía de la noción cartesiana de la misma. Contra el cartesianismo presente en Ideas, hay que reivindicar los derechos de cada una de las formas de evidencia y no someterlas artificialmente al ideal de la certeza matemática. También en la vivencia inmediata del mundo circundante asistimos a situaciones con evidencia prerreflexiva que la fenomenología no puede ignorar. En este sentido, el modelo de una ciencia rigurosa propuesto por Husserl se superpone al darse directo y originario de las cosas. Pero con ello se va precisamente en contra del «principio de todos los principios» de Ideas.” Hay que liberarse de esa actitud extrafenomenológica para lograr una aprehensión de lo dado con inmediatez, libre de toda posición. La intuición hermenéutica, verdadero núcleo del programa heideggeriano de una ciencia originaria, da testimonio de la donación de la cosa misma.

 

Retomando el hilo temático de la verdad, Heidegger profundiza en la brecha abierta por Husserl. Pero su radicalización y transformación de la posición de Husserl no arranca del concepto de verdad, sino del de la «donación» (Gegebenheit). Un término próximo a la noción heideggeriana de «estado de abierto  (Erschlossenheit) y «desocultamiento» (Unverborgenbeit)?? A partir de aqui, se establece el nexo entre el estado de abierto y la verdad, lo cual comporta un cambio radical en el modo de enfocar el problema de la verdad.?'* Ésta se pasa a considerar en términos de desocultamiento, es decir, como condición de posibilidad de la verdad proposicional. No se trata tanto de reconocer el carácter derivado de esta última frente al fenómeno del estado de abierto, como de señalar que el sentido de la misma como adecuación no se corresponde con su sentido originario. Heidegger piensa que esta consideración genuinamente ontológica de la verdad es característica de Aristóteles. En consecuencia, se trata de recuperar aquellos textos aristotélicos en los que dicho concepto aparece en esa dimensión originaria y libre de los prejuicios de ciertas tradiciones interpretativas. La tradición ha transmitido la idea de que el lugar de la verdad es la proposición y aquella otra de que es la correspondencia entre el pensamiento y el ente; además ha adjudicado a Aristóteles la autoridad y responsabilidad de esas dos tesis.?" La reflexión heideggeriana pretende desenmascarar esas tres afirmaciones como prejuicios frutos de una escolarización de la lógica. Concretamente, el descubrimiento que hace Heidegger de la conexión entre verdad proposicional e intuitiva le impondrá la «necesidad de un retorno a Aristóteles».?!* La destrucción de la teoría tradicional de la verdad lo lleva a reconducir la lógica a su matriz aristotélica a partir de una relectura marcadamente ontológica de Sobre la interpretación 1, Acerca del alma UI, Metafísica IX y Ética a Nicómaco V1.

 

El curso dictado en 1925-1926 con el título Lógica. La pregunta por la verdad ofrece un primer desarrollo sistemático de pasajes de estas obras y suministrará a Ser y tiempo buena parte de su arsenal conceptual.” Su principal característica respecto de las elaboraciones precedentes es el retroceso consciente y expreso al pensamiento griego, concretamente a Aristóteles. Éste ya no se interpreta sólo desde el trasfondo de una nueva fenomenología, sino como un elemento decisivo para el desarrollo del propio programa filosófico de Heidegger. El hilo conductor de esas lecciones es el lógos (A0yo5), entendido como el modo de ser del hombre por el que éste se revela a sí mismo y a los otros al mismo tiempo que revela su propio ser. Dicho de otro modo, la lógica examina la posibilidad de apertura, descubrimiento o desocultamiento del ente en general en el horizonte de la verdad. Esto significa que el Dasein, los otros, el mundo y los entes permanecen inicialmente ocultos:

 

[...] por tanto, el ente puede ser rescatado de su encubrimiento

 

(Unentdecktheit), esto es, de su ocultamiento (Verborgenbeit); puede  ser descubierto, desocultado. A esta apertura, a este desocultamien-

 

to (Unverborgenheit) del ente le damos el nombre de verdad.

 

La lógica filosófica es la ciencia de la verdad previa a las verdades obtenidas por las ciencias, previa incluso a la diferenciación entre verdad teórica, práctica y religiosa. De hecho, el primado de la verdad teórica ha determinado las representaciones habituales de la verdad entendida como correspondencia (adaequatio) según la estructura formal del «tal-como» (So-wie).””' Una vez puesta de relieve la insuficiencia de la teoría de la verdad de la lógica contemporánea, incluida la de Husserl, se pasa a la interpretación de los textos aristotélicos. La crítica de Heidegger se dirige contra la tradición metafísica que restringe y reduce el lógos a su dimensión exclusivamente proposicional y categorial, asignándoles la primacía a la predicación y al juicio. En consecuencia, no acepta la definición del hombre como animal dotado de /ógos por reductiva. El joven Heidegger considera insuficientes todos los conceptos y las definiciones tradicionales, porque reducen la esencia del hombre a una cosa entre otras. La determinación del hombre como animal rationale no satisface la movilidad propia de la vida humana, al quedar presa de un modelo de conocimiento en el fondo estático y contemplativo. El hilo conductor de su nuevo programa filosófico de una comprensión originaria y radical de la vida humana pasa por una reinterpretación del sentido genuinamente aristotélico de la dimensión desocultante del /ógos.??? Ésta se desarrolla en tres pasos. 

 

 

De entrada, Heidegger recuerda que en Aristöteles la filosofía misma es determinada como ciencia de la verdad y del ser 27? Pero si la verdad guarda alguna relación originaria con el ser, esto significa que el fenómeno de la verdad entra a formar parte del círculo de discusión de la ontología fundamental. A partir de esta constatación, el análisis de la verdad toma el siguiente rumbo: primero, se parte del concepto tradicional de verdad y se ponen al descubierto sus fundamentos ontológicos; segundo, desde esos fundamentos se hace visible el fenómeno originario de la verdad, que permite mostrar el carácter derivado del concepto tradicional, y, tercero, se pregunta por sus modos de ser.

 

En el primer paso, se constata el carácter delimitado y parcial de la proposición, así como su modo derivado y fundado respecto a la verdad. Para Aristóteles, «[...] todo enunciado es significativo [...]; ahora bien, no todo enunciado es asertórico, sino sólo aquel en el que se da la verdad o la falsedad».?* Únicamente es apofántico aquel enunciado susceptible de verificación o falsación, aquel que dice algo verdadero o falso. El fragmento en cuestión ha sido interpretado con frecuencia en el sentido de que la proposición es el lugar de la verdad. Sin embargo, se trata justamente de lo contrario: no es la verdad la que se define con relación a la proposición, sino la proposición, el lógos apophantikós (Aoyos arrodavrtiko5), el que se define con relación a la verdad. Las palabras de Heidegger son rotundas: La proposición no es el lugar de la verdad, sino la verdad el lugar de la proposición.

 

 

El segundo paso profundiza en la estructura esencialmente doble del /ógos, capaz de ser verdadero y falso. No es ya que la proposición pueda ser falsa, es que, examinadas las condiciones de la falsedad, le corresponde a ésta cierta primariedad. Para descubrirla se supone con anterioridad un estado de encubierto como cuando la cosa queda encubierta en un enunciado falso. Así, por ejemplo, un juicio falso provocado por la precipitación, el engaño de los sentidos o una laguna de la memoria impide que la cosa se manifieste tal y como es en verdad. En cualquier caso, la estructura que posibilita la verdad, resultado de una composición, también posibilita la falsedad, resultado de una división. No es que la proposición sea fruto de una synthesis o diairesis, como propone Aristóteles, sino que toda proposición es tanto sintética como diairetica.??° Esta doble estructura de la proposición es previa a la afirmación y la negación. El lógos es un fenómeno enigmático que precisa una ulterior aclaración fenomenológica.

 

En realidad, el /ögos es una estructura previa al lenguaje, que se inscribe en el plano de una apertura preobjetiva y una comprensión inmediata del mundo. Según Aristóteles, «[...] en cuanto a los objetos en que cabe tanto el error como la verdad, tiene lugar ya una composición de conceptos que viene a constituir como una unidad».?" Este ya, que nosotros hemos resaltado expresamente en cursiva, remite a una estructura ontológica de hondo calado para el desarrollo del programa filosófico del joven Heidegger: la que él denomina el «cómo hermenéutico» de la  comprensión primaria y sobre la cual se funda la modificación

 

del «cómo apofántico» de la proposición.” Formular una proposiciön, expresar un juicio, es exponer algo, es decir algo de algo. Pero esa misma operaciön predicativa es secundaria respecto al estar ya en el mundo propio de la existencia humana. El mundo se abre a la experiencia antepredicativa como un mundo en cierto modo significado, situado en una determinada interpretación: «[...] el ente ya está puesto en una interpretación, está significado».?% En Ser y tiempo, el factum de nuestra relación simbólicamente mediada con el mundo remite justo a la universalidad de la estructura del «cómo» y se erige en el núcleo de la transformación hermenéutica de la fenomenología. La tesis de que «[...] toda simple visión antepredicativa de lo que está a la mano ya es en sí misma comprensora-interpretantew?? es la que empuja a Heidegger a sustituir el modelo de la percepción de la fenomenología por el de la comprensión de la hermenéutica.

 

La proposición, por tanto, no mantiene ninguna relación originaria con el ente; antes bien, sólo es posible sobre la base de un estado de descubierto previo que actúa a modo de condición

 

de posibilidad de la proposición:

 

[...] que el enunciado sea verdadero significa que descubre al ente en sí mismo. Enuncia, muestra, «permite ver» al ente en su estado de descubierto. El ser-verdadero del enunciado debe entenderse como

 

un ser descubridor. La verdad no tiene, pues, en absoluto, la estructura de una concordancia entre conocer y objeto.

 

 

Esto puede ilustrarse con ayuda del análisis de las condiciones de posibilidad de la proposición falsa que Heidegger ofrece en los mencionados cursos del semestre de invierno de 1925-1926. Imaginemos —dice Heidegger— que voy paseando por un bosque oscuro y que entre los abetos me parece ver algo que se mueve y viene hacia mí. En un primer momento, pienso que se trata de un ciervo. Pero a medida que me aproximo a los abetos, me doy cuenta de que en realidad se trata de un arbusto agitado por una leve brisa y que, por lo tanto, he realizado un juicio falso.%? En este ejemplo, han de tenerse en cuenta las condiciones siguientes: en primer lugar, es necesario que antes se nos dé algo, ya que si no nos saliera nada al encuentro, difícilmente tendríamos motivos para emitir un juicio. Esto significa que nos movemos ya siempre en una apertura previa del mundo; en segundo lugar, el mero hecho de percibir el ciervo como «algo» que me sale al encuentro, supone que ese «algo» ya es comprendido previamente de alguna manera; y, en tercer lugar, este «algo» se enmarca en un contexto, es decir, que en el mundo circundante «bosque» puede aparecer algo como «ciervo». Este mundo circundante, que forma parte de ese todo estructurado simbólicamente que es el estar-en-el-mundo, se mueve en el ámbito de cierto grado de precomprensión que limita las posibilidades de ver. Tanto es así, por ejemplo, que resulta harto improbable que entre los abetos de un bosque alemán vayamos a topar con la raíz cuadrada de doce o con el rey de Persia.” 

 

 

De ahí que la adecuación o la no adecuación entre la proposición y el objeto sólo sean factibles desde el trasfondo de un mundo ya siempre precomprendido. Ahora bien, al apelar a este estado de descubierto que vale como condición de posibilidad tanto de una proposición falsa como de una verdadera, la concepción de la verdad de Heidegger permanece incompleta, ya que la cuestión de si una proposición puede ser falsa o verdadera queda sin responder. Finalmente, no se halla ningún rasgo que permita ponerla en relación con otras teorías de la verdad, tales como las del consenso y de la coherencia. En este sentido, el desarrollo heideggeriano del tema de la verdad no puede considerarse un tratado completo sobre la verdad, como han señalado primero Tugendhat y luego Gethmann.”* Que el ente sólo pueda ser comprendido desde un previo estado de descubierto impide dar cuenta del carácter binario de la verdad. La verdad de la proposición, como ha señalado Tugendhat, ha de comprenderse como un desocultar progresivo, un acercamiento gradual a la cosa misma enunciada. Nos hallamos ante un estar en camino hacia la verdad, que nunca alcanza la verificación final de la proposición. Ese camino se entiende, más bien, como meta de un movimiento, de una tendencia todavía no realizada, que transfiere a la verdad ese carácter de aproximación dinámica constante.  

 

 

La polaridad desoculto/oculto no es equivalente a la de verdadero/falso, según la exposición heideggeriana de las tres condiciones de la proposición falsa. En este caso, Heidegger no establece una definición de esta última, sino que advierte de las condiciones de posibilidad de la falsedad. El estado de descubierto ofrece una condición de posibilidad necesaria, pero no suficiente de la verdad. La nivelación entre verdad y el respectivo estado de descubierto incorpora el elemento de la facticidad al tema de la verdad. Con ello pierde su carácter contrafáctico, pero al mismo tiempo deja abierto el camino a una tematización de la verdad como estado de abierto y desocultamiento:

 

Los anteriores análisis de la mundanidad del mundo y de los entes intramundanos mostraron que el estado de descubierto de los entes intramundanos se funda en el estado de abierto. [...] Con y por éste es el estado de descubierto, luego únicamente con el estado de abier-

 

to del Dasein se alcanza el fenómeno más originario de la verdad 179

 

La equiparación de verdad y constitución de sentido no permite incorporar las propiedades de validez del concepto de verdad, a saber, universalidad, necesidad e incondicionalidad, de tal manera que al final sólo puede hablarse de un acontecer de la verdad histórico y fáctico.??" Así, en cuanto el estado de abierto del Dasein  ya siempre presupone una interpretaciön del mundo, toda proposición depende de la comprensión fáctica del ser que se tenga en cada caso. Precisamente aquí, se hace visible la epistemologización del concepto de verdad. Heidegger, partiendo de la pregunta por la verdad y sus fundamentos ontológicos, es decir, acerca de «qué es verdad» y «cómo es posible la verdad», transforma esta cuestión en la pregunta por su constatación.

 

Esto es una consecuencia que se desprende necesariamente del análisis del mundo y de la diferencia ontológica, la cual establece que todo ente sólo se comprende a partir de la comprensión del ser. En relación con la estricta diferenciación entre el «descubrir» de los entes intramundanos y el «abrir» del ser, escribe Hei-

 

degger:

 

No sólo distinguimos terminológicamente por razones objetivas entre el estado de descubierto (Entdecktheit) de un ente y el estado de abierto (Erschlossenheit) de su ser. El ente sólo puede ser descubierto, bien por vía de la percepción o de otro cualquier modo de acceso, si el ser del ente ya está abierto —si comprendo. Sólo entonces es posible preguntar si es real o no y me puedo colocar en disposición

 

de establecer la realidad del ente.???

 

Heidegger llega así a una especie de topología de la verdad que asimila de forma radicalizada ciertas determinaciones básicas del concepto aristotélico de ésta. Primero, los entes mismos son primariamente verdaderos en el sentido de estar desocultos y ser  manifiestos antes de cualquier predicación sobre ellos. Heidegger exprime aquí la potencia ontológica de la comprensión aristotélica de la verdad contenida en la expresión on hos alethes (0v ws admdes). A continuación, en la medida en que la vida humana se relaciona con los mismos entes desocultados, ésta entra en contacto directo con la verdad. Heidegger está asimilando la idea aristotélica de que el alma está en la verdad y piensa que, con la ayuda del libro sexto de la Etica a Nicómaco, puede desarrollar toda una fenomenología de los comportamientos humanos capaz de desvelar esa verdad.?%

 

Finalmente, la verdad de los enunciados, juicios o proposiciones es un modo derivado y fundado en el acontecer originario del desocultamiento de la verdad:

 

La tesis según la cual el «lugar» genuino de la verdad es el enunciado, no sólo apela injustificadamente a Aristóteles, sino que, por su contenido, significa además un desconocimiento de la estructura de la verdad. El enunciado no sólo no es el «lugar» primario de la verdad, sino que, al revés, en cuanto modo de apropiación del estar descubierto y forma de estar-en-el-mundo, el enunciado se funda

 

en el descubrir mismo o, lo que es lo mismo, en el estado de abierto

 

del Dasein.?*!

 

Una vez conquistada esta comprensión originaria del fenómeno de la verdad, se interroga por su modo de ser. Recordemos que el primer paso de la interpretación heideggeriana de Aristóteles se centra en el problema del lugar de la verdad, mientras que en el segundo se pasa a analizar la doble estructura del lógos y se desarrolla el tema del «cómo» hermenéutico. Ahora, en el tercer paso,  se encara directamente la cuestiön de la verdad. La aportaciön esencial de Aristöteles es que capta la vinculaciön del problema de la misma con la cuestiön del ser. El texto fundamental al respecto es el difícil pasaje de la Metafísica IX, 10. Sin entrar en la exposición línea por línea ofrecida por el mismo Heidegger, nos limitamos a exponer el núcleo de esa lectura: «¿Qué significa ser para que verdad pueda comprenderse como carácter del ser?».2% La respuesta heideggeriana es: ser significa ante todo presencia (Anwesenheit, Präsenz). A partir de aquí, se emprende una radicalización de la pregunta acerca de qué es la verdad, poniéndola en relación con la temporalidad y haciéndola converger así con la necesidad de un previo análisis preparatorio del Dasein. La verdad en el sentido de desocultamiento implica tácitamente una comprensión del ser de los entes en términos de presencia. Esta comprensión del ser como presencia significa comprender el ser desde el tiempo.” En otras palabras, la interpretación del ser como presencia ya supone una conexión entre ser y tiempo, en la que se da prioridad a la dimensión temporal del presente. De este modo, el ser se revela como temporal, aunque sólo desde la dimensión del tiempo presente. El pensamiento griego, sin embargo, no tuvo conciencia de esta relación entre ser y tiempo. Tampoco el pensamiento posterior. Sólo Kant barrunta tímidamente esa relaciön.?®

 

Con ello Heidegger ya tiene desbrozado el camino de su interpretación de la historia de la metafísica:

 

Platón ya designa el ser como presencia. Y el término ousía, que en

 

la historia de la filosofía se asocia una y otra vez con la sustancia,  no significa otra cosa que «presencia» en un sentido determinado. Todavía resta destacar que los griegos Platón y Aristóteles determinaron el ser como presencia y presente. El presente es un carácter del tiempo. Comprender el ser como presencia desde el presente significa comprender el ser a partir del tiempo. [...] Una vez se ha comprendido esta problemática de la íntima conexión de la comprensión del ser sobre la base del tiempo, se tiene la posibilidad de darle sentido a la historia del problema del ser y a la historia de la

 

filosofía en general.?%

 

Encontramos en estos años que preceden a la publicación de Ser y tiempo una primera formulación de la función que cumple la temporalidad en la ontología fundamental. Heidegger todavía está influido por Husserl, pero a pesar de ello ya son evidentes los signos de distanciamiento. Husserl se equivoca al apelar tan radicalmente al ideal de evidencia de las operaciones lógicas, por mucho que esta exigencia viniera motivada por su lucha contra el psicologismo. Heidegger también considera erróneo que este ideal de transparencia lógica se aplique al análisis fenomenológico de las vivencias prácticas, incluidas las religiosas. Denuncia abiertamente la injustificada primacía que Husserl otorga a la teoría. Para él, la verdad práctica es la primordial. Y aquí el modelo a seguir es sin duda Aristóteles, quien, en la Ética a Nicómaco, deja atrás la identificación platónica de conocimiento y visión eidética.

 

Precisamente la cuestión del significado del ser y su interrelación con la verdad son las que impulsan a Heidegger a determinar la estructura ontológica de la vida humana en su específica fuerza desocultante. En el marco del problema prototípicamente fenomenológico de la constitución del sujeto, Heidegger retoma la idea aristotélica de que el alma vive en la verdad y se  apropia de manera productiva de la determinación aristotélica de la práxis para encontrar una salida a la aporía del concepto de la subjetividad transcendental de Husserl —a saber, la aporía de un sujeto referido al mundo y de la simultánea constitución del mundo por parte de ese mismo sujeto. Heidegger se distancia de la posición transcendental de su maestro, que enfoca la conciencia desde un prisma predominantemente epistemológico, y encuentra un magnífico punto de apoyo en la filosofía práctica de Aristóteles.

 

En este sentido, la presencia ininterrumpida de Aristóteles y de Husserl rebasa los límites de una simple referencia histórico-crítica. Ambos autores dibujan el horizonte de problemas que interesa a Heidegger. El descubrimiento de Aristóteles, como el autor que plantea la pregunta fundamental de la filosofía por el sentido del ser, se entrecruza con el descubrimiento de Husserl, quien desarrolla el método adecuado para ir a las cosas mismas. No se trata de una simple ocupación con las ideas de Aristóteles y de Husserl y de la integración de las mismas en su propio programa filosófico, sino de la puesta en escena de una única cuestión: la cuestión del ser. El significado del ser se muestra en sí mismo en la vida del hombre. Heidegger ve a Aristóteles con los ojos de la fenomenología de Husserl, pero al mismo tiempo el encuentro con el primero modifica su comprensión del segundo: por una parte, Aristóteles se interpreta en clave originariamente fenomenológica y no en el sentido metafísico y teológico de la escolástica cristiana; por otra, Husserl se comprende en términos harto ontológicos y no en el sentido idealista y transcendental. Lo que se muestra en sí mismo en la apertura comprensiva del hombre permanece como  algo irreductible a la representación objetiva de un sujeto cognoscente; pero, a su vez, la apertura intencional del hombre permite que una cosa se muestre en su ser en cuanto que la misma existencia humana constituye una forma de apertura irreductible a cualquier determinación gnoseológica, psicológica y antropológica. Cada vez que Heidegger lee a Aristóteles en estos años, la interpretación conduce siempre a la tarea genuinamente fenomenológica de una ontología de la vida o, mejor dicho, de una ontología del Dasein.

 

2.4 De la Etica a Nicómaco a la ontología de la vida humana

 

2.4.1 Los modos fundamentales de desvelamiento: theoría, poiesis y práxis en la articulación de la ontología fundamental

 

El análisis del fenómeno de la verdad pone de manifiesto que la teoría sólo representa una de las diferentes posibilidades y modalidades por las que el ser humano aprehende los entes y puede comprender el ser. La filosofía práctica de Aristóteles ofrece un modo de tratamiento alternativo, mucho más rico y fenomenológicamente más consistente que arranca de las relaciones cotidianas en las que de ordinario nos encontramos en el mundo. La exposición de las virtudes intelectuales en la Ética a Nicómaco ofrece un amplio abanico de comportamientos de la vida humana que Husserl, en su proyecto de filosofía como ciencia estricta, no llegó a tomar en consideración. El rechazo de la actitud teórica en Husserl y la asimilación productiva del pensamiento ético de Aristóteles constituyen dos ingredientes insustituibles del análisis heideggeriano de la existencia humana.

 

En la extensa introducción al curso del semestre de invierno de 1924-1925, Platón: El sofista, se emprende un detallado análisis de la filosofía práctica de Aristóteles a partir del libro sexto de  la Etica a Nicómaco.? El punto de partida no es otro que el ser del ente. ¿Cuál es el hilo conductor de la investigación ontológica? La verdad, la aletheia (aAm0era) en el sentido de desocultamiento. ¿Cuál es el ente que permite un acceso apropiado al ámbito de apertura de la verdad? La vida humana, el Dasein, que, al estar determinado ontológicamente por la verdad, permite el desvelamiento del ser.“ A partir de este planteamiento general, se analizan los cinco modos como, según Aristóteles, el alma humana posee la verdad, a saber: «el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y el intelecto».?? La cuestión que intriga a Heidegger es la de averiguar cuál de estos modos de conocimiento permite una manifestación más originaria del mundo y del ser. Con este propósito, realiza un examen sistemático de los siguientes tres modos fundamentales de desvelamiento del alma: theoría (dewpia), poíesis (moimaıg) y práxis (mp@ßıs) y sus respectivas formas de conocimiento: epistéme (érrio T0140), téchne (rexvm) y phrónesis (ppovnoa1s). La asimilación productiva de los conceptos de la filosofía práctica de Aristóteles permite establecer diversos niveles de correspondencia con buena parte de las determinaciones ontológicas de Ser y tiempo. La primera y quizá  más palmaria es la que se da entre estar-a-la-mano y poiesis, entre estar-ahí-delante y theoria.”°° A cada uno de estos modos de desvelamiento le corresponde una peculiar forma de conocimiento y de comportamiento que esquemáticamente se puede reproducir de la siguiente manera:

(ver grafico pagina 273-272  https://archive.org/details/escudero-j.-a.-heidegger-y-la-genealogia-de-la-pregunta-por-el-ser-ocr-2010/page/273/mode/1up?view=theater) 

 

Asimismo, cada uno de estos modos de desvelamiento se distingue por metas y modos de ser diferentes.

 

poiesis

 

a) Präxis y theoria

 

De entrada, hay que distinguir con claridad entre la präxis y la theoria: la práxis (mpag15) describe una acción orientada al éxito bajo la guía de la prudencia, que dicta en cada caso el modo adecuado de comportarse en las situaciones concretas y reales de la vida, mientras que la theoria (dewpia) es un conocimiento fruto de la observación y descripción con la intención de aprehender abstractamente el ser de los entes. El privilegio que tradicionalmente se ha concedido a la actividad teórica ha marginado  la dimensiön präctica de la vida humana, es mäs, la acciön ha quedado sistemäticamente subordinada a las categorias de la teoria. Aristöteles ofrece un buen punto de apoyo para revertir esta situación y asegurar la autonomía y la peculiaridad de la präxis. En su ocupación con Platón, Aristóteles diferenció por primera vez entre el comportamiento teórico (Bewpetv) y el práctico (npakreıv), y conforme a esta diferenciación delimitó claramente el conocimiento constatativo de la sabiduría del conocimiento práctico de la prudencia. Los criterios para esta delimitación son:

 

Diferencia con respecto a la meta perseguida. En el ámbito teórico, se persigue el conocimiento de la verdad, mientras que en el práctico, se busca el éxito de la acción (erpa gta), es decir, la buena acción y la buena vida.” disciplinas posea un modo de conocimiento diferente y tenga a

 

De ahí que cada una de estas

 

su vez un diferente carácter epistémico: las ciencias se consuman en la contemplación de la verdad; en cambio, el saber práctico, que también tiene un carácter científico, está dirigido al éxito de la acción humana.

 

El diferente modo de ser de los respectivos ámbitos ontológicos. La teoría se mueve en el reino de la necesidad y la universalidad, mientras que la práctica lo hace en la esfera de la contingencia y la particularidad. El objeto de la ciencia teórica es algo constantemente presente, que no cambia, a diferencia del objeto de la ciencia práctica, que varía de una situación a otra, de una persona a otra, pero sin caer en la pura arbitrariedad. De lo contrario, la acción humana quedaría simplemente expuesta al azar, por lo que no haría falta el uso de la razón práctica.

 

Y un diferente punto de partida metodológico. No pueden esperarse de un hablante discursos con la claridad de las proposiciones matemáticas ni es posible exigir al matemático que adorne  sus demostraciones con elementos retóricos. Dada la variabilidad de las situaciones en las que se mueven las ciencias prácticas, no se puede estar a la expectativa de que ellas aporten el mismo grado de exactitud que las ciencias teóricas. Pero esta menor exactitud no nace de una falta de conocimiento, sino que depende del modo de ser del ente mismo investigado, el ser humano y sus circunstancias siempre cambiantes.

 

b) Práxis y poiesis

 

La peculiaridad de la práxis (mpag15) también debe distinguirse de la pofesis (moimarıg). La acción ética y política (práxis) no es del mismo tipo que la producción de objetos (potesis). Esta última responde a la actividad productiva dirigida a la fabricación de artefactos y utensilios que están instrumentalmente a nuestra disposición cumpliendo ciertas formas de servicio. Dada la similitud entre la acción práctica y la producción poiética, es necesario delimitar con exactitud sus respectivos modos de ser. La práxis encarna un saber de tipo práctico-moral; la pozesis se funda en un saber de tipo técnico-instrumental. El criterio que distingue a un tipo de saber del otro es el hecho de que la acción práctica tiene el fin (réAos) en sí misma. Su éxito sólo puede reconocerse por la perfección y la virtud (apet) que acompañan a la acción misma. En cambio, la producción tiene su finalidad fuera de sí, en el objeto producido como tal. Heidegger se apropia la práxis aristotélica y la convierte en la determinación ontológica fundamental de la vida humana, aunque con el riesgo de que la analítica existenciaria caiga en una especie de solipsismo en el que el Dasein como práxis originaria se encuentra desnudo ante  su destino. En este sentido, por ejemplo, dos alumnos insignes de Heidegger, Herbert Marcuse y Hannah Arendt, retoman este motivo, pero lo invierten: Marcuse sitúa la vida en las condiciones materiales de existencia; Arendt desarrolla el carácter interpersonal, público y plural de la práxis. 

 

 

c) Phrönesis

 

Ella diferencia entre el saber präctico de la prudencia y el saber técnico de la producción. Aristóteles distingue el saber práctico de la phrónesis (bpovmıs) del teórico de la sophía (rod ía) y del productivo de la pofesis (moines). La delimitación entre el saber práctico y el teórico se funda en la diferencia entre práxis y theoria y en la diferencia de sus respectivos ámbitos de investigación. El saber práctico de la phrönesis está por debajo del rango del saber teórico de la sophía porque su objeto de estudio —la contingencia de la acción humana- no goza del mismo nivel de perfección que el objeto de las ciencias teóricas, que se mueve en el ámbito de la eternidad divina. Sin embargo, goza de una preeminencia que no tiene el saber teórico: su fuerza imperativa orientada a la acción. La phrönesis exige tomar una decisión y actuar con arreglo a ella.

 

Por otro lado, la delimitación entre el saber práctico y el poiético no puede establecerse con los mismos criterios empleados en el caso del saber teórico, ya que tanto la phrónesis como la poíesis remiten a algo contingente, es decir, algo que puede ser de otra manera. En el libro sexto de la Ética a Nicómaco se establece un criterio de diferenciación más bien subjetivo que se funda en las diferentes actitudes de la phrónesis (bpovneiıs) y de la téchne (rexvm). En primer lugar, la phrónesis no remite, como la téchne, a acciones individuales, sino que tiene en consideración el éxito de la vida en general. El saber práctico persigue la felicidad (evdaruovia), no la utilidad como el saber productivo; en segundo lugar, la phrónesis y la techne son dos modos de conocimiento diferentes que remiten a dos formas de comportamiento  diferentes, como son la práxis y la poíesis.25? La poiesis, como dijimos, tiene su finalidad fuera de sí; la práxis, en cambio, la posee en sí misma; en tercer lugar, phrónesis y téchne se definen como modos de saber, pero en sus respectivas definiciones encontramos una sutil diferencia: en la definición de la téchne se destaca el saber técnico de la verdad del lógos, mientras que en la phrónesis se insiste en la verdad de la actitud del saber moral acompañado de destreza (deıvorms) y de astucia (mavovoyia).”* Y, en cuarto lugar, en la zechne hay una regla que permite alcanzar la perfección, no así en la phrónesis. El médico puede ir mejorando sus capacidades de diagnóstico y sus técnicas quirúrgicas con la práctica prolongada de la medicina, el ebanista es capaz de ir puliendo sus destrezas manuales y habilidades instrumentales hasta lograr un elevadísimo nivel de perfección. El saber práctico-moral, por su parte, no se reduce a la simple aplicación del modelo de acción del hombre sabio a las situaciones vitales de cada uno, como si la vida pudiera moldearse bellamente imitando las técnicas de un maestro escultor. En otras palabras, la téchne permite una aproximación gradual y acumulativa a la perfección; en cambio, la phrónesis puede realizarse de una sola manera y no responde a la aplicación de una técnica universal de acción.?? La virtud ética de la prudencia se mueve sin cesar en el término medio, por lo que las posibilidades de que no alcance su fin son realmente elevadas.?°° En la téchne, se alcanza la perfección por medio de la práctica y los errores. Éste no es el caso en la phrönesis, pues uno no se hace virtuoso actuando en un mundo viciado. Uno no regresa más sabio de los suburbios de la vida.

 

Esquemáticamente, podemos resumir las principales características de la theoria, la práxis y la poíesis como sigue:  (grafico pagina 277) 

 

 

Finalmente, el aspecto más interesante de la asimilación heideggeriana del libro sexto de la Etica a Nicómaco radica en el énfasis puesto en el potencial ontológico de estas determinaciones y, sobre todo, en la alteración de la jerarquía aristotélica. La theoria, proyectada hacia el ideal de la vida contemplativa, ya no se considera la actitud preferente del hombre. Heidegger convierte la práxis en la estructura ontológica fundamental del Dasein, mientras que la poíesis y la theoría se consideran dos modalidades derivadas de una actitud unitaria del Dasein que Heidegger llama «cuidado» (Sorge).

 

Esta distinción entre pofesis (oim 015) y práxis (mpaÉ1s) desempeña un rol decisivo en la articulación de la ontología fundamental durante el período de Marburgo.?” La pofesis es la actividad orientada hacia la producción de artefactos y definida por la univocidad de un plan previamente diseñado: qué material utilizar, qué forma imprimirle, a qué uso está dirigido, etcétera. La práxis, en cambio, se inscribe en una esfera de relaciones sociales preexistentes caracterizada por la ambigüedad e imprevisibilidad de las acciones humanas. Pero precisamente esa ambigüedad, que en un principio nos llevaría a pensar en la fragilidad del ser humano, abre un espacio de libertad y autodeterminación. La estructura misma de la ontología fundamental implica una reapropiación específica de la distinción griega entre pofesis y práxis. Si, como sugiere el lenguaje cotidiano, hay diferentes sentidos del ser (vida, existencia, actualidad, presencia, etcétera), ¿existe en tonces una unidad a partir de la cual esta diversidad pueda hacerse inteligible? Heidegger responderá de manera afirmativa, argumentando que existe un ente señalado que alberga una precomprensión del ser que es menester elucidar por medio de una analítica previa de sus estructuras ontológicas.

 

El análisis de la existencia humana arranca del mundo cotidiano, en el que el Dasein se encuentra con las cosas y los demás inmerso en un plexo de referencias que conforman una totalidad significativa. Ese mundo cotidiano no es otro que el mundo circundante, que en primera instancia se manifiesta como correlato del mundo del trabajo (Werkwelt). Werken, en griego, es poíein. El mundo cotidiano es el mundo de la poíesis. Evidentemente, un mundo público en el que actuamos con circunspección práctica. El Dasein instalado en ese mundo vive de forma impropia. A partir de una reflexión óptica sobre el modo de ser de los entes que pueblan el campo de sus preocupaciones, acaba por aprehenderse el mundo en términos de un estar-ahí-delante (Vorhandenheit). Una manera de ver y tratar las cosas que responde a la misma estructura de la actividad productiva de la pofesis. El error de los griegos, como repite el joven Heidegger, consiste en pensar el ser como presencia y, por tanto, subordinar la manifestación de los entes al /ógos apofántico del entendimiento humano. Sin embargo, resulta paradójico que, para superar esa limitación de la ontología griega, Heidegger recurra a la exégesis de otra actividad prototípicamente helena: la práxis, sobre la que precisamente meditó Aristóteles en los mismos textos indicados arriba.

 

La práxis remite de forma directa al hombre que posee la capacidad de fabricar y producir. Este rasgo dinámico de realización de la práxis humana, la dynamis, se opone a la actualidad de lo ya producido, la enérgeia.?? Con ello se establece una  distinción jerárquica por la que la práxis gobierna a la pofesis: «La reflexión de por sí nada mueve, sino la reflexión por causa de algo y práctica». ¿Cuál es esa causa final? La acción del hombre mismo que delibera con prudencia. Desde esta perspectiva, se comprende mejor por qué Heidegger exclamó a propósito de la phrónesis: «¡Esto es la conciencia!».?° Obviamente, se trata de la conciencia (Gewissen) como instancia que testimonia al Dasein su tener que ser (Zu-sein). El movimiento de individuación que emana de la conciencia en la caída en el uno habilita el tránsito de la existencia impropia a la propia. El Dasein deviene de este modo el fundamento óntico de la ontología fundamental. Estructuralmente esta ontología fundamental reposa en la diferencia entre propiedad (Eigentlichkeit) e impropiedad (Uneigentlichkeit) que, sin muchas dificultades, puede retrotraerse a la distinción poiesis-präxis del libro sexto de la Ética a Nicómaco.

 

 

2.4.2 El Dasein y la práxis aristotélica

 

La interpretación de las estructuras del Dasein realizada desde la perspectiva de la práxis aristotélica evidencia ciertas correspondencias estructurales, conceptuales y, en ocasiones, terminológicas entre Heidegger y Aristóteles, sin menoscabo del reconocimiento de las diferencias existentes entre ambos pensadores.?? El mismo Heidegger declara que la razón práctica es una ontología de la vida humana. En el contexto de la ciencia práctica (epistéme praktiké), término que Heidegger traduce por «ontología de la existencia humana», Aristóteles asigna a la vida humana un tipo específico de movimiento (kínesis) . «La vida —como señala Aristóteles— es acción (práxis), no producción (pofesis).» 9? La práxis no es simple zen, esto es, mera preservación y contemplación de la vida, sino bios, vida que proyecta alcanzar la mejor de las existencias posibles. Ni siquiera en los momentos más contemplativos, en los que se hace defensa de la vida teórica y del ideal del sabio, puede Aristóteles desprenderse de las ataduras de la temporalidad y la realidad:

 

Sin embargo, siendo humano, el hombre contemplativo necesitará 8

 

del bienestar externo, ya que su naturaleza no se basta a sí misma

 

para la contemplación, sino que necesita de la salud corporal, del

 

alimento y de los demás cuidados.”

Este hecho, de aparente trivialidad, introduce en las ideas un sedimento del que también se nutre el conocimiento.

 

Esta sumisión a la realidad efectiva constituye el anclaje que da corporeidad al saber. Los conocimientos de las ideas en sí, sin la génesis que las ha constituido y de la que nunca pueden desprenderse, se convierten en un conocimiento de simples esquemas teóricos. Pero éstos no son operativos en el dominio de aquella forma de conocimiento que tiene que ver con las acciones, con la proyección del pensamiento en el espacio de la cultura y de la sociedad. El fin de la política y de la ética, «no es el conocimiento (gnosis), sino la acción (práxis)»."9 La práxis ocupa el verdadero centro de la reflexión ética. Es fundamentalmente conducta y vida en el contexto político de la comunidad. Y esa conducta lleva consigo un /ógos que la orienta y perfecciona. La präxis con lógos no señala sólo la salida del mero horizonte de la naturaleza, sino que inserta cualquier teoría de la acción humana en la esfera de la intersubjetividad:

 

Quizá es también absurdo hacer del hombre dichoso un solitario, porque nadie, poseyendo todas las cosas, preferiría vivir solo, ya que el hombre es un ser social y dispuesto por la naturaleza a vivir con

 

otros.?°°

 

Este lógos no procede de una simple contemplación de verdades intemporales. El roce con las cosas y con el mundo enriquece el  contenido de nuestros actos y nuestro pensamiento.?% La indisoluble unión entre el hombre y sus obras aparece claramente en la interpretación tanto aristotélica como heideggeriana de la práxis. Esto significa que el ser humano, en calidad de zoon politikön  lógon échon, ha de deliberar (BovAenıs) y decidir (rooa pers) qué camino toma y qué significado da a su vida. Como es sabido, es el hombre prudente y sabio (phronimós) quien sabe deliberar y decidir adecuadamente y, por ello, quien es capaz de lograr la felicidad (evdaınwvia), finalidad última de una vida realizada plenamente. Este modo de ser, empero, es fruto de una temporalidad inserta en el tejido que urde la práxis. Al enlazarse con la temporalidad, la práxis se convierte en empresa, en proyecto, en creación. Frente al hacer de los dioses y héroes, la práxis del hombre comienza a ser un símbolo de su autonomía. Pero esta práxis necesita de las múltiples alternativas del mundo y del tiempo, necesita posibilidad y libertad. Para ello, la felicidad, y todo lo que parece encerrarse en este nombre, como la existencia propia de Heidegger, se engasta en un proceso que requiere presente para gestarse, pasado para enriquecerse y futuro para realizarse. Al convertirse la realidad humana en práxis, se proyecta la vida hacia la voluntad, hacia el /ögos y, por supuesto, hacia las condiciones reales en las que la existencia se despliega.

 

Con todo, la apropiación de los conceptos de phrónesis (dpovmeis) y práxis (mp@ßıs) es selectiva y se somete a un proceso de ontologización, que se integra en el proyecto filosófico del mismo Heidegger. El filósofo recurre a estos dos conceptos en su crítica de la ambición metafísica de garantizar un sistema de verdad absoluto y para retrotraer la investigación filosófica a las situaciones prácticas en las que el hombre desempeña sus diversas actividades cotidianas, productivas, intelectuales, etcétera. La lectura de la Etica a Nicómaco enseña que la phrónesis, al igual   que la comprensión ontológica de la realidad humana, no es reductible a parámetros teóricos, sino relativa a un proyecto de autodeterminación de la existencia del Dasein. Heidegger retoma esta intuición fundamental y la reformula ontológicamente. El Dasein humano es un tipo de ente peculiar cuyo ser siempre está en juego. Es un ente fáctico, que en cada caso debe decidir sobre  las posibilidades existenciales a su alcance, muy en particular en el sentido práctico de optar por las formas y modalidades de su propia autorrealización. Como advierte Aristóteles, el ser humano es el ente que tiene que decidir." Sólo cuando asume de modo consciente esa responsabilidad, se le brinda la oportunidad de una existencia auténtica. Incluso la no ejecución de sus posibilidades viene precedida por un no-querer-tomar-una-decisión. Una evasión que conduce inexorablemente a la caída en un estado de impropiedad. En cambio, la existencia del Dasein alcanza su máxima cota de autenticidad si, escuchando la voz de la conciencia, asume la necesidad de decidirse resueltamente desde la proyección de sus propias posibilidades.

 

A partir de la interpretación ontológica de la estructura práctica del Dasein, Heidegger traza una serie de conclusiones presentes y operativas a la hora de diseñar la ontología fundamental de Ser y tiempo. En primer lugar, contra el privilegio metafísico del presente y de la presencia, aboga por la prioridad del futuro implícito en cada toma de decisión que afecta al discurrir de la existencia humana. Esta unidad que sostiene la estructura autorreferencial del Dasein en el cuidado es tematizada y conceptualizada de acuerdo con la idea de que el Dasein no es algo realizado de lleno en la actualidad presente de una actividad pura. Estructuralmente, posee una capacidad que le permite sobrepasar los confines del presente y abrirse a las dimensiones temporales del futuro como horizonte de proyección de posibilidades y del pasado como contexto inevitable de esas mismas proyecciones. Precisamente porque el Dasein se comporta en un sentido práctico decidiendo sobre su ser, se proyecta de manera constante hacia el  futuro. También para Aristóteles, como enseña la Ética a Nicómaco, la deliberación y la decisión están vinculadas con el futuro.

 

 

En segundo lugar, al Dasein le va en cada decisión su ser, es decir, el ser que está en juego es el específicamente suyo. En otras palabras, el ser hacia el que se dirige en cada caso el Dasein es el mio. El Dasein decide sobre su propio ser y no sobre el de los demás. Heidegger da a este peculiar modo de ser del Dasein el nombre de Jemeinigkeit (el ser-en-cada-caso-mío); una determinación ontológica que sin duda se inspira en el autoconocimiento que proporciona la phrönesis.?”°

 

En tercer lugar, se establece una diferenciación radical entre la constitución ontológica del Dasein en su comportamiento práctico y aquellos entes que no son del mismo modo de ser que el Dasein. Esto lleva a afirmar la prioridad óntica y ontológica del Dasein y a criticar en lo subsiguiente la infundada radicalidad con la que la metafísica diferencia entre hombre y naturaleza, sujeto y objeto, conciencia y mundo al carecer de una comprensión adecuada de la estructura fundamentalmente unitaria de la vida humana.

 

Y, en cuarto lugar, la determinación práctica del ser del Dasein implica el rechazo radical de la existencia de una autoconciencia reflexiva concebida como el conocimiento que obtenemos del yo a través de un ejercicio de introspección. La identidad del Dasein no puede construirse al margen de sus disposiciones afectivas y sus relaciones con el mundo de las cosas y los hombres. Heidegger se distancia conscientemente de las categorías objetivas dominantes en las doctrinas metafísicas de la conciencia. La radicalización de la práxis, ahora liberada de las acciones particulares y reformulada en parámetros ontológicos, le permite retrotraer las tesis metafísicas a la acción originaria y fundamental del cuidado del Dasein. Aquí se hacen evidentes las diferencias entre Aristóteles y Heidegger. Mientras en el primero la comprensión práctica de la vida humana representa una forma con creta de comprensión, que entra en juego con otras, como la fisica, biológica y psicológica, en el segundo estas condiciones prácticas expresan la constitución ontológica del Dasein mismo y, por tanto, preceden inevitablemente a cualquier acción.

 

2.4.3 El cuidado y la prudencia

 

La atracción que siente Heidegger por la ética aristotélica obedece sobre todo a la prioridad otorgada al saber práctico frente al teórico. Está claro que éste no es el saber de la ciencia. En este sentido, la delimitación aristotélica entre el saber moral de la phrónesis (dpovmeıs) y el saber teórico de la episteme (enıotnun) es bien sencilla, sobre todo si se tiene en cuenta que para los griegos la ciencia paradigmática son las matemáticas, un saber de lo inalterable que reposa sobre la demostración y que, en consecuencia, cualquiera puede aprender. El que actúa, en cambio, se las tiene que ver con cosas y situaciones que no siempre son iguales, pero que precisan una elevada sagacidad y siempre exigen una decisión. Resulta evidente que la prudencia, al limitarse a casos individuales, no es ciencia. De este modo, se opone al intelecto que establece definiciones universales."! He aquí el problema del saber moral que ocupa a Aristóteles en su ética y que le coloca ante el dilema de qué hacer y cómo obrar de forma correcta en cada caso. Cabe recordar que la ética forma parte de la política y que, por ello, la característica considerada específicamente humana se resume en  la fórmula aristotélica zoon politikön. De acuerdo con el pensamiento griego, la capacidad humana de organizarse en el plano político permite, por un lado, liberarse de las cadenas de las necesidades naturales y, por otro, está en oposición directa con el tipo de asociación natural basada en la unidad doméstica y la familia.  

 

 

El desarrollo de la ciudad-estado significa que el hombre recibe, junto a su vida privada, una suerte de segunda naturaleza, su bios politikos. Un bios politikos que apunta explicitamente al reino de los asuntos humanos anclados en la acción (práxis) y el habla racional (lógos). De ahí la doble afirmación de que la naturaleza humana es zoon politikón y zoon lógon échon. Todo ciudadano pertenece a dos órdenes de existencia: el privado y el público. Se establece así una aguda distinción entre lo que es de su propiedad y lo que pertenece a la comunidad. No es simplemente una teoría de Aristóteles, sino un hecho histórico que la fundación de la pólis viene precedida de la destrucción de todas aquellas comunidades humanas organizadas en torno al parentesco. El análisis de las repercusiones de esta división públicoprivado ha sido magníficamente retratado por Hannah Arendt, a la sazón alumna de Heidegger en los años en que despliega su interpretación de la filosofía práctica de Aristóteles.?”2

 

Este saber ético no tiene por objeto el establecimiento de normas universales de comportamiento, sino que se vincula con las situaciones concretas en las que se desarrollan las acciones humanas. Como se trata de un conocimiento que dirige la actividad, puede pensarse en aquello que los griegos llamaban téchne, el saber o la habilidad del artesano que sabe cómo fabricar un utensilio. A primera vista, las similitudes entre el hombre prudente, que sabe elegir las decisiones adecuadas a cada circunstan cia, y el artesano, que actúa a partir de una intención y un plan que ha concebido primero, parecen bastante obvias. Sin embargo, nadie puede ignorar las diferencias entre ambos saberes. Es evidente que el hombre no dispone de sí mismo como el artesano dispone de su material. La cuestión es cómo distinguir el saber que se tiene de sí mismo como persona ética del saber que se posee para fabricar algo. Una técnica se aprende y se puede olvidar. Pero el saber ético no se aprende ni se olvida. No es como el saber profesional, que se puede elegir. No es posible rehusarlo para escoger otro. El sujeto de la phrónesis se encuentra ahora en una situación de acción, está ya siempre obligado a poseer un saber ético y aplicarlo según las exigencias de cada momento.?”?

 

En cierta medida, las capacidades de decisión inherentes al cuidado son análogas a las de la prudencia aristotelica.?”* ¿Qué ocupa el centro de reflexión de la prudencia y del cuidado? El Dasein mismo. ¿Cuál es la naturaleza de la prudencia? «El ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo [...] y para vivir bien en general».7? La phrónesis remite, de entrada, a aquel que piensa. Y a diferencia de las cosas producidas, el que piensa es el propio hombre, el Dasein mismo. «La prudencia —observa Aristöteles- parece referirse especialmente a uno mismo, o sea, al individuo.» Mientras que el télos de la téchne se circunscribe a los entes intramundanos, el de la phrönesis se concentra en las diferentes situaciones fácticas de existencia del Dasein. En este sentido, la prudencia encarna un modo de verdad que descubre al Dasein en su concreta facticidad histórica." No obstante, en la medida en que el Dasein se encuentra de ordinario preso de los placeres y de la cotidianeidad, aumenta el riesgo de su pérdida en el uno. El Dasein puede diluirse en este tipo de existencia, ya que «[...] para el hombre corrompido por el placer o el dolor, el principio no es manifiesto, y ya no ve la necesidad de elegirlo y hacerlo todo con vistas a tal fin: el vicio destruye el principio».””® Y Heidegger añade, «[...] la prudencia se halla enzarzada en una batalla constante con esta tendencia propia del Dasein a la caída».”? Pero, a su vez, la prudencia representa el único modo de comportamiento que coloca al hombre en disposición de reconquistar su autenticidad. La existencia humana está envuelta en una dinámica constante de  toma de decisiones que se mueve en el plano kierkegaardiano del entweder-oder de una vida propia o impropia. Por tanto, del mismo modo que la phrónesis no es algo evidente, sino una tarea, tampoco la vida es un acto acabado, sino algo en incesante proceso de realización. Serán el instante de la decisión (kairós) ^9? y las posibilidades de elección (proatresis) ?* los que en cada caso estipulen el nivel de autodeterminación de una existencia humana que siempre está en juego.

 

La phrónesis encarna la capacidad de gobernar el timón de nuestra voluntad y la de proyectar nuestra vida. La phrónesis es, por un lado, aquella virtud dianoética que remite a la contingencia del sí mismo y, por otro, dibuja la posibilidad de autorrealización en la vida fáctica. A tenor de las lecciones del semestre de invierno de 1924-1925, Platón: El sofista, la verdad que acontece en la phrónesis tiene como objetivo desvelar «el modo del ser del Dasein en su totalidad»,?? en otras palabras, el propio poder-ser-si-mismo (Selbst-Sein-Können). Sin embargo, el Dasein se caracteriza ontológicamente por la facilidad de quedar sumido en los quehaceres cotidianos, de tal modo que la phrónesis plasma «la lucha constante contra la tendencia del Dasein al encubrimiento».?% Con ello, Heidegger va desplazando su interés hacia una interpretación de la phrónesis en términos de verdad ontológica y transparencia (aletheia) de la existencia humana  misma. Esta verdad no se deja apresar por el Dasein, aunque al mismo tiempo tiene para éste un carácter vinculante. Lo reconocido como verdadero en la epistéme conserva una validez que transciende nuestra existencia y, por ello, se dice que tiene un sentido extratemporal; en cambio, la verdad de la phrónesis es histórica, esto es, está ligada a la historia individual de cada persona y finaliza con ésta.

 

El grado de autodeterminación al que apunta el análisis de Heidegger y que se inscribe en el terreno de la pregunta práctica por el sentido que queremos dar a la existencia humana se halla siempre abocado a una doble posibilidad: ora una existencia impropia, ora una existencia propia. Aquí se pone nuevamente de manifiesto que la pregunta práctica obliga a la ocupación con uno mismo. Eludir la libertad significa tanto como huir de uno mismo. El espacio de elección abierto por la pregunta práctica tiene el carácter de un «elegir por sí mismo» que ofrece la posibilidad de una autodeterminación de nuestro ser, libre de prescripciones normativas externas; una apreciación que está en concordancia con el fenómeno de singularización que sufre el Dasein ante la angustia que «le revela la propiedad e impropiedad como posibilidades de su ser».?8%

 

Ahora bien, ¿qué tipo de relación establece el Dasein con su ser? Básicamente, una relación de signo práctico y voluntativo que Heidegger reformula en la expresión «a este ente le va en su ser este mismo ser».”® De ahí que Heidegger conciba la existencia como un «tener-que-ser» (Zu-sein): «La “esencia” de este ente consiste en su tener-que-ser».*% No obstante ¿a qué remite esta pregunta por el ser? Obviamente, no se trata de ninguna pregunta teórica que pudiera ser respondida por medio de una proposición sino de una cuestión práctica que reclama tomar una decisión en relación con la existencia del Dasein concreto; una existencia que de alguna manera tiene que ser asumida y realizada. Nadie puede arrebatarle a otro su existencia. Ésta es intransferible y de acuerdo con el carácter de ser-en-cada-caso-mío (Jemeinigkeit) del Dasein es algo personal. Esta existencia nos es dada como algo que hemos de ser y por lo que nos hemos de cuidar. Por eso, ese comportamiento es esencialmente práctico:

 

El ente al que en su ser le va este mismo se comporta en relación a su ser como su posibilidad más propia. El Dasein es cada vez su posibilidad, y no la «tiene» tan sólo a la manera de una propiedad que estuviera ahí delante. Y porque el Dasein es cada vez su posibilidad, este ente puede en su ser «escogerse», ganarse a sí mismo, y también perderse, es decir, no ganarse jamás o sólo ganarse

 

«aparentemente».?*”

 

Podemos comprender mejor esta forma de conducta si la comparamos con la imagen clásica del hombre. La idea de que al hombre le va su existencia no es de ningún modo nueva. Ya aparece en Aristóteles, quien ha determinado gran parte de la tradición. El filósofo griego llegó incluso a extrapolar esta característica a animales y plantas, pues consideró que la finalidad de todo ser vivo está dirigida a la conservación de su ser "28 No obstante, los animales no racionales, que carecen de la facultad de articular discursivamente sus estados de conciencia, son ciegos ante las necesidades de su ser. Sólo el hombre capaz de habla y razón (lógos) —piensa Aristóteles— es consciente de su ser y los bienes necesarios para su conservación.?? E] hombre, por tanto, no está  únicamente determinado por las sensaciones. Tambien se mueve en el ämbito de las acciones y decisiones voluntarias, para las que reserva el término präxis. El ser ya no es sólo vida, sino actividad. Aristóteles, al igual que Heidegger, aboga por una relación de orden práctico con el propio ser. Entonces, ¿en qué se distingue esta concepción de la de Heidegger? Básicamente en tres aspectos.”

 

En primer lugar, Aristóteles desarrolla sólo el aspecto activo de este conducirse respecto a la propia existencia: el hombre pone en juego su mismo ser. Heidegger añade el aspecto pasivo: el hombre tiene-que-ser su propio ser. Este tener-que-ser se concreta en la facticidad de la responsabilidad consustancial al arrojamiento del Dasein.??? Mientras que el primer aspecto voluntario tiene el carácter de una posibilidad práctica, el segundo representa el momento ineludible de una necesidad práctica. Posibilidad y necesidad codelimitan la conducta práctica del Dasein. Toda elección está determinada por estos dos aspectos. El hecho de que siempre nos encontremos en un determinado contexto de acción indica el nivel de facticidad; pero, a su vez, toda acción se realiza en un espacio de posibilidades. La carencia de posibilidades significaría que todo se nos ha convertido en necesario o pura trivialidad. Existe, por tanto, un ámbito de decisión en el que me planteo cómo realizar mi ser, si bien el hecho  mismo de

 

tener que realizarlo me determina ontológicamente.

 

 

En segundo lugar, la concepción heideggeriana de la práxis se diferencia de la aristotélica por el rendimiento ontológico que se le quiere extraer. Para Heidegger, el sentido del ser es de una naturaleza radicalmente diferente al de la mera presencia y constatación de las cosas. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿qué alternativa existe a esta orientación? La solución de Heidegger consiste en demostrar el carácter derivado de la presencia frente al originario poder desocultante del ser.

 

Y, por último, como ya se ha indicado en el apartado anterior, la reivindicación y prioridad de esta dimensión práctica del Dasein permite una reorientación de la problemática ontológica diferente a la que tradicionalmente encontramos en la filosofía moderna. Que el Dasein se cuide y comporte en primer lugar de modo práctico coloca el modelo epistemológico sujeto-objeto en un segundo plano. La acción deliberativa de la phrónesis destila un aroma de autonomía que Heidegger aspira a retener en el concepto de «resolución» (Entschlossenbeit). 

 

 

Lógos, dóxa y páthos como determinaciones fundamentales del hombre: la interpretación de la Retórica de Aristóteles

 

¿Cuál es la verdadera naturaleza de la vida humana? ¿Cuál es el concepto de hombre que maneja la filosofía? Tradicionalmente, se ha definido al hombre como el animal dotado de razón (Giov Aoyov €xov, animal rationale). Si en la actualidad tuviéramos que encontrar un equivalente a esta definición griega del hombre —se pregunta Heidegger en las lecciones del semestre de verano de 1924, Conceptos fundamentales de la filosofía aristotélica—, podríamos decir que «el hombre es un viviente que lee el periódico».? De entrada, la equivalencia resulta realmente sorprendente, cuando no desconcertante. Pero si se tiene presente que en el contexto de estas lecciones Heidegger traduce la definición del hombre como Giov Aoyov Exov en el sentido de que «el hombre es un ser vivo que tiene su propio ser en el diálogo y en el habla»??? quizá se comprenda mejor la idea de fondo que se esconde detrás de la imagen «el hombre es un viviente que lee el periódico». Si quisiéramos traducir esta definición en términos contemporáneos, podríamos decir sin mayores problemas que el hombre realiza su existencia en el horizonte de los medios discursivos y comunicativos. Y esa realización puede producirse de manera tanto propia como impropia.

 

En este contexto, resulta especialmente interesante la revalorización de la retórica aristotélica que encontramos en las citadas lecciones de 1924, Conceptos fundamentales de la filosofía aristotélica. La interpretación de Aristóteles allí referida no sólo permite comprender mejor el papel de los estados de ánimo y del habla en Ser y tiempo, sino que también pone en cuestión algunos trabajos que acusan a Heidegger de abstraerse totalmente de la ética y la política. A diferencia de la dialéctica platónica, centrada en la conexión entre el discurso y la verdad de las proposiciones, Heidegger resalta que la retórica aristotélica se coloca de un modo explícito en el plano de la comunicabilidad de lo que el orador dice a su auditorio. En concordancia con esta tesis, el elemento de referencia de los discursos no son los objetos ideales del pensamiento puro, sino que pasan a ser las opiniones y el sistema comunitario de creencias, los cuales se convierten así en el único criterio de la argumentación. La opinión (dóxa) y la creencia (pístis) encierran, al igual que la habladuría (Gerede) que Heidegger tematiza en Ser y tiempo, un sentido eminentemente positivo en la medida en que nos abren el mundo y nos descubren a los otros en el medio común del lenguaje (/ógos).

 

En contra de la sistematización medieval, que a partir del siglo 1x incluye la retórica en el trivium de las artes liberales, Heidegger afirma que «[...] la Retórica de Aristóteles debe ser concebida como la primera hermenéutica sistemática de la cotidianeidad del convivir».?* Esta afirmación, que se produce en el contexto del análisis de la disposición afectiva de Ser y tiempo, resulta de nuevo asombrosa: por una parte, porque recupera a un Aristóteles olvidado por las corrientes neoescolásticas imperantes en el Friburgo católico de principios de siglo y, por otra, porque se produce en un momento en que la retórica ha caído en un profundo olvido. Heidegger remite de forma específica a este olvido al inicio del tercer capítulo de las mencionadas lecciones  del semestre de verano de 1924, donde caracteriza la retórica como «[...] la disciplina en la que se lleva expresamente a cabo la autointerpretación del Dasein. La retórica no es nada más que la interpretación del Dasein concreto, la hermenéutica del Dasein mismo. Éste es el sentido que Aristóteles da a la retórica». A partir de la posibilidad fundamental de la convivencia, Heidegger completa una interpretación del Dasein que toma como hilo conductor la retórica aristotélica. La convivencia sólo es posible en el plano de la comunicabilidad o —como lo formula Ricceur- en la dimensión intersubjetiva y dialógica del uso público del lenguaje.??

 

La retórica apela básicamente a la comunicación entre los hombres. Aristóteles exclama:

 

Si es vergonzoso que uno mismo no pueda ayudarse con su propio cuerpo, sería absurdo que no lo fuera también en lo que se refiere a la palabra (lógos), pues ésta es más específica de los hombres que el

 

uso del cuerpo.?”

 

Este planteamiento dota a la retórica de una especificidad propia que perturba el cuadro de sus relaciones con la dialéctica conforme al modelo del Fedro. Segün Platón, los discursos verdaderos son exclusivamente los científicos, pues sólo ellos, por el cumplimiento de las exigencias de la dialéctica, reproducen de un modo adecuado (orthos) el orden esencial de la Ideas.?9? Pero en los libros VI y VII de Tópicos, Aristóteles niega que las Ideas puedan servir de plano de referencia ontológico de las definiciones. No es posible aprehender de manera adecuada la contingencia de las cosas y las situaciones de la vida cotidiana desde la necesidad de las Ideas.

 

En el caso concreto de la retórica, no nos movemos en el ámbito de principios y axiomas puros, sino en el de las opiniones (doxai). Este punto de vista modifica drásticamente el planteamiento platónico: el plano de referencia de las opiniones no es ya el plano real de las cosas, sino el lingüístico. Mientras que la dialéctica se fija en los enunciados desde el punto de vista de la función designativa del lenguaje, de la que resultan conclusiones sobre la verosimilitud de tales enunciados, la retórica centra su interés en esos mismos enunciados desde la perspectiva de las competencias comunicativas del lenguaje, de lo que se desprenden ahora conclusiones sobre su capacidad de persuasión. La retórica se presenta así como un instrumento que determina los requisitos que deben cumplir las argumentaciones, como un instrumento de selección y de justificación de enunciados persuasivos.

 

Esto significa que el significado de la definición se produce en el orden de lo que se dice; las fórmulas dialécticas remiten a otras formas de un lenguaje preexistente y de un cuerpo de creencias. La dóxa, como elemento común a todos los individuos de una comunidad, constituye el punto de arranque de los discursos morales, las argumentaciones filosóficas, las disputas científicas, las discusiones políticas, etcétera.’ Expresa, por tanto, un fondo real de sabiduría en un lenguaje ya construido y reconocible. En este sentido, la retórica posee una clara dimensión política, que remite al espacio de convivencia intersubjetivamente compartido  con los demás. En contra de las interpretaciones que sostienen que Heidegger simplifica el análisis de las virtudes éticas y que disuelve la práxis aristotélica de su relación con la comunidad

 

303 encontramos en sus comentarios a la Retórica un inu-

 

política, sitado interés por la dimensión política. Heidegger explica que esta dimensión retórico-política muestra otra cara del Gov

 

Aoyov Exov:

 

En la medida en que el hombre se deja decir algo, se encuentra en una modalidad del Aoyov Exov: el hombre se deja decir algo en cuanto escucha; el hombre escucha no en el sentido de aprender

 

algo, sino de disponer de una directiva para la ocupación práctica.?%

 

Los griegos, y en concreto Aristóteles, vieron con mayor claridad que nosotros que el /ógos constituye la determinación fundamental del ser del hombre; es más, la definición griega del hombre en términos de Giov Aoyov €xov no es una casualidad, sino que reproduce el modo como los griegos se comprenden primariamente a sí mismos en el marco de su convivencia en la (palabra en griego) 

 

 

La provocativa transposición heideggeriana del lenguaje filosófico griego al vocabulario contemporáneo nos invita a comprender el fenómeno del lógos como una articulación específica de la vida humana. Heidegger se declara en contra de la tradición metafísica que restringe el /ógos unilateralmente a su dimensión proposicional y categorial. En consecuencia, Heidegger no puede aceptar la definición clásica del hombre como animal dotado de razón, pues ésta reduce la humanidad del mismo a su racionalidad. Un rechazo, por cierto, que ya parte de Kant, quien piensa que la naturaleza del hombre no se determina ni por su racionalidad (Vernünftigkeit) ni por su animalidad (Tierheit), sino por su espiritualidad (Geistigkeit), es decir, su personalidad. En contra de la definición tradicional, que reduce al hombre a una cosa entre cosas, Heidegger destaca los componentes prácticos, afectivos, comunicativos y dialógicos de la vida humana. En este sentido, interpreta el /ógos primariamente como lenguaje, como la capacidad de hablar y, sobre todo, como la modalidad de descubrir por excelencia. En todos los textos de este período, se ve con claridad que Heidegger define la función del lenguaje desde la determinación aristotélica del /ógos, interpretado como una apertura y un acceso privilegiado al ente, es decir, como una forma primordial de la apertura de la vida humana. En sus diferentes exégesis de la obra De interpretatione, efectuadas en las  lecciones de los años 1923-1924, 1925-1926 y 1929-1930, todas las nociones lingüísticas de Aristóteles se interpretan como determinaciones ontológicas. Heidegger considera la proposición, y en general el lenguaje, como un acto de descubrimiento, como un comportamiento desvelador que manifiesta la relación que la vida humana establece con los otros.?”

 

Esta determinación del /ógos como apertura —afirma Heidegger- incluye «[...] un modo de ser del hombre realmente peculiar y fundamental, caracterizado como “ser-el-uno-con-el-otro” [es decir, como convivencia], koıvwvia. Este ente, que habla con el mundo, es un ente que es en el ser-con-otros».?" Evidentemente, no se trata de un simple estar-colocado-el-uno-al-lado-del-otro, sino de un «estar-hablando-el-uno-con-el-otro (Miteinandersprechendsein) en el modo de la comunicación, la refutación, la confrontación»??? El /ógos, en cuanto hablar, es el fundamento ontológico de la convivencia (koıvwvia) en el estar-en-la-pólis. A este respecto, la interpretación heideggeriana de la retórica aristotélica arroja nueva luz sobre la dimensión política de la existencia humana. En el parágrafo 15 de las mencionadas lecciones del semestre de verano de 1924, vuelve a insistirse en   que (…) el Aoyos tiene la función fundamental del hacer manifiesto aquello en lo que se mantiene la vida como estar-en-un-mundo».° La retórica, que para Heidegger «[...] no es nada más que la interpretación del Dasein con respecto a la posibilidad fundamental del hablar-el-uno-con-el-otro»,?? se ocupa sobre todo de la dóxa, pues —como él mismo dice- «[...] la do£a es el modo en el que la vida sabe de sí misma»’"!. Dicho en otras palabras, «la 905a es el modo en que tenemos ahí la vida en su cotidianeidad».”'? Pero esto significa que el /ógos se mantiene en la esfera retórico-política de las opiniones (doxai) como el verdadero medio y objeto del conversar. Ésta es precisamente la interpretación que sostiene Heidegger cuando afirma que «[...] la d0£a es el lugar del que nace el conversar, el lugar de donde toma su impulso».

 

En este sentido, la dóxa encierra un aspecto positivo que Heidegger analiza fenomenológicamente. La dóxa no se limita al mundo práctico, sino que «se extiende al mundo entero»; es decir, nos abre primeramente el mundo y nos descubre a las otras personas:

 

El mundo está ahí para nosotros como hablar-el-uno-con-el-otro en el estado de descubierto en la medida en que vivimos en la do&a. Vivir en una doga significa: tenerla con otros. A la opinión pertenece

 

el hecho de que también otros puedan tenerla.?^

 

La opinión es algo por naturaleza compartido y, por tanto, algo que remite a la convivencia (koıvwvia). Asimismo, la credibilidad de la opinión depende de quien la sostenga:      

 

[...] en la emıornun, es indiferente quién la posea; en el caso de una proposición verdadera, da igual quién soy yo, pues esto no aporta nada al ser-verdadero de lo sabido. Sin embargo, para la dosa resulta decisivo el portador de la opinión como tal. [...] Conforme a ello, la consistencia de una 965a no se funda exclusivamente en el con-

 

tenido objetivo que transmite, sino en aquel que tiene la do£a.**

 

La razón que explica la importancia de quien sostiene la opinión reside en la koıvwvia, en el hecho de que vivimos en una comunidad en la que ya se distingue entre hombres y en la que el talante ($005) de un orador resulta más veraz y creíble que el de otro. Pero estas diferencias son superables. A la opinión pertenece —como señala Heidegger- la capacidad de revisión: «su sentido es dejar abierta la discusión»*” y permitir «la posibilidad fundamental del hablar-uno-contra-otro».***

 

Ahora bien, tampoco puede perderse de vista el peligro de caer preso de las opiniones que circulan en la esfera pública de la pólis. La posibilidad de la caída reside precisamente en el hecho de que el hombre existe en el diálogo y en el habla:

 

Si el habla es la posibilidad propia del Dasein, en la que éste se desarrolla concreta y regularmente, entonces este hablar es también la posibilidad en la que se enreda el Dasein, la posibilidad de quedar absorbido por una tendencia peculiar, por la inmediatez, por la moda, por la hablilla y de dejarse llevar desde ahí. Este proceso de la vida consistente en quedar absorbido en el mundo en lo que es habitual, en caer en el mundo en el que se vive, se convierte para los griegos mismos en un peligro fundamental de su existencia a través del

 

lenguaje. La demostración de ello es la existencia de la sofistica.

 

 

Así pues, la esfera retórico-política en la que vivimos posibilita tanto una primera comprensión del mundo como una comprensión impropia: por una parte, la dóxa nos abre de antemano el mundo en nuestro ya estar familiarizado con él y, por otra, esta misma familiaridad con el mundo puede acabar determinando nuestras formas de comportamiento. La dóxa encierra la posibilidad de ejercer un peculiar dominio por medio del uno indeterminado y cotidiano (Man).*% La dóxa, en definitiva, proporciona la base y el impulso del conversar (del hablar-el-uno-con-el-otro), dicho de otro modo, la dóxa es la fuente del «dominio que comanda el convivir en el mundo».*! En este contexto, se hacen especialmente patentes las homologías entre la dóxa aristotélica y el Gerede heideggeriano.

 

Por último, una breve observación sobre el tema de las pasiones y los afectos. Hasta ahora se ha escrito mucho sobre el papel que desempeñan los estados de ánimos (mað n) en estas lecciones de 1924,?? ya que remiten directamente a los análisis de la disposición afectiva (Befindlichkeit), los estados de ánimo (Stimmungen) y la estructura temporal del Dasein presentes en Ser y tiempo. En este contexto, basta con recordar qué lugar ocupan las rad en la interpretación heideggeriana de la Retórica.  

 

Las rad —que Heidegger traduce por afectos (Affekte)- no son estados de lo anímico, sino que se trata de un encontrarse del viviente en su mundo, en el modo en que está dispuesto hacia algo, en el modo en que se deja interpelar por una cosa. Los afectos desempeñan un papel fundamental en la determinación del estar-en-el-

 

mundo, del estar-con-y-hacia-los-otros.?**

 

En consonancia con la división aristotélica entre alma sensitiva e intelectiva, la afección magnifica el sentido ontológico y transcendental de la pasividad y receptividad de la sensibilidad, mientras que la comprensión ontologiza el aspecto activo de la productividad y espontaneidad del entendimiento. El habla queda aquí entre paréntesis, pero se puede afirmar que designa el fundamento ontológico del carácter discursivo y racional del Dasein. La afección representa para Heidegger el fundamento ontológico de todo estado de ánimo óntico y hace patente cómo le va a uno en cada caso. Este carácter del Dasein ya siempre abierto en el plano afectivo remite a su condición de arrojado (Geworfenheit) y le obliga fácticamente a asumir su responsabilidad.” En otras palabras, Heidegger está diciendo que la identidad de la vida humana se actualiza no en la transparencia de una autorrepresentación puramente racional, sino que se manifiesta del mismo modo en la opacidad de sus estados de ánimo. El nacimiento del pensamiento humano a partir de cierto estado de ánimo ya fue ratificado por Aristóteles mismo en el libro primero de la Metafísica al afirmar:

 

Los hombres —ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar alquedar maravillados ante algo.

 

Esta perplejidad en vistas de lo que comúnmente causa extrañeza estimula al hombre a huir de la ignorancia y constituye la primera piedra del edificio del saber filosófico.

 

Parte de esta discusión sobre el estado de ánimo hace referencia explícita a la doctrina de los afectos expuesta en el libro segundo de la Retórica.” Mientras que la dialéctica expone la verdad, la retórica se limita a transmitirla o refutarla por diferentes técnicas de persuasión. El orador no apela tanto a la razón como a la capacidad de influir sobre el estado anímico de los oyentes.?? Por ejemplo, en un discurso ante el consejo de la ciudad o el jurado puede resultar tácticamente ventajoso enojar al auditorio, transmitirle compasión, apelar a la venganza o reclamar misericordia. Todo un elenco de posibilidades que la retórica analiza con gran detalle. Heidegger desarrolla a partir de esta imagen de la disciplina de la retórica la idea de que el comprender ya siempre es un comprender afectivo, de que en la vida el lógos del habla y de la afección van inextricablemente unidos.?? Se trata de inventar argumentos, expresarlos en palabras, ordenarlos de forma discursiva y comunicarlos al oyente.

 

En el trasfondo de la caracterización heideggeriana de la comprensión, late esencialmente el sentido de lo que Aristóteles concibe en su teoría de la acción como «razón práctica» (noüs praktikós). No se trata de una comprensión confinada sólo a la  acciön, sino abierta a la totalidad de comportamientos del ser humano. Esta totalidad se desarrolla como cuidado hacia las cosas del mundo, preocupación por los otros e inquietud por uno mismo y contempla tanto las actividades teóricas como las prácticas y productivas. Al abordar la complementariedad co-originaria de afección y comprensión, pasividad y actividad, receptividad y espontaneidad, arrojamiento y proyección, facticidad y posibilidad, Heidegger radicaliza ontológicamente el mismo problema que vislumbró Aristóteles en el libro sexto de la Ética a Nicómaco al afirmar que el ser humano es el primer principio y origen simultáneo de la «inteligencia deseosa» o del «deseo inteligente». Y al igual que Aristóteles contempla el nexo de deseo (órexis) e inteligencia (noús) en el horizonte sintético del habla racional específicamente humana (/ógos), Heidegger sostiene la co-originariedad de afección, comprensión y habla.

 

Resulta claro que Heidegger muestra un escaso interés por el noús (vos) contemplativo; en cambio, presta especial atención a la comprensión y al cuidado que caracterizan a la sophía (coa) y la phrónesis (bpovncıs), respectivamente. Mientras que el zoZs interroga por los principios atemporales, la sabiduría y la prudencia contribuyen a la interpretación filosófica de «los modos como la vida fáctica se temporaliza y conversa consigo misma». Con esta conexión entre ser y temporalidad, llegamos al núcleo de la tesis de Heidegger: la vida en tanto cuidado alcanza su pleno significado por medio de la interpretación del tiempo.

 

David, es  aquí que podemos empezar a concebir el logos como esta apertura del Dasein del ser ahí en el mundo, pero miremos que el logos en Heidegguer se abre a lo existencial dejando de lado lo contemplativo trascendente  en nosotros es claro que si se deja lo contemplativo trascendente el logos se pierde más el logos debe de perderse para poder encontrarse, ahora este logos que se da en el dialogo entre uno y otro ¿Es el mismo en toda cultura? 

No porque la apertura es distinta , en lo andino por ejemplo, hay una apertura al camac  sentir ala energia vital de todo y a apartir de ella hacer, una complementariedad que tiene una mayor apertura a todo lo que lo rodea pero una menor desarrollo de dialogo entre uno y otro hablante humano , vemos el Yana andino:

 

 

YANA: LA COMPLEMENTARIEDAD 2.1. YANA Complttamente. Además, ¡vida! Complttamente. Además, ¡muerte! Complttamente. Además, ¡todo! Complttamente. Además, ¡nada! Complttamente. Además, ¡11111ndo!... ¡Complttamentel César Vallejo: Yuntas 

 

 

La primera deidad que menciona el Manuscrito de Huarochirf se llama Yanañamqa Tutañamqa. Al parecer se trata de un waka dual que animaba el mundo arcaico al que ese texto remite en su pasaje inicial. La condición matricial de esta waka aparece consignada simbólicamente tanto por la figura de la noche (tuta) a la que remite la raíz del segundo nombre (que, de acuerdo a la estructura sintáctica de los idiomas andinos, en realidad es el primero), como por la de la negrura (yana) a la que hace referencia el nombre complementario (que, de acuerdo también a la sintaxis andina, es el que aparece como primero), el cual connota asimismo complementariedad, pues yana significa también pareja (de géneros complementarios, cuando es sentimental y genésica) y persona dependiente de otra, en términos que también suponen interdepencia Así,yanasa se dice de la amiga de una mujer,yanachankuy significa tener pareja y yanasakuy es prometerse matrimonio. Por otra parte,yanapa es ayuda;yanap191 es el acto de ayudar, auxiliar o socorrer;yanapaq el que presta ayuda y yanapanakuy la acción de auxiliarse, socorrerse, prestarse mutua colaboración. Estas referencias dejan ver que el simbolismo de la noción de Yana se asocia al juego de oposición y complementariedad que caracteriza a todo lo que aparece en el ámbito visible que lo matricial insondable (oscuro, elusivo a la mirada) abre, alumbra o pare. En relación a otros pasajes del Manuscrito, como aquel del tercer capítulo en que se narra un diluvio, el simbolismo de lo yana también puede vincularse a la tierra y el agua negras, color que por lo demás suele darse allí donde la tierra y el agua se han entremezclado, conformando el légamo en que germina la vida. Por lo mismo, ese simbolismo remite también a la concurrencia, co-operación y ayuda como condiciones del despliegue de la vida, orientación que parece presidir la cosmovisión andina y que la raíz quechua yana recoge en tanto significa igualmente pareja, con la connotación de ayuda, cuidado y cura, presente en términos como yan191, que significa servir, pero también curar, además de experimentar y probar, como aludiendo al cuidado permanente que supone la vida cuando se entiende como convivencia. El más antiguo vocabulario de la lengua quechua, que es el Lexicon de Fray Domingo de Santo Thomas consigna para yan191 el significado de prieto, negro, pero  también recoge el término yanapani, al cual asigna el significado de ayudar o favorecer, y el de yanacyani, que significaría servir. Sin embargo, ese mismo lexicon recoge el término yanantin, asignándole el significado de ''par de cosas iguale!', y el de yanasani, cuyo significado sería "abrazarse una mujer con otra desnuda.?', significaciones éstas últimas que bien podrian abonar en favor de la hipótesis del carácter femenino -o, en su defecto, andrógino- y dual de la waka más arcaica mencionada en el primer capítulo del Manuscrito de Huarochiri. Igualmente, es de notar que Domingo de Santo Thomas consigna el término yanapuzco, asignándole el significado de "cola negra, quemadd', figura que por la carga semántica de complementariedad y ayuda adscrita a la raíz yana, bien podria vincularse con el simbolismo genésico de la cola del zorro que en su punta quedó negra como resultado de su inmersión en aquella lloqlla o barro proteico producido por el diluvio que se narra en el tercer capítulo del Manuscrito, simbolismo que analizamos en la segunda parte del capítulo 4  Por su parte, en su Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o del inca, Diego Gonc;:alez Holguín registra diversos términos con la raíz yana, entre ellos los de yanasa, con el significado de "la amiga de otra mujet1', y yanapura, que sería "las dos o más amiga!' (nótese, también aquí, que cuando se trata de amistad o amor entre personas del mismo género, yana sólo admite la construcción de una variante para la relación femenina). Asimismo aparecen términos como yant!JOC, al que asigna el significado de "el que tiene servido". En cuanto a la variante yanantin, registra vocablos como yanantin yananti  /Jan, que significaría "dos cosas hermanada/', y yanantinpa chu//an, que sería "la una de dos cosas pareada/', donde chu//a significa algo dispar, carente de su par, poniendo así en evidencia que lo completo se concibe como conteniendo complementariedad, puesto que lo singular, en tanto dispar, es visto como defectivo y carente. De manera similar, el Vocabulario de la lengua '!}mara, de Ludovico Bertonio, consigna el término yana con el significado de "negro, sucio, manchado", pero también como "criado, hombre que sirve", y yanaxaña como "entrar a servil'. Igualmente recoge la palabra yanani, con el significado de "dos cosas compañeras como dos zapatos, dos guante/', así como la expresión yanani aru, con el significado de "vocablos sinónimo/', y yanani yanani arusiña como "hablar con elocuencia y abundancia de palabra/'. Por tanto, se reitera los sentidos de negrura y oscuridad-de hondo simbolismo-, así como el de ayuda y servicio, y el de par como completitud. Pero en los dos últimos significados antes mencionados, relativos al habla, además de reiterar el sentido de paridad (sinónimos), añade a ello la connotación de lo que se repite pero gana en abundancia y variedad, en tanto recursos lingüísticos como el de la sinónimos  mia añaden juegos de palabras disponibles. Por otra parte, en la lengua jaqaru (Belleza: 1993) "yanha" significa "t!Judante(a); acompañante(a); compañero(a) de toda la vida (cóf!YugeJ'; ''yanhishl' es "t!Judar, acompañal'; ''yanhishirqt!Jd' es "t!Judar (varios( as) a uno(a)J' y ''yanhishirqt!Jishl' significa "t!Judarse (unos( as) a otros(as)J'. Así, pues, desde el inicio, y a propósito de un referente de alta carga simbólica como es un waka, el Manuscrito  de Huarochiri proyecta un simbolismo según el cual la existencia discurre en un juego de mutua ayuda, servicio y donación; y la plenitud de la existencia supone contar con un yanantin, es decir, con el soporte de un par que se hermana; por lo cual existir es co-operar, las acciones plenas suponen co-operación y el mundo se sostiene en la co-operación de todo lo existente, como condición para el discurrir del ánimo o flujo vital denominado kama, que dona y sostiene el ser de todo lo ente. Con ello, la cooperación, característica central de la vida social en el horizonte cultural andino, halla un soporte cósmico, una base ontológica que va más allá del ámbito humano, involucrando a todos los seres.  

 

Asi podemos decir que el logos andino se fundamenta en una relación complementaria con todo lo que hay, desde una traferiir y retraferir el kama

 

2.2. EL POBRECITO QUE ERA UN DIOS (EL WAKCHA, O LA ORFANDAD) Teniendo como trasfondo una cosmo-visión en que la existencia supone complementariedad, el Manuscrito de Huarochiri hace varias referencias a seres que se presentan como wakcha, es decir, como aislados, desvalidos y huérfanos de apoyo. Ahora bien, el término wakcha, que tanto Taylor como Arguedas traducen por "pobre", suele dar cuenta de la pobreza material, pero es de notar que alude ante todo al aislamiento, la orfandad y la carencia de afecto, condición que en una sociedad en que el poder se vincula expresamente con la capacidad de convocar el apoyo de los demás tendería a producir también carencia material. No obstante, el hombre rodeado de bienes, pero solitario y carente de afecto, es igualmente un wakcha, un ''pobrecito", alguien digno de conmiseración; lo  cual revela que más que de pobreza material, se trata de aislamiento y olvido, de carencia de reconocimiento. Por ello, la condición opuesta a la del wakcha no es necesariamente la del poseedor de riqueza material, sino la de aquel que goza de cariño y amplio reconocimiento social. En un pasaje del quinto capítulo, el autor del Manuscrito se refiere de manera específica a la condición de un hombre materialmente rico, pero egoísta. Se trata del personaje que menosprecia a Watyaquri cuando éste se presenta como un wakcha, y que al buscar humillarlo es llenado de vergüenza. Es de notar que para calificar a ese hombre no usa ningún término quechua que aluda a plenitud y reconocimiento, sino única y reiteradamente la palabra castellana "rico". Así dice que "a ltz m'!)or de sus hijas ltz había unido con un hombre muy rico de su '[Jllu'' [huk yuyaqnintaqa huk '[Yllunwantaq ancha ricowan tinkichirqan], o también que "entonces, al iniciar el desafio, ese hombre rico fue el primero en danzar' [ch'[Ysi ña yallinakuspaqa ñawpaqninpi ch'!Y runa rico ñisqa takirqan]. Es significativo que para el caso de la riqueza meramente material (como la de este hombre materialmente rico pero moralmente deleznable, condición ésta última que en el mundo moderno no afectaría en absoluto su reconocimiento como hombre poderoso), el redactor del Manuscrito no halle un término quechua que dé cuenta de esa condición y connote esplendor, por lo cual echa mano del término castellano "rico", que no incorpora en absoluto la dimensión moral entre las notas que definen su significación.   

 

 

Lo notable es que en todos los casos en que el Manuscrito presenta la figura de un wakcha quienes así aparecen son deidades poderosas. En tal condición, el juego simbólico que allí se establece apunta precisamente a conjurar la posibilidad del aislamiento y la orfandad, garantizando la solidaridad y la concurrencia. Por otra parte, en el plano ontológico revela que aquella orfandad es una apariencia, que no hay nadie ni nada enteramente aislado y carente. El primer caso de alguien que se manifiesta con la apariencia de un wakcha es precisamente el de K11nirt[Ja Wiraqocha, de quien se ha dicho, en el primer capítulo, que no se sabe si es el más reciente o el más arcaico de entre los waka allí mencionados, presentándolo, por tanto, simbólicamente como áexrí y rtM, -principio y fin- de un ciclo que como tal no ti.ene propiamente principio ni fin. Allí mismo se afirma la identidad entre Kunirt[Ja y Wiraqocha, se declara que se trataba de un waka poderoso y ubérrimo, y se dice también que la gente no lo veía, pero lo reconocía como transmisor y regulador del ánimo vital (kama) que sostiene el ser de los hombres y del mundo. Pero, el que Kunirt[Ja Wiraqocha no fuera visto por los hombres no significa que no estuviera entre ellos. Al respecto, empezando el siguiente capítulo se dice: En tiempos "'1fY antiguos este Ivmirl!Ja Wiraqocha andaba con la apariencia de un hombre "'1fY desamparado, con su capa y su hínica hechas jirones. Sin reconoarlo, algunos hombres lo llamaban "fa!ioso insignificante" [~ Ksnirl!Ja Wiraqochas ancha ñawpa hule f'llna ancha 111ak&ha tukNspalla purirqan,yaqullanpas, kNsmanpas lliki llikisapa. Rllnaleunapas 111akin mana riqsiqnin/eunaqa, ''lllak&ha usasapa'~ ñispas q'!Jarqan].   

 

Así, pues, el waka que es la fuente del ser, la vitalidad y el poder, y como tal representa la abundancia y plenitud, anda entre los hombres tomando la apariencia de un wakcha, es decir, de alguien indigente, débil y huérfano de apoyo. El contraste ~ntre aquella apariencia suya y su condición esencial de kamaq, dador de ser u ordenador es puesto de relieve por el narrador cuando dice enseguida que con sólo hablar preparaba muros y andenes (es decir, su palabra hacía el orden del mundo), y con arrojar una caña abría canales. Ciertamente, el contraste no puede ser mayor: KJlnirtf)a Wiraqocha, en tanto kamaq, se vincula a lo más íntimo de los entes a los que cría, pues es la fuente de su ser, kama, ánimo o potencia vital; no obstante se presenta como un extraño, como un foráneo desvalido, poniendo a prueba su sentido de reciprocidad en la condición extrema del extraño, tanto al aparecer como foráneo, como por su aspecto andrajoso. Pero, se trata de apariencias. Atrapados por las apariencias, los hombres no ven a quien sostiene su ser. Sin embargo, más allá del desencuentro que parece corresponder al extraño, el encuentro  se produce o se da siempre, desde siempre, aunque no se sepa, precisamente porque ese extraño o lo que es extraño (condición con que se experimenta lo sagrado) es lo más íntimo, aquello que se encuentra en nosotros y con nosotros, sosteniendo nuestro ser. Esa intimidad e inmanencia de lo aparentemente extraño es lo que KJlnirtfYa Wiraqocha simboliza inmejorablemente aquí. Aquella apariencia de desamparo del wakcha se hace más ostensible cuando KJlnirtfYa Wiraqocha se presenta de   ese modo, en el segundo capítulo del Manuscrito, en una reunión de wakas y willkas, seres poderosos convocados por Kawillaqa para que reconociesen al hijo que ella había concebido sin haber tenido contacto sexual directo con nadie, como efecto del germen vital puesto astutamente por Kllniraya Wiraqocha en la lúcuma que ella comió106• Dice el narrador que Kllniraya Wiraqocha se hallaba sentado humildemente a un lado, como suelen hacer los pobres, y que Kawillaqa no hizo caso alguno de él, atendiendo a los varones magníficos allí presentes, a quienes, uno a uno, preguntó si ese era su niño. Simbólicamente indagaba así por la fuente del ser o ánimo vital del niño. Esa fuente, centro o eje vital -no sólo del niño, sino de todo lo existente- no aparecía en el centro (nunca "aparece" en el centro -allí más bien tiende a ocultarse-, sólo se anuncia, como desde el borde, desde el inasible horizonte), no se lo veía allí porque se había ubicado en el margen. Precisamente por eso, Kawillaqa ni siquiera le dirigió la palabra, nada le preguntó, bloqueando la posibilidad de encuentro desde esa posición.   

 

La vinculación entre el centro y el margen, entre lo central y lo marginal, es aquí puesta en evidencia en el plano simbólico en tanto el centro se oculta y asoma discretamente en el margen. Una sentencia de Heráclito de Efeso dice: "El señor, al que pertenece el oráculo que está en De/- fas, no declara ni omite, sino que seña/d' (1983: 210). KllnirtfYa Wiraqocha tampoco declara ni omite su condición, simplemente la manifiesta mediante señales que es preciso notar y entender; señales que, por otra parte, no deberían haber pasado desapercibidas, puesto que toman la apariencia de lo extraño, y lo extraño está siempre llamando la atención, tiene la condición de signo y señal. ¿Qué hacía un ser aparentemente desvalido en una reunión de seres poderosos y magníficos sino reclamar la atención debida, no sólo en términos de ayuda, sino también de elemental contraste con lo que entre ellos es norma? De paso, es de notar que el juego de remisión por el cual el centro aparece al margen, inadvertido, es esencial al simbolismo en general, en cuanto los significados más relevantes no son los que aparecen explícitamente y en primer plano, sino aquellos que circundan ese centro,   apenas aludidos, asomando inadvertidos, como desde el borde. El mismo juego de remisión y, por tanto, de complementariedad se efectúa entre lo que fenoménicamente (u ónticamente) aparece visible y aquello que fenomenológicamente (u ontológicamente) soporta y define su sentido, con lo cual toma precisamente el carácter de un inasible ''horizonte de sentido" que, como tal, se anuncia siempre desde el margen de todo orden, circunscribiéndolo y, por ello, constituyéndolo como tal. 

 

 

Como ninguno de los interrogados reconocía al niño como suyo, Kawillaqa decidió que él mismo reconociera a su padre. Sería aquel cuyos brazos buscara. Así, el reconocimiento bloqueado por las apariencias toma ahora el camino del sentimiento, de la empatía. Pasando por delante de los lugares que ocupaban los waka espléndidos, el niño llegó gateando hasta donde estaba sentado el pobre haraposo y, muy contento, se abrazó a sus piernas. Había dado con su padre. Presa de las apariencias, Kawillaqa se niega a creer que aquel hombre miserable pueda ser quien engendrara en ella aquel niño. Vuelve por tanto la mirada e inicia una trágica huida llevando consigo al niño que ya encontró a su padre. Ella no quiere ver. El motivo narrativo del pobrecito que pone a prueba la solidaridad de los demás, su capacidad de reconocimiento, es muy frecuente en los mitos andinos. En el mismo Manuscrito de Huarochiri se repite esta situación, también con el waka Pariaqaqa. La primera referencia a ello aparece en el sexto capítulo, cuando Pariaqaqa se dirige hacia las alturas en busca de Wallallo Qarwincho, para enfrentarse con él. A su paso llega a la comunidad yunga de W ayquihusa, donde se celebraba una gran fiesta, en la que circulaba abundante licor. Mientras todos estaban bebiendo, el waka llegó y se sentó humildemente a un lado como un hombre menesteroso. Así permaneció solitario todo el día y ninguno de aquellos hombres le prestó atención ni le convidó de beber. Entonces una mujer se fijó en él diciendo: "¡Ay! ¿Cómo es posible que a este pobre hombre no le hayan convidado nada?" ["¡Anañi!, Imahinam chay wakchallaktaqa mana anqushaykunchtll Enseguida  trajo chicha en un gran mate blanco y se lo ofreció. Entonces Pariaqaqa le dijo: "Hermana, serás ml!J dichosa por haberme servido esta chichd' ["Pan4 ancha kushfyuqmi kanki kay aswakta qumuwaspd1, y le anunció que en cinco días aquella comunidad, que lo había indignado en extremo ("ancham kay runakuna nuqakta piñachiwan"101), sería destruida. Al cabo de ese plazo, mientras aquellos hombres indolentes seguían bebiendo y esa mujer se alejaba de allí con su familia, Pariaqaqa hizo llover copiosamente y un alud arrastró aquel pueblo hasta el mar. La circunstancia antes descrita pone de relieve el tema de la solidaridad y la comunión. Se trata de una fiesta, tiempo eminente de encuentro y de compartir. La referencia a la bebida, que en la tradición andina suele circular entre los participantes de la fiesta, refuerza el sentido -la exigencia moral- del compartir. La expresión de congoja de la mujer que repara en la soledad del wakcha se sintetiza en la intraducible interjección inicial -¡añañi!-, cuya prosodia suele ser de hondo lamento y remite a la convicción moral, implícita en la pregunta sobre cómo podía ser posible que nadie le hubiese convidado nada, de que la insensibilidad para con el necesitado es inadmisible, convicción que sostuvo el orden social  andino, en correspondencia con una cosmo-visión en que todos los seres integran comunidades de vida y se  crían mutuamente. La indignación del waka ante la indolencia con que se trató al menesteroso, así como la bendición que otorga a la mujer que se condolió de su aislamiento, ratifica la extrema importancia de la solidaridad en el orden de vida que él sostiene y alienta. El segundo momento en que Pariaqaqa pone a prueba esa solidaridad presentándose en la condición de wakcha es descrita en el vigésimo quinto capítulo. Ocurre, igualmente, cuando llega al poblado qolli de Yarutine en circunstancias en que los hombres de esa comunidad estaban bebiendo. También esta vez el waka se sentó discretamente en un extremo de la concurrencia, con el aspecto de un hombre desvalido. Dice la narración que nadie quiso darle de beber (manataq pi/lapas upyach!Jta m11narqanch11 ~ y que un solo hombre se acercó a brindar con él. Entonces Pariaqaqa pone a prueba nuevamente la atención brindada por este hombre, pidiéndole que le añada de beber (''yapaykuway 111a111ql'1~, cosa que él hizo. Enseguida el waka pidió también compartir la coca que aquel hombre tenía ("kuka//aykikta akuchiwqj'11 ~, a lo cual igualmente accedió. En reconocimiento de ello, Pariaqaqa le dio instrucciones para salvar su vida, porque iba a castigar la indiferencia de los demás hombres de ese pueblo. Así fue, cinco días después, mientras aquellos   hombres seguían bebiendo, el waka desató un viento fuerte que los arrastró. El hombre que había tenido compasión de él se salvó y Pariaqaqa le dijo: "Hermano, ahora está.r sókJ; aquí permanecerás para siempre; cuando mis hijos vengan aquí para adorarme, kJs huaqsas de kJs cuatro corpqya siempre compartirán su coca contig

 

 

Pues bien, en este caso la desatención hacia el menesteroso es presentada como deliberada: ninguno quería acogerlo y darle de beber, como correspondía con quien mostraba la doble condición de foráneo y carente. En contraste, la ética del cariño y la generosidad, cuyo ejercicio reclama el relato, se pone de relieve cuando Pariaqaqa solicita al único hombre que le dio de beber (a quién se dirige llamándolo hermano: wawqt) que le dé una yapa  término que aún hoy, en el castellano andino al que se ha incorporado, refiere al añadido que acompaña a algo para que quede del todo completo, especialmente tratándose de algo que se ofrece a otro. Lo mismo ocurre cuando le solicita compartir la coca que éste tiene113• Cabe notar que luego de que el hombre que se mostró solidario salvara su vida y Pariaqaqa le comunicara que se había quedado sólo, el término que usó para denotar aquella soledad es sapa/lay, que no tiene la connotación de carencia que sí posee el término wakcha, pues aunque wakcha se refiere a alguien que está solo, esa soledad está asociada a desamparo. Por elcontrario, el morfema sapa da cuenta de una singularidad destacable, eminente, acompañada de riqueza y plenitud (así, qolqesapa es "adinerado" y kallpasapa, es ''forzJldo'), o que provee un primado, como en el caso de la denominación sapa Inka, que precisamente daba cuenta de la singularidad y primado de quien era considerado hijo del sol. Simbólicamente, en este relato el hombre generoso mantiene, él sólo (sapa/lay), esa condición destacable que le otorga mayor estatura moral que todo el resto de hombres mezquinos que así manifestaron su ruindad. Por ello, este hombre solidario perdura, pues el waka reconoce  y aprecia esa solidaridad preservando su vida y otorgándole la firmeza, permanencia y plenitud que corresponde a la piedra114• Más aún, Pariaqaqa corresponde a esa generosidad desplegando una reciprocidad manifiesta al destinar para él parte de la coca que sus hijos habrían de llevar siempre consigo al peregrinar para adorarlo. 

 

 

2.3. PARA QUÉ SIRVO A TANTOS WAKA (AYNI, O LA RECIPROCIDAD) En un mundo donde cada ente hace parte de un tejido relacional que tiene la forma de comunidades de vida vinculadas entre sí en términos de complementariedad, el sentido de reciprocidad, traducido en el despliegue de una lógica de vida de crianza mutua, preside las interacciones entre los hombres y los demás seres vivientes y, ciertamente, entre hombres y dioses. De hecho, desde el primer capítulo del Manuscrito de Huarochirí se presenta el tema de la reciprocidad de servicios entre hombres y dioses, cuando dice: Antes de empezar una labor difícil /os hombres antiguos arro/aban para él su coca al suelo diciendo, sin ver a I.Vmir'!Ya Wiraqocha, ''haZf'le recordar (cómo realizar) esto; haz que sea hábil en ello". [Ima h'!}ka sasa n1ranakta qallar!Jpaqpas, P'!Jlaraqmi mach11kuna leukanla pach1J111an lllischuspa, '~la y'!}achi111f!Y, h1J11111tachi111t!J, J.Vmir'!}a Wiraqocha" ñi.rpa, mana Wiraqochaktaqa rikuspataq].   

 

 

Según ello, los hombres ofrecen a Ivmirqya Wiraqocha coca, elemento ritual que simboliza la trama relacional del mundo, y le solicitan a cambio ayuda para cumplir a cabalidad su tarea. Aquella acción remite a un modo de vida en que los seres de diversas comunidades -entre ellas las de los hombres y las de deidades- se crían entre sí, desplegando determinadas pautas rituales que dan curso a compromisos mutuos cuya continuidad es necesario asegurar mediante dones que refuercen tales compromisos; pero da cuenta al mismo tiempo de una cosmo-visión en que ningún evento es en rigor aislado, pues supone concurrencia de fuerzas. Un pasaje del vigésimo tercer capítulo del Manuscrito ratifica el alcance cósmico del imperativo moral de reciprocidad. Es aquel que refiere que cuando el inca Tupaq Y upanqui llevaba ya varios años descansando feliz, tras haber ensanchado el Tawantinsuyu incorporando activamente muchas comunidades, estalló una gran rebelión en la costa central que se prolongó doce años. Como la gente que enviaba para sofocar dicha rebelión era aniquilada una y otra vez, el inca se llenó de tristeza y no sabía qué hacer, hasta que un día dijo: ¿Para qué sirvo a estos 111aka ron mi oro, mi plata, mis trajes, mi comida y ron todo lo que poseo? ¡Qué rosal Los haré llamar a todos para que me t!JUden contra estos enemigos. [imart!Jkuq kJ!J 111akakunakta servini qurfy111an, qullqfy111an, pacht!J111an mikunt!J111an, ima ht!JA:J!J111anpas; ¡mal, qt!Jachishaq fllkuyta kJ!J a111qakunata yanapa111anqanpaq]. Entonces convocó al Cusco a los waka de todo el  Tawantinsuyu. Ellos acudieron a la cita. Cuando todos estuvieron reunidos en e1Awq'9'J>ala 115, el inca se dirigió a ellos de este modo: Padres !llÍIJS, sagrados waka, bien saben tiltedes cómo los sinJO de todo roraz!n ron oro y plata; lo saben. Siendo así, siendo que yo los sinJO, ¿no me van a '!'Jlldar 11stedes ahora q11e eslf!Y perdiendo tantos miles de mir hombres? Para eso es q11e los he convocado. [Y '!Yakllna, waka wiUkakllnañam, ari yachanki imanam ñlltja qamkllna/eta 111klly sh11nklly111an, q11ri111an, q11/Jqi111an servfyki, ch'!Yta; hinaspa, qamkllnaqa hina ñlltja servipt!Jqa manach11 yanapaUawankimantaq, chika achka waranqa T'll~ta perdipt!J; ch'!'Jr'!'Jkllm qamkllna/eta q'!'Jachiml!Jk.ichik]. Oyendo esto, ninguno observó la pertinencia de su requerimiento. Todos ellos permanecieron en silencio. Entonces el inca los emplazó diciendo: ¡Y al, ¡hablen! ¿Acaso los hombres q11e han sido hechos por llsledes, q11e han sido animados por tiltedes, tendrán q11e exterminarse combatiéndose de este modo? Si no q11ieren '!'Jlldarme, en este mirmo momento hari q11emar todo lo q11e es de tiltedes. ¿Entonces, para q11é les adorno y les sinJO cada año ron oro y plata, ron comidas y bebidas, ron Damas y demás? Si, desf!Yendo mir lamentos, no me '!'Jlldan; si dicen q11e no, ahora mi.rmo arderán.   

 

 

[¡Yaw, rimar!Jchik!; hinataqch11m qampaq kamasq'!J/ei, r11rasq'!Yki r11nakllna awqanakll.rpa q11U11nqa,· mana yanapaw'!Yta m11napt!Jkiqa kanan/Janmi 111kllynfyk.ichikta mpachichisq'!'Jki,· ch'!YfJª imar'!'Jkllm ñlltjaqa q11ri111an, q11/lqi111an, watankllnapi mikllykllnawanpas, llJ!Y'!Ywanpas, llamqywanpas, ima h'!'Jkt!Jwanpas servfyki allich'!'J/ei,- ch'!'Jqa manach11 kqy chika llakikllsq'!'Jla ~arispayanapa111anki111an, 'manam' ñipt!Jkiqa, kananllantaqmi mpankt].   

 

 

Ante este emplazanúento, el waka Makawisa asumió la tarea de someter a los rebeldes. El inca puso a disposición de Makawisa su propia litera y la cuadrilla de Kallawayas que eran sus cargadores personales, quienes lo transportaron rápidamente hasta donde estaban los enemigos, los cuales fueron vencidos por el waka, que desató sobre ellos una recia tormenta, arreando hasta el Cusco a los pocos sobrevivientes. En reciprocidad, el inca le ofreció otorgarle lo que el waka solicitase, puso a su servicio muchos hombres, le ofreció mullu como alimento y él mismo se hizo su devoto, y como tal solía bailar en su honor en Jauja. El juego de mutuo cuidado y prestación de favores que establece obligaciones tácitas de parte de los receptores, aparece en esta ocasión puesto de relieve por tratarse de obligaciones morales de acción recíproca que abarcan a los seres de mayor poder. El inca despliega todo su poder (que, como se sabe, debió incluir el activo soporte de los jefes regionales leales) para someter a los rebeldes, pero ello se muestra insuficiente, sumiéndolo en profundo abatimiento. En tal situación, repara en que sirve a muchos waka otorgándoles sus primicias y que, en virtud de aquel servicio, éstos tienen también la obligación moral de servirlo cuando ello sea preciso. Los convoca entonces y ellos acuden a su llamado. La invocación del inca a que le auxilien en aquel duro trance va visiblemente cargado de reproche porque ello no hubiese ocurrido hasta allí. Su emplazanúento no recibe inmediata respuesta; los waka guardan un tenso silencio. Entonces el inca rompe en enojo. Los recrimina por haber permitido que la mutua destrucción entre los combatientes haya escalado en proporción, les echa en cara sus servicios no correspondidos ahora y los amenaza con someter al fuego toda la parafernalia asociada a su culto. La interpelación a los waka, que señala expresamente la mutua obligación de servicio (''para qué les adorno y les sirvo[. .. ] si no me qyudatl'), seguida de la abierta amenaza de destrucción, pone de relieve tanto las relaciones de mutua crianza y cuidado entre dioses y hombres, como el sentido de obligación moral en que dicha reciprocidad se sustenta. Siguiendo aquella lógica de vida, cuando el waka Makawisa se ofrece para combatir a los enemigos del inca, éste corresponde a esa intención otorgándole su litera y sus cargadores, y cuando el waka vence a los enemigos del inca y conduce hasta el Cusco a los sobrevivientes, éste lo llena de honores, le provee mayores favores y se pone personalmente al servicio de su culto; lo cual ratifica, en el más alto nivel de la jerarquía cósmica, el juego de reciprocidad que orienta las interacciones de los seres que pueblan aquel cosmos 

 

Similares expectativas de servicio mutuo dan cuenta de la conducta de diversos incas en su relación con los waka, al punto de que cuando juzgaban que la reciprocidad estaba ausente de parte de las deidades, llegaban aún a destruir su templo y parafernalia de culto. Así ocurrió con el inca Manko Qápaq, que al no ser atendido -más aún, al ser despreciado-por un waka al que había ofrecido sacrificios decidió echar su ídolo montaña abajo  (Arriaga 1999: 89), o con el inca Atawallpa cuando destruyó el templo de Qatequil, el influyente oráculo de Huamachuco, que tenía fama de ser el waka más locuaz, con capacidad aún de hacer hablar a otros waka (tal como lo hace notar el Manuscrito de Huarochiri en su capítulo 20°), quien le dio malos augurios (Betanzos, 2004: 287-291 

 

 

2.4. AMBAS EXISTiAN LA UNA EN LA OTRA (YANANTIN, O LACO-OPERACIÓN) La reciprocidad, como imperativo moral en las relaciones de intercambio que sostienen la vida humana en el mundo andino, supone un sentido de mutua dependencia entre todos los seres. Tiene, por tanto, una base ontológica en el reconocimiento de las relaciones de oposición, complementariedad y equilibrio dinámico de entes y fuerzas que constituyen el cosmos o pacha en aquel horizonte de sentido117• En concordancia con ello, el Manuscrito de Huarochiri despliega desde el inicio un simbolismo que destaca tanto la diversidad que caracteriza a lo existente, como la complementariedad y mutua dependencia que sostienen esa diversidad. Así, el waka primordial es dual y muestra  en su nombre dúplice: Yanañamqa Tutañamqa, tanto la diversidad -por cuanto en la identidad pone en juego una diferencia y por ello también una relación- como la complementariedad, simbólicamente evidenciada en el término complementario Yanañamqa, cuya raíz nominal yana denota ayuda, soporte. Al referirse en el décimo tercer capítulo a la waka Chawpiñamqa, que precisamente simboliza la relación de lo diverso complementario, concurrente y ca-operante, el Manuscrito señala que los hombres de la comunidad Cheqa la consideraban quíntuple (" checakunam ñinku Chawpiñamqakta 'pichqas karqan' ñispd'118). No obstante, cuando refiere los nombres que ellos daban a las ñaña119 de Chawpinamqa, sólo señala dos: Por una parte, el de Qotocha, Pa/tacha o Llaqsawato, nombres intercambiables  entre sí que refieren a una de aquellas ñaña;porotra parte, el deAmpuxe o Mirawato, denominaciones igualmente intercambiables de otra ñaña. ¿De qué modo se manifiesta su condición de ñañas de Chaupiñamqa? Pues, en este caso, dado que Chaupiñamqa se muestra elusiva al responder las consultas de sus devotos, IJaqsawato y Mirawato la complementan en esa función clave, cosa que a su vez hacen co-operando entre sí, pues lo hacen conjuntamente. Al respecto el Manuscrito dice: AJ adorar a estas waka so/lan venerarlas ditiendo: ~, Ilaqsawato Mirawato, 11.ftedes son quienes animan a los seres humanos; 11.ftedes, lafllbién, conocen mefor que Chawpiñamqa &lláles son mir faita.r; háganme saber a &ama de qué me he enfermado, por qué faita.r vivo padeciendo'~· así ditiendo las adoraban. Atendiendo a ello Jedan, ''siendo a.rl, mire las dos ñaña permanecen (existen) la una con y en la otra". Por esto, los hombres apreciaban especialmente a esta.rwaka, porr¡ue Chawpiñamqa no se comunicaba con los hombres de modo directo (claro) en nada. [~ wakakllnaktas ña muchaspa ·~ Uaqsawato Mirawato, qfJl'IJflli nmakamtllJ kAnlu; qfJl'IJtaqflli ht«hayta chtJ111j>iñamN1Jaktapa.r yailispa yachanki; willaway, imfJl'IJanlaflJ unqt«hikllni; ima ht«haymanlaflJ ñakArispa kAwsani'~ ñispa.r mt«htJfJ kArqankll. ''Chayhina leaptinsi,islerfynin ñañantinwantaqcha tfyan'~ ñispa unanchankll. Chaymantari lerfy wakakJ¡naktataq.ri a.rfa111an runakllna yupaychtllJ kArqankll, porque chtJ111j>iñamqtJtja manas chiqachu i111aktapa.r runakllnakta willaq kArqan]. Según el narrador, los devotos agradecían a a IJaqsawato y Mirawato el revelarles de mejor modo que Chaupiñamqa aquello que les estaba oculto. Ello no ti.ene nada de anómalo, por cuanto Chaupiñamqa, en su condición de mediación relacional, simboliza precisamente el paradójico centro elusivo de esta quíntuple deidad, que en este   caso se presenta como tríplice, poseyendo la misma condición unitaria que se les atribuye cuando son consideradas cinco. A propósito de ello, en el mismo capítulo 13° se refiere que cuando la gente acudía a cualquiera de ellas, solían saludarlas diciendo: "¡Ah, quíntuple namqa!', dando cuenta con ello de que se hallaban aunadas, es decir, que constituían una unidad ca-operante. En relación a la actitud de Chaztpiñamqa con respecto a las consultas de sus devotos, tanto Arguedas como Taylor han traducido la expresión "manas chiqachu imahapas runakunakta willaq karqatl', como referida a que les mentía, pues la palabra chiqa denota verdad o certeza. No obstante, es preciso notar que así como las deidades andinas~ diferencia del Dios cristiano- no son eminentemente o exclusivamente buenas o malas, tampoco la verdad o la mentira tienen aquí un sentido absoluto, sino ante todo simbólico, pragmático y, por tanto, regulador, por lo cual la palabra chiqa se halla semánticamente más cercana a la condición de una conjetura plausible, tal como ocurre en la expresión checcanchaccuni, que Gons:alez Holguín traduce por "acertar, o atinar la duda por conjectural', o en "checcanchacupuni ñan pantascc'!Jtd', que traduce por "atinara tiento al camino perdi- &'. Ello es así, por cuanto chiqa, como verdad, proyecta  ante todo el simbolismo universal del camino correcto conducente a una meta; de allí su vinculación semántica a rectitud, adecuación, dirección, llaneza, sencillez o justeza. Por otra parte, chiqa (o checca) significa igualmente lo peculiar, aparte o distinto, como en las expresiones "checcanpi rund', que Gons:alez Holguín traduce como "el hermitaño apartado del trato de los hombres que vive vida por sí aparte   retirado", ocheccallampi, que él traduce como "en particular, aparte, o a solas, o por si'. Todo ello deja entrever que cuando el narrador dice de Chaupiñamqa "manas chiqachu imaktapas runakunakta willaq karqan", lo que está indicando más bien es que en su condición de centro elusivo de la deidad tríplice o quíntuple no comunicaba directamente, de modo claro y llano su mensaje. Más aún, que no comunicaba sumensaje sola, sino complementada -posiblemente traducida- por sus ñaña, hábiles en dar curso a la dimensión conjetural y polivalente de la verdad contenida en sus sentencias. Dicha condición -no está demás notarlo- es también homologable a aquella que Heráclito refiere de Apolo, al decir: "El señor de quien es el oráculo de De!fos no manifiesta ni oculta su significado, sino que lo manifiesta mediante seña/el' (1983: 238). Es decir, da indicaciones, señales que es preciso interpretar. La misma convicción aparece cuando, refiriéndose a la naturaleza, el efesio dice que ella aprecia el ocultarse y que, por ello," la armonía no manifiesta es superiora la manifiestd' (1983: 220). Así, pues, el papel de Llaqsawato y Mirawato sería revelar el contenido de los mensajes crípticos de la matriz  elusiva -Chaupiñamqrr que en ellas se manifiesta; tal como, para quien está atento, la relación -componente no tangible de la realidad- se manifiesta en lo relacionado, que en su mínima magnitud es dual. Con respecto a estas deidades, este mismo capítulo del Manuscrito dice lo siguiente: De esta asl llamada Mirawato no sabemos bien por dónde e.r q111 se encuentra, pero se dice ·~e encuentra con su ñaña IJaqsaJVato'~ Los  hombrts de este IMgar, o de H11arorhirf, o de otros IMgarts, al enf ermársele.r su hijo, su hermano, o s11 padre, solían a&11dir donde ellas para rons11/tar. ~ Mira111ato ñirqaletaqa manam a/Jirh11 yarhanchik maypi tfya.rqanlapa.r, ichaqa ñispf1111 ñinkll ''Uaqsa111ato ñañan111antaqsi tfyan'~ ñirpa. Kaykllnaktas runakllna leJ!J kitimanla o H11arochirimantapa.r, o ml!Jpim runakllnapa.r ch11rinta, o 111a111qinta, o yl!Janta, o imantapa.r 11nq11rhikllspa, rhl!Jman riq karqankll tap11kllypaq]. Como se ve, en este pasaje ya se afirma que Mirawato se halla allí donde está su "ñañd' LJaqsawato. El término quechua "mir'!J'' significa "multiplicar, acrecentar, aumentar'. Por su parte, "llaqsd' significa "algo que produce pasmo o espanto". Pero "wato", el sufijo que precisa el nombre de ambas ñaña, connota el acto de "ama"ar1', término que el curanderismo andino actual usa aún para referirse a lazos sentimentales. Según Gons;alez Holguín "huatanl' es "echar lazos, o liar, o atal'. Así, pues el simbolismo del lazo ontológico no podía ser más visible, remitiendo a la intuición de que una se "encuentra" a sí misma o halla lo que es, en la otra, que por tanto no es absolutamente otra, sino sólo como referente dialógico. Más adelante, en ese mismo capítulo, se vuelve a destacar que en el imaginario de los devotos de Chawpiñamqa, tanto LJaqsawato como Mirawato ''permanecen (existen) la una con y en la otrd'. ¿Qué quiere decir esto? Evidentemente, aquí aparece reiterativamente, en el plano simbólico, una asunción ontológica de gran alcance relativa al ámbito de lo fenoménico, de lo manifiesto, puesto que las dos ñaña de Chaupiñamqa simbolizan la dimensión de lo inmediatamente manifiesto de la realidad, mientras aquella, en su rol   mediador, tiene más bien una manifestación mediata, revelándose precisamente por mediación de sus dos ñaña, en una suerte de reciprocidad ontológica que funda el t!Jni andino en la necesidad ontológica de contar con un complemento o yanantin, dada la paridad como unidad fenoménica núnima, que a su vez comporta una relación, un vínculo. Significativamente, cuando estas deidades señalaban en sus consultantes la acción corrosiva de una falta, entendida como mancha, carencia o desequilibrio (hucha), proponían lavarla en la confluencia de dos ríos (tinkHq mt!Jtpim armankJ 121), espacio de encuentro de alto valor simbólico por remitir la plenitud y armonía precisamente a la con-fluencia, manifiesta en este caso en un elemento como el agua, esencialmente asociado a la vida. Dice el Manuscrito en este punto que las dos ñaña coexisten, manifestándose la una con la otra y en la otra ("is/eaynin ñañantinwantaqcha tfyatl'121), así como animan a los hombres o diagnostican sus males conjuntamente, aunadas, co-operando entre sí. Señala también el carácter de indicación simbólica (unanchanku) que tiene aquel aserto. Así parece estar dando cuenta de que la existencia viene a ser siempre, necesariamente, co-existencia, y la acción co-operación, pues los entes diferenciados y los procesos en que se hallan insertos son el resultado de una   concurrencia de fuerzas complementarias. Se trata de una intuición fundamental que, como axioma ontológico, sostiene la cosmo-visión andina y la civilización que tomó cuerpo sobre esa base122• Manifestando ese mismo principio ontológico y pragmático, cuando en el décimo capítulo del Manuscrito se aborda el tema de las ñaña de Cha1tpiñamqa, se dice de ellas lo siguiente: "Y así, cuando los hombres querían consultarles algo, (cualquiera de ellas) solían decir: 'v'!Y a deliberar primero con mis ñaña (hermanas o pares)"' ["Cht!J.ri imallatapas runakuna yuyachakuptinpas, ña ñispaqa, ''ñañt!Jkunawanraq willanakumusaq'~ ñispa ñiq karqan'1. Así, pues, para responder las consultas de los hombres Cha1tpiñamqa y sus ñaña tenían que dialogar (willanakuy) entre sí; la respuesta no podía darse en solitario; el sentido es siempre vinculante, relacional. En este punto cabe notar que la noción de diálogo, término que proviene del griego ótá).oyo,, echa raíces en una antigua ontología relacional similar a la de la cosmovisión andina y previa a la aparición de la filosofía. Allí, el término ).Logos , que se suele traducir por palabra, discurso o razón, refiere a aquello que proyecta y porta el significado, y con ello el sentido del lenguaje que manifiesta a su vez el horizonte   de sentido del mundo. Ese A.oyo'°discurre (&á significa "a través di' "de un lado a otro di' "tiot'' como ocurre en "diá- ' , r , metro" o en "diacroníd), está en movimiento, vinculando como un puente a todo o todos los que participan del diálogo y nutriéndose del juego discursivo de estos. Vista así la comunicación, se afirma la raigambre cósmica del sentido. La significación se sostiene siempre en un diálogo en el que, según la cosmo-visión andina, participan todos los seres, es por tanto polifónico y situacional. A propósito de ello, es de notar que aún en solitario siempre estamos con nosotros mismos, interpelándonos; pensar es dialogar consigo mismo, en un desdoblamiento en que nos ponemos como interlocutores, como un otro u otros, dejando que el sentido tome cuerpo en su discurrir a través de esa multiplicidad a la que unifica. En el cosmos, percibido por la sensibilidad andina como juego de fuerzas concurrentes, todo dialoga, todos los seres y situaciones se están diciendo algo, eso es lo que la palabra willanakuy significa, por tanto su alcance es cósmico. Así en el capítulo 29º del Manuscrito de Huarochirihay una referencia al juego de fuerzas o diálogo cósmico en el vasto ámbito que conecta el hanaq pacha (el mundo de arriba), kay pacha (este mundo) y Uku pacha (el mundo interiory. Ello se deja notar cuando se dice que la Yaqana, la llama celeste que aparece en la vía láctea (el m'!)U andino) como una gran mancha oscura con perfil de llama con dos estrellas por ojos, trasmite su ser, como ánimo vital, (kama) a las llamas terrestres y, al igual que las demás figuras celestes, comunica a los hombres señales acerca del  ciclo de las aguas y el clima. Así el narrador del Manuscrito dice: "A propósito de eso, cuando las estrellas que llamamos Cabrillas aparecen grandes, dicen 'este año va ser muy fértil'. Cuando aparecen empequeñecidas dicen padeceremos mucho "' ["Ch'!)mantam, ch'!) Cabrillas ñinchik, ch'!)tam hatuchaqkama hamuptinqa, 'kanan wata puquymi kashun~ ñinku. Huchuchaqkama hamuptinri, 'ancha muchuymi kashun~ ñinku'1. Es de notar que al decir: "Esta (mancha negra) que llamamos Y aqana, que transmite su ser a la llamas, camina por el medio del cielo. Nosotros los hombres la vemos venir así oscura como es. A.ri; esta Yaqana camina por el interior pro.fondo de la Vía Lácted' r·~ Yaqana ñisqanchiksi, llamap kamaqin, cielo ñiqta chatapikta purimun. Ñuqanchik nmakunapas rikunchikmi ari yana/la hamuqta. Chqymanta chqy Yaqana ñisqanchiksi mqyu ukukta purimut11, aquel pasaje del Manuscrito está afirmando no sólo que la llama del hanaq pacha (Y aqana) transmite su ser a las llamas del kqy pacha (terrestres), sino que ella asoma desde el núcleo potencial (ukukta, interior profundo, sonqo o chawpt) de todo lo actual o manifiesto, tanto en el kqy pacha como en el hanaq pacha, por lo cual el kama o ánimo vital que transmite proviene de la hondura insondable desde donde emerge el orden dual del cosmos o pacha. En el mismo pasaje del Manuscrito se afirma que, según los hombres antiguos, el adorar esas figuras estelares, consideradas por ellos waka, los hacía prosperar, configurando así una suerte de ca-operación o reciprocidad a escala cósmica. Dice el narrador: "Adorando a estas estrellas, permanecían sin dormir la noche en que apareciatl' [" kay kuyllurkunaqta muchaq karqan, ña siqamuptin ch'!) tutari mana as/lapas puñuspd1. Ciertamente, esta actitud de   reverencia conlleva observarlas de continuo con extremo cuidado y atención, entendiéndose que al actuar de acuerdo a las señales recibidas de aquellos interlocutores estelares, ello repercutiría en una crianza adecuada de chacras y ganados, que también eran consideradas chacras. En relación a esta lógica de vida que se sustenta en la complementariedad de lo diverso, en el último capítulo del Manuscrito se relata el origen de los concha, señalando que sus antepasados, al bajar de las alturas, tomaron las tierras que los yungas abandonaron en su huida. El juego simbólico allí establecido destaca el protagonismo de tres hermanos, el mayor de los cuales, I.Jaqsamisa, encontró un muchacho yunga llamado Y asali, olvidado por sus padres al huir presurosos, al que adoptó diciéndole: "Hijo, no tengas pena; permanecerás conmigo" ["Churi, ama Uakiychu; ñuqawanmi t&ankl1- Al verlo, los otros hermanos dijeron: "¡que muera este muchacho!' [wañuchuntaq kay wamraqa]. I.Jaqsamisa se opuso firmemente, diciendo: "No. Para qué lo vamos a matar. Es mejor que vivd' [Manam. ¿Imapaqmi wañuchisun? Ya/lin kawsakuchun]. Puesto que el verbo yallini significa "exceder, sobrepujar'123, la expresión ''yallin kawsakuchun", que aquí hemos traducido, siguiendo a Taylor, como "es mejor que vivd', y que Arguedas traduce como "que viva sano y bien'', podría estar también   referida a una consciente opción de vivir aceptando al que es diferente, reconociendo el valor de la diferencia y la competición (Jallin) como fuente de la complementariedad que enriquece la vida, opción que sostuvo el despliegue de la vida en la cosmo-visión andina. Tal posibilidad tiene que ver con que el fonema chun, que en la expresión antes referida connota al verbo kawstfY (vivir>), señala una pluralidad de actores, con lo cual aquella expresión ("Yallin kawsakuchun') podría traducirse también como "vivamos compitiendo". Significativamente, Yasalivino a ser sacerdote y se unió luego a KNnokuyo, hermana de I..Jaqsamisa, cuya descendencia, al extinguirse su prole directa, fue asegurada precisamente por las hijas de aquel -en la lógica parental andina-, al casarse con los sobrinos de I..Jaqsamisa. Del mismo modo, cuando en el capítulo 11° del Manuscrito, Tut'[Jquire, el héroe de origen de los hijos de Pariaqaqa, conquista las tierras yuncas no humilla a sus habitantes, por el contrario, les dijo: ''Quédense aqu4 pero tendrán que reconocer a mi padre y desde ahora deberán vivir llamando 'hermanos' a estos Cheqa" ["Tfyakuy; ichaqay'fj'fjtam riqsinkitaq; ch'fjmanta kay Cheqakunaktam kanan 'wawqi'ñispataq kawsankl1. Con ello afirma que la permanencia en el ser propio pasa por el reconocimiento del otro como un hermano, en una lógica de inclusión que afirma la diferencia como fuente de enriquecimiento de la vida. 

 

Este es el dialogo al que yo me refiero un dialogo complementario en el que quedamos biotejidos, se que este ultimo texto es de imposible lectura en mal copia y pega pero búscalo en pub la cosmovisión andina en el manuscristo de Huarochiri de Zeon de paz o pidemelo si relamente estas interesado y yo te lo enivo por Messenger a ti y a cualquiera que quiera entablar este dialogo complementario, mas el problema es que a diferencia de los prehispánicos nosotros ya estamos atravesados por otras culturas, por otros lenguajes , por otros logos y entonces ¿Como lograr ese dialogo complementario esta yana? Mi prouesta es esta guerra del imaginario que nos lleva a una metafísica de la violencia que solo se puede resolver en una metadialectica sintraferencial en donde los dialogantes reconocens u locura y su intenciónd e imponerla al exponerla y esta es cuestionada por los otros dialogantes pero la diacrítica tiene que profundizarce con el arte , con la representación que es mas bien una encarnación del imaginario en el que se intenta la religación y entonces el dialogo que propongo mas parece un baile de tijeras donde un chaman intenta superar al otro complementándolo, son dos espejos el del en si y el del para si biotejiendose pero para esto es del en si tiene que revelar el ser y del para si tiene que develar el no ser y entonces amabos podrán reflejarse uno en el otro logrando el tinkuy ontológico, donde la retorica Aristotelica quesa superara asi como la fenomenología hermeneutioca de Heidegger en una noumenologia hermenéutica de la revelación.     

    

 

 


 

 

 

  

 

 

 

    

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