El arte del biotejido
Y yo os voy a decir el motivo: Cuando el arte entra el
renacimiento toma conciencia del ser del hombre como ángel caído y del no ser
del hombre como naturaleza sedienta de poder no habiendo ningún medio posible,
ninguna posibilidad de reconciliación siendo el estado una maquina represiva y
la iglesia una prostituta que se alimente de la sangre de santos por esto yo he perdido de poco tiempo a esta
parte, toda mi alegría, olvidando mis ordinarias ocupaciones, y este accidente
ha sido tan funesto a mi salud; que la tierra, esa divina máquina, me parece un
promontorio estéril, ese dosel magnifico de los cielos, ese hermoso firmamento
que veis sobre nosotros, esa techumbre majestuosa sembrada de doradas luces, no
otra cosa me parece que una desagradable y pestífera multitud de vapores. ¡Que
admirable fábrica es la del hombre! ¡Qué noble su razón! ¡Qué infinitas sus
facultades! ¡Qué expresivo y maravilloso en su forma y sus movimientos! ¡Qué
semejante a un ángel en sus acciones! Y en su espíritu, ¡qué semejante a Dios!
Él es sin duda lo más hermoso de la tierra, el más perfecto de todos los
animales. Pues, no obstante, ¿qué juzgáis que es en mi estimación ese
purificado polvo? El hombre no me deleita... ni menos la mujer... bien que ya
veo en vuestra sonrisa que aprobáis mi opinión.
Yo no estoy loco, sino cuando sopla el nordeste; pero cuando
corre el sur, distingo muy bien una garza de un halcón.
Así podría ver en San Francisco al máximo artista, logrando
la impresión del espejo espiritual ¿Pero qué le paso al hombre que dejo de respirar
profundo? Necesitaba conocerse, malditos aquellos que ven en el renacimiento una alegría,
miren bien el hombre acepta su expulsión del paraíso y en el arte antes que en
la religión, en la filosofía, o en la ciencia, el hombre despierta el espíritu subjetivo,
y refleja su propia conciencia, mírense vienen mi porque yo apelo a despertar
al hombre más ya no hay salida a la caverna, ni posibilidad de redención por más
que yo contriste su corazón, ustedes ya no pueden respirar profundo, así que lo
único que pueden actualizar es su propia desgracia.
¡Señor los cómicos han venido!
Basta ya: presto me dirás lo que falta. Señor mío, es
menester hacer que estos Cómicos se establezcan, ¿lo entiendes? Y agasajarlos
bien. Ellos son, sin duda, el epítome histórico de los siglos, y más te valdrá
tener después de muerto un mal epitafio, que una mala reputación entre ellos
mientras vivas.
Yo, señor, los trataré conforme a sus méritos
¡Qué cabeza ésta! No señor, mucho mejor. Si a los hombres se
les hubiese de tratar según merecen, ¿quién escaparía de ser azotado? Trátalos
como corresponde a tu nobleza, y a tu propio honor: cuanto menor sea su mérito,
mayor será tu bondad. Acompáñalos.
Ya estoy solo. ¡Qué abatido! ¡Qué insensible soy! ¿No es
admirable que este actor, en una fábula, en una ficción, pueda dirigir tan a su
placer el ánimo que así agite y desfigure el rostro en la declamación,
vertiendo de sus ojos lágrimas, débil la voz, y todas sus acciones tan
acomodadas a lo que quiere expresar? Y esto por nadie: por Hécuba. Y ¿quién es
Hécuba para él, o él para ella, que así llora sus infortunios? Pues ¿qué no
haría si él tuviese los tristes motivos de dolor que yo tengo? Inundaría el
teatro con llanto, su terrible acento conturbaría a cuantos le oyesen, llenaría
de desesperación al culpado, de temor al inocente, al ignorante de confusión, y
sorprendería con asombro la facultad de los ojos y los oídos. Pero yo,
miserable, sin vigor y estúpido: sueño adormecido, permanezco mudo, ¡y miro con
tal indiferencia mis agravios! ¿Qué? ¿Nada merece un pueblo con quien se
cometió el más atroz delito para despojarle de toda representación y de la vida? ¿Soy cobarde yo? ¿Quién se
atreve a llamarme villano? ¿O a insultarme en mi presencia? ¿Arrancarme la
barba, soplarme al rostro, asirme de la nariz o hacerle tragar lejía que me
llegue al pulmón? ¿Quién se atreve a tanto? ¿Sería yo capaz de sufrirlo? Sí,
que no es posible sino que yo sea como la paloma que carece de hiel, incapaz de
acciones crueles: a no ser esto, ya se hubieran cebado los milanos del aire en
los despojos de aquel indigno. Deshonesto, homicida, pérfido seductor, feroz
malvado, que vive sin remordimientos de su culpa. Pero, ¿por qué he de ser tan
necio? ¿Será generoso proceder el mío, que yo, hijo de un querido padre (de
cuya muerte alevosa el cielo y el infierno mismo me piden venganza) afeminado y
débil desahogue con palabras el corazón, prorrumpa en execraciones vanas, como
una prostituta vil, o un pillo de cocina? ¡Ah! No, ni aun sólo imaginarlo.
¡Eh!... Yo he oído, que tal vez asistiendo a una representación hombres muy
culpados, han sido heridos en el alma con tal violencia por la ilusión del
teatro, que a vista de todos han publicado sus delitos, que la culpa aunque sin
lengua siempre se manifestará por medios maravillosos. Yo haré que estos
actores recrean la experiencia cero en
la conciencia de los congresistas más que digo si estos no tienen conciencia,
ellos se burlan de la imposibilidad del ser del hombre y no sufren esta
terrible tensión y entonces ¿Nada pude hacer el arte? Pero si Shakespeare pudo
recrearles un alma humana a los ingleses, ¿No podre acaso recrear un espíritu para
los peruanos?. Yo los heriré en lo más vivo del corazón; observaré sus miradas;
si mudan de color, si se estremecen, ya sé lo que me toca hacer. La aparición
que vi pudieran ser espíritus del
infierno. Al demonio no le es difícil presentarse bajo la más agradable forma;
sí, y acaso como él es tan poderoso sobre una imaginación perturbada,
valiéndose de mi propia debilidad y melancolía, me engaña para perderme. Yo voy
a adquirir pruebas más sólidas, y esta recreación ha de ser el lazo en que se enreden las almas
de los congresistas en el mismo infierno. ****
Ser o no ser, ésta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción
del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los
brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia?
Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron
y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un
término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar.
Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán
ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo
mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que
hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la
lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que
recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal
pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos,
el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su
quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando,
gimiendo bajo el peso de una vida molesta sino fuese que el temor de que existe
alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites
ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que
nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento?
Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se
debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor
importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se
reducen a designios vanos. Más ellos en nombre del ser han cometido los peores
crímenes que hoy cometen nombre del no ser, no hay en ellos temor a Dios, no
conciencia del eterno retorno de su existencia démosles pues el amor a la raíz y
la copa del árbol de la vida. Pero...
¡la hermosa princesa ligera! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán
olvidados en tus oraciones.
Princesa ligera - ¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos
estos días?
.- Desagarrado por dentro y por fuera .
Princesa ligera.-
Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros mucho
tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.
.- No, yo nunca te dí
nada.
Princesa Ligera .- Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y
con ellas me disteis palabras, de tan suave aliento compuestas que aumentaron
con extremo su valor pero ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma
generosa considera como viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el
afecto de quien los dio. Vedlos aquí.
.- ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres
honesta?
Princesa ligera .- Señor...
.- ¿Eres hermosa?
Princesa ligera - ¿Qué pretendéis decir con eso?
.- Que si eres
honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate con tu belleza.
Princesa ligera.- ¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la
honestidad?
.- Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a
la honestidad en una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la
hermosura su semejanza. En otro tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en
la edad presente es cosa probada... Yo te quería antes, princesa ligera.
Princesa ligera - Así me lo dabais a entender.
- Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la
virtud ingerirse tan perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite
aquel resquemo original... Yo no te he querido nunca.
Princesa ligera.- Muy
engañada estuve.
.- Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a
ser madre de hijos pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar
algunas cosas de que puedo acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese
parido. Yo soy muy soberbio, vengativo, ambicioso; con más pecados sobre mi cabeza
que pensamientos para explicarlos, fantasía para darles forma, ni tiempo para
llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables como yo han de existir
arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes malvados: no creas
a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento...
Princesa ligera ¡Oh! ¡Qué trastorno ha padecido esa alma
generosa! La penetración del cortesano, la lengua del sabio, la espada del
guerrero, la esperanza y delicias del estado, el espejo de la cultura, el
modelo de la gentileza, que estudian los más advertidos: todo, todo se ha
aniquilado. Y yo, la más desconsolada e infeliz de las mujeres, que gusté algún
día la miel de sus promesas suaves, veo ahora aquel noble y sublime
entendimiento desacordado, como la campana sonora que se hiende. Aquella
incomparable presencia, aquel semblante de florida juventud alterado con el
frenesí. ¡Oh! ¡Cuánta, cuánta es mi desdicha, de haber visto lo que vi, para
ver ahora lo que veo!
Con los cómicos
Dirás este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con
soltura de lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros
Cómicos; más valdría entonces dar mis versos al Pregonero para que los dijese.
Ni manotees así, acuchillando el aire: moderación en todo; puesto que aun en el
torrente, la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe
conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. A mí me
desazona en extremo ver a un hombre, muy cubierta la cabeza con su cabellera,
que a fuerza de gritos estropea los afectos que quiere exprimir, y rompe y
desgarra los oídos del vulgo rudo; que sólo gusta de gesticulaciones
insignificantes y de estrépito. Yo mandaría azotar a un energúmeno de tal
especie: Herodes de farsa, más furioso que el mismo Herodes. Evita, evita este
vicio.
Así os prometo
Ni seas tampoco demasiado frío; tu misma prudencia debe
guiarte. La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando
siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza. No hay defecto que
más se oponga al fin de la representación que desde el principio hasta ahora,
ha sido y es: ofrecer a la naturaleza un espejo en que vea la virtud su propia
forma, el vicio su propia imagen, cada nación y cada siglo sus principales
caracteres. Si esta pintura se exagera o se debilita, excitará la risa de los
ignorantes; pero no puede menos de disgustar a los hombres de buena razón, cuya
censura debe ser para vosotros de más peso que la de toda la multitud que llena
el teatro. Yo he visto representar a algunos Cómicos, que otros aplaudían con
entusiasmo, por no decir con escándalo; los cuales no tenían acento ni figura
de Cristianos, ni de gentiles, ni de hombres; que al verlos hincharse y bramar,
no los juzgué de la especie humana, sino unos simulacros rudos de hombres,
hechos por algún mal aprendiz. Tan inicuamente imitaban la naturaleza.
CÓMICO l.º.- Yo creo que en nuestra Compañía se ha corregido
bastante ese defecto.
Corregidlo del todo, destrúyanse completamente descubran la
dimensión de lo pre expresivo, pulan el espejo de lo sensible, liberen el impulso
de la misma naturaleza en ustedes, el
arte se gestó en oriente y su base
consiste en entrar a la nada, destruyan todas las formas.
Cuando se me pregunta ¿cuál es su concepto de teatro
experimental?, me pongo un 'poco impaciente; tal parece que la expresión teatro
"experimental" implicase un trabajo tributario y lleno de subterfugios
(una especie ·de juego con nuevas técnicas cada vez que se monta una obra). Se
supone· que en cada ocasión se tiene como resultado una contribución a la
escena moderna: escenografía qúe utilice ideas electrónicas o escUltóricas a la
moda, música contemporánea, actores que proyectan independientemente los
estereotipos de circo o de cabaret. Conozco ese teatro, formé parte de él. Las
producciones de . nuestro Laboratorio Teatral van en otra dirección. En primer
lugar tratamos de evitar todo eclecticismo, intentarnos rechazar la concepción
de que el teatro es un complejo de disciplinas. Tratamos de definir qué es el
teatro en sí mismo, lo que lo separa de otras categorías de representación o de
espectáculo. En segundo lugar, nuestras producciones son investigaciones
·minuciosas de la relación que se establece entre el actor y el público. En
suma, consideramos _que el aspecto medular del arte teatral es la técnica
escénica y personal del actor. · Es difícil localizar las fuentes exactas de
este enfoque pero puedo hablar acerca de su tradición. Fui entrenado en los métodos
de Stanislavski; su estudio persistente, su renovación sistemática de los rnétodos de
observación y su relación dialéctica con sus primeros trabajos, lo convirtieron
en mi ideal personal. Stanislavski planteó las preguntas merodológicas clave.
Nuestras soluciones sin embargo difieren profundamente de las suyas; a veces
llegamos a conclusiones contrarias. He estudiado todos los métodos teatrales
·importantes de Europa y de otras partes _del mundo. Los más importantes para
mi propósito son los ejercicios rítmicos de Dullin, las investigaciones de
Delsarte sobre las reacciones de extroversión e introversión, el trabajo de
_Stanislavski sobre las "acciones físicas", el" entrenamiento
biomecánico de Meyerhold, la síntesis de Vajtangov. También me fueron
particularmente estimulantes las técnicas de entrenamiento del teatro oriental,
específicamente la Ópera de Pekín, el Kathakali hindú) el Teatro No de Japón.
Podría citar otros sistemas teatrales, pero el método que estamos desarrollando
no es una combinación de técnicas obtenidas de distintas fuentes (aunque en
ocasiones adaptemos algunos elementos para nuestros usos). No queremos
enseñarle al actor un conjunto preestablecido de técnicas o proporcionarle fórmulas para que salga de
apuros. El nuestro no intenta ser un método deductivo de técnicas
coleccionadas: todo se concentra en un esfuerzo por lograr la madurez'' del
actor que se expresa a través de una tensión elevada al extremo, de una
desnudez total, de ·una exposición absoluta de su propia intimidad: y todo esto
sin que se manifieste el menor asomo de egotismo o autorregodeo. El actor se
entrega totalmente; es una técnica del "trance" y de la integración
de todas las potencias psíquicas y corporales del actor, que emergen de las
capas más Íntimas de su ser y de su instinto, y que surgen en una especie de
"transiluminación". Educar a un actor en nuestro teatro no significa
enseñarle algo; tratamos de eliminar la resistencia que su organismo opone a los procesos psíquicos. El resultado
es una liberación que se produce en el paso del impulso interior a la reacción
externa, de tal modo que el impulso se convierte en reacción externa. El impulso
y la acción son concurrentes: el cuerpo se desvanece, se quema; y el
espectador solo contempla una serie de
impulsos visibles .
La nuestra es una, via negativa, no una colección de
técnicas, sino la destrucción de obstáculos. Años de · trabajo y de ejercicios
especialmente elaborados para ello (mediante un entrenamiento vocal, plástico y
físico, se guía al actor para que logre el punto exacto de concentración) permiten
a veces que se descubra el inicio del camino. Entonces es posible cultivar
cuidadosamente lo que se ha iniciado. El proceso mismo, aunque depende
en parte de la concentración, de la confianza, de la acritud extrema y casi
hasta de la desaparición del actor en su profesión., no es voluntario. El
estado mental necesario es una disposición pasiva para realizar un papel
activo, estado en el que no use quiere hacer algo'', sino más bien en el que
"uno se resigna a no hacerlo". La mayoría de los actores del
Laboratorio Teatral empiezan apenas a trabajar para lograr hacer visible ese proceso. En su trabajo diario no se concentran
en la técnica espiritual sino en la composición de su papel, en la construcción
de la forma, en la ex presión de los signos) es decir, en el artificio. No hay
contradicción entre la técnica interior y el artificio (articulación de un
papel mediante signos). Creemos que un proceso personal que no se apoya ni se expresa
en una articulación formal y una estructura disciplinada del papel no
constituye una liberación y puede caer en lo amorfo. Hemos encontrado que la
composición artificial no sólo no limita lo espiritual sino que conduce a ello
(la tensión tropística entre el proceso interno y la forma los refuerza a
ambos. La forma actúa como un anzuelo, el proceso espiritual se produce
espontáneamente ante y contra él). Las formas de la simple conducta
"natural" oscurecen la verdad; . componemos un papel como un sistema
de signos que demuestran lo que enmascara la visión común dialéctica de 1a
conducta humana. En un momento de choque psíquico, de terror, de peligro mortal
o de gozo enorme, un hombre no se comporta "naturalrncnte". Un hombre
que se encuentra en un estado elevado de espíritu utiliza signos rítmicamente articulados,
empieza a bailar, a cantar. Un signo, no un gesto común, es el elemento
esencial de expresión para nosotros. En términos de técnica formal, no
trabajamos con una proliferación de signos, o por acumulación (como en los.
ensayos formales del teatro oriental). Más bien sustraemos., tratando de
destilar ·los signos eliminando de ellos los elementos de conducta
"natural" que oscurecen el impulso puro. Otra técnica que ilumina la
estructura escondida de los signos es la contradicción (entre el gesto y la
voz, la voz y la palabra, la palabra y el pensamiento, la. voluntad y la
acción,' etc.); aquí también seguimos la , . vía negativa.
Es difícil precisar cuáles son los elementos de nuestra producción
que resultan de un programa conscientemente · · forrnulado y· los que- se
derivan de la estructura de nuestra imaginación. A menudo se me pregunta si
ciertos "efectos medievales" indican un regreso intencional a
"raíces rituales''. No es posible contestar con una sola respuesta. En el
momento actual de nuestra intención artística, el problema de las
"raíces" míticas de la situación humana. elemental tiene un significado
definitivo. Con todo, no se trata del producto de una ··filosofía del'
arte", sino del descubrimiento práctico y del uso de las ·reglas
teatrales. Es decir, las producciones no surgen de postulados estéticos a
priori; más bien, como dice Sartre, "toda técnica conduce a una
metafísica'' y su superación a una unidad biotejida·
La aceptación de la pobreza en el teatro, despojado de todo
aquello que no le es esencial, nos reveló no sólo el meollo de ese arte sino la
riqueza escondida en la naturaleza misma de la forma artÍstica. ¿Por qué nos
interesa el arte? Para cruzar nuestras fronteras, sobrepasar nuestras
limitaciones, colmar nuestro vacío, colmarnos a nosotros mismos. No es una
condición, es un proceso en el que lo oscuro dentro de nosotros se vuelve de
pronto trasparente. En esta lucha con la verdad ·Íntima de cada uno, en este esfuerzo por
desenmascarar · :.él disfraz vital el teatro~ ·con su perceptividad carnal,
siempre me ha parecido un lugar de provocación. Es capaz de desafiarse a sí mismo
y a su público, violando estereotipos de visión, juicio y sentimiento; sacando
más porque es el reflejo del hálito, cuerpo e impulsos . internos del organismo
humano. Este desafío al tabú, esta transgresión, proporciona el choque que
arranca la máscara y . que nos permite ofrecernos desnudos a algo imposible de
definir pero que contiene a la vez a Eros y a Carites.
Como director, me he visto .tentado a utilizar situaciones arcaicas
que la tradición santifica, situaciones (dentro de los reinos de la tradición y
religión) que son tabú. He sentido la necesidad de enfrentarme a esos valores.
Me fascinaban y ·me llenaban de una sensación de desasosiego interior, al
tiempo que obedecía a un llamado de blasfemia. Quería. atacarlos, trascenderlos
o confrontarlos cori mi propia experiencia, que a Ja vez está· determinada por
la experiencia colectiva de nuestro tiempo. Este elemento de nuestras
producciones ha sido intitulado de muy diversas-.·formas; '"encuentro con
las raíces", ''la dialéctica de la burla ·y la apoteosis'' o hasta
"religión · expresada a través de la blasfemia; el amor que se manifiesta
a través del odio".
Tan pronto como mi percepción práctica se convirtió en
percepción consciente" y cuando el experimento nos condujo al método, me
vi obligado a echar un vistazo nuevo a la historia del teatro, en relación con
otras ramas del saber, especialmente la psicología y la antropología cultural.
Tuve que revisar racionalmente el problema del mito. Entonces advertí con
claridad que el mito era a la vez una
situación prístina y un modelo complejo con existencia independiente en la psicología
de los grupos sociales, y que inspira tendencias y conductas de grupo. .
·Cuando todavía formaba parte de la religión, el teatro era ya · teatro: liberaba la energía espiritual de
la congregación 'o de la tribu, incorporando el mito y profanándolo, o · más
bien trascendiéndolo. El espectador recogía una nueva ·percepción de su verdad
personal en la verdad del mito y mediante el terror y el sentimiento de lo
sagrado . llegaba :a la catarsis. No es una casualidad que la Edad Media haya
producido la idea de la parodia sagrada". · · La situación actual es muy
diferente, sin embargo. En la medida· en que los grupos sociales se definen
cada vez menos _por la religión, las formas tradicionales del mito cambian,
están · desapareciendo y reencarnándose. Los espectadores están cada vez más
individualizados en su relación con el mito, como verdad de la corporación o
modelo de grupo, y creer es a menudo un problema de convicción intelectuaL Esto
quiere decir. que es más difícil decidir cuál es el tipo de choque que se necesita para
llegar a las profundidades psiquicas que ocultan la máscara vital. La
identificación del grupo con el mito -la ecuación de la verdad individual
personal con la verdad universal- es virtualmente imposible hoy en día
¿QUé puede hacerse? Primero la confrontación con el miro más
que la identificación con él. En otras palabras, a la vez que se retiene
nuestra experiencia privada, podemos tratar de ,encarnar el mito, asumiendo su
piel que ya no nos contiene para percibir la relatividad de nuestros problemas,
su conexión con las "raices" y la relatividad de las "raíces, a
la luz ·de la experiencia actual. Si la situación es brutal, si nos despojamos
y tocamos las capas más extraordinariamente íntimas, exponiéndolas, la máscara
vital se quiebra y desaparece.
Segundo, aunque se haya perdido un cielo común·· de
creencias y hayan desaparecido los límites inexpugnables, la percepción del
organismo humano permanece. Sólo el mito encarnado en el hecho de la existencia
del actor, de su organismo vivo-- puede funcionar como un tabú. La violación
del organismo vivo, la exposición llevada a sus excesos más descarnados, nos
devuelve a una situación mítica concreta, una experiencia de la verdad humana,
común.
El
teatro sólo podrá ser nuevamente el mismo, ser un medio de auténtica ilusión,
cuando proporcione al espectador verdaderos precipitados de sueños, donde su
gusto por el crimen, sus obsesiones eróticas, su salvajismo, sus quimeras, su
sentido utópico de la
vida
y de las cosas y hasta su canibalismo desborden en un plano no fingido e
ilusorio, sino interior.
En
otros términos, el teatro debe perseguir por todos los medios un replanteo, no
sólo de todos los aspectos del mundo objetivo y descriptivo externo, sino
también del mundo interno, es decir del hombre considerado metafísicamente.
Sólo así, nos parece, podrá
hablarse
otra vez en el teatro de los derechos de la imaginación. Nada significan el
humor, la poesía, la imaginación si por medio de una destrucción anárquica
generadora de una prodigiosa emancipación de formas que constituirán todo el
espectáculo, no alcanzan a
replantear
orgánicamente al hombre, con sus ideas acerca de la realidad, y su ubicación
poética en la realidad.
Pero
considerar al teatro como una función psicológica o moral de segunda mano y
suponer que hasta los sueños tienen sólo una función sustitutiva es disminuir
la profunda dimensión poética de los sueños del teatro. Si el teatro es, como
los sueños, sanguinario
e
inhumano, manifiesta y planta inolvidablemente en nosotros, mucho más allá, la
idea de un conflicto perpetuo y de un espasmo donde la vida se interrumpe
continuamente, donde todo en la creación se alza y actúa contra nuestra
posición establecida,
perpetuando
de modo concreto y actual las ideas metafísicas de ciertas fábulas que por su
misma atrocidad y energía muestran su origen y su continuidad en principio
esenciales.
Se
advierte por lo tanto que ese lenguaje desnudo del teatro, lenguaje no verbal
sino real, debe permitir, próximo a los principios que le trasmiten su energía,
y mediante el empleo del magnetismo nervioso del hombre, transgredir los
límites ordinarios del arte y de la
palabra,
y realizar secretamente, o sea mágicamente, en términos verdaderos, una suerte
de creación total donde el hombre pueda recobrar su puesto entre el sueño y los
acontecimientos.
Sin
un elemento de crueldad en la base de todo espectáculo, no es posible el
teatro. En nuestro presente estado de degeneración, sólo por la piel puede entrarnos
otra vez el espíritu.
Y en base a esta crueldad les pido cómicos muéstrenme sus habilidades representadme los 5
manuscritos:
En el Manuscrito de la Tierra puede encontrarse una
descripción de la ciencia de las artes marciales, el análisis de mi propia
escuela. La verdadera ciencia no puede alcanzarse simplemente mediante el
dominio de la esgrima. Conociendo lo pequeño por medio de lo grande, uno va de
lo superficial a lo profundo. Como un camino recto nivela el contorno de la
tierra, llamo al primero el Manuscrito de la Tierra. El segundo es el Manuscrito
del Agua. Tomando el agua como punto esencial de referencia, uno hace que la
mente sea fluida. El agua se adapta a la forma de la vasija, ya sea cuadrada o
redonda; puede ser una gota y también puede ser un océano. El agua tiene el
color de un estanque profundo de aguamarina. A causa de la pureza del agua,
escribo sobre mi propia escuela en este manuscrito. Alcanzar cierto
discernimiento sobre los principios del dominio de la esgrima y, por tanto,
poder derrotar a un adversario a voluntad, equivale a ser capaz de derrotar a
cualquiera en el mundo. El espíritu de victoria sobre los demás es el mismo,
aunque se trate de miles o de decenas de miles de adversarios. La ciencia
militar de los oficiales consiste en construir la amplia escala desde la
pequeña escala, lo mismo que se hace con una gran estatua partiendo de un
modelo en miniatura. Esos asuntos son imposibles de escribir en detalle;
conocer miles de cosas a través de una sola cosa es un principio de la ciencia
militar. Escribo sobre mi propia escuela en este Manuscrito del Agua. El
tercero es el Manuscrito del Fuego. En este manuscrito escribo sobre la
batalla. El fuego puede ser grande o pequeño, y tiene un sentido de violencia,
así pues, en él escribo sobre los asuntos de la batalla. La forma de combatir
es la misma, ya se trate de una batalla entre dos individuos o una batalla
entre dos ejércitos. Debéis observar reflexivamente, con una conciencia global
de toda la escena, así como una atención precisa a los pequeños detalles. La
amplia escala es fácil de ver, la pequeña escala es difícil de ver. Para ser
concreto, es imposible invertir la dirección de un gran grupo de personas de
una vez, mientras que la pequeña escala es difícil de conocer, porque en el
caso de un individuo existe sola una voluntad implicada y pueden hacerse
cambios rápidamente. Esto debe de ser considerado cuidadosamente. Como los
asuntos de este Manuscrito del Fuego son cosas que suceden en un instante, en
las artes marciales es esencial practicar diariamente para lograr familiarizarse
con ellas, tratándolas como asuntos ordinarios,
de forma que la mente permanezca inmutable. Escribo sobre la lucha en la
batalla en este Manuscrito del Fuego. El cuarto es el Manuscrito del Aire. La
razón por la que llamo a este manuscrito el Manuscrito del Aire es porque no
trata de mi propia escuela; es aquí donde escribo sobre las diversas escuelas
de las artes marciales que existen en el mundo. En lo que respecta a utilizar
la palabra aire, utilizamos esta palabra para simbolizar "estilo" o
"manera de ser", al hablar de cosas como el antiguo estilo, el estilo
de nuestro tiempo y forma de ser de las diversas cosas; así, aquí escribo
definitivamente sobre las técnicas de las diversas escuelas de artes marciales
que existen en el mundo. Esto es "aire". A menos que entendáis
realmente a los demás, difícilmente podréis alcanzar la comprensión de vosotros
mismos. En la práctica de cada forma de vida y de cualquier trabajo, existe un
estado de mente del que se dice que está desviado. Aunque os esforcéis diligentemente
en vuestro propio camino día tras día, si vuestro corazón no está de acuerdo
con él, aunque penséis que estáis en el buen camino, desde el punto de vista de
la justicia y de la verdad, no es un auténtico camino. Si no seguís un
auténtico camino hasta el final, una pequeña maldad al principio se convierte
en una gran perversión. Reflexionad sobre esto. No es de extrañar que el mundo
considere que las artes marciales consisten sólo en la esgrima. En lo que
respecta a los principios y tácticas de las artes marciales, esto no es así en
absoluto. Escribo sobre las otras escuelas en este Manuscrito del Aire para dar
a conocer al mundo las artes marciales. En quinto lugar está el Manuscrito del
Vacío. La razón de que este manuscrito se titule Vacío es porque, una vez que
hablamos de "vacío", ya no podemos definir las profundidades
interiores en términos de callejón superficial. Cuando se alcanza un principio,
uno se desapega del principio; de esta suerte, posee uno una independencia
espontánea en la ciencia de las artes marciales y, de forma natural, logra
hacer maravillas: discerniendo el ritmo cuando llega el momento, uno golpea sin
pensar y logra resultados de forma natural. En esto consiste toda la vía del
vacío. En el Manuscrito del Vacío he escrito sobre la entrada natural en la
verdadera vía.
Aquel que pueda representar el quinto manuscrito ya no
representa, su primer espejo ha muerto es pura potencia y como tal nos develara
la vida.
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